El mundo no se acaba de recuperar del resultado en el referendo que ha cambiado el rumbo del Reino Unido y de la Unión Europea. Los británicos se han dejado convencer por una idea nostálgica de Soberanía, persistente en la memoria de naciones que alguna vez tuvieron poder y significancia en el contexto mundial. El nacionalismo y la soberanía inútil parecen apoderarse poco a poco de los países que, frente a la globalización, ven cómo su identidad y su posición histórica en el contexto mundial se ven transformadas y a su forma de ver, amenazadas.

El efecto económico ha sido catastrófico y la unión europea, con el objetivo de hacer un ejemplo de lo que el Reino Unido ha hecho y evitar más dimisiones, va a ser bastante dura en las negociaciones del retiro inglés. Es muy posible que lo que conocemos como Reino Unido no exista dentro de muy poco ya que Escocia e Irlanda, que votaron mayoritariamente por quedarse en la unión europea, van a exigir su independencia del Reino Unido. La posición de Londres como centro financiero de Europa va a desaparecer y con ello miles de empleos y ventajas financieras para los ingleses.

Pero quizás lo más delicado de este evento histórico es que representa un retroceso a la tiranía de la soberanía y el nacionalismo. Europa se unió para luchar contra esos sentimientos de supremacía de nacionalidades que destruyeron el continente 2 veces. Esa unión ha tenido como logro fundamental crear una visión común de Europa, de todos para uno y uno para todos, y lo hizo a través de crear lazos económicos tan profundos que el fracaso de uno representaba el fracaso de todos. La dependencia mutua es un “pegante” muy fuerte. En Europa hay muchos orgullos nacionalistas en Francia, Alemania, Inglaterra, Italia y otros. La UE logró aplacar esos intereses individualistas y crear un objetivo económico y de desarrollo común.

Los líderes de Europa sin embargo han fallado en algo crítico para el éxito de este proyecto europeo. No han logrado crear una identidad europea. Han creado un inmenso aparato burocrático que ha afectado la vida de los europeos en su gran mayoría de manera positiva, pero aun los franceses se sienten franceses, no europeos, los alemanes se sienten alemanes, no europeos. Con ello ven los sacrificios por Europa como sacrificios de su soberanía, de su nación, no como lo que significa ser europeos. Durante la Unificación alemana, los Alemanes del Oeste rescataron a los del Este, pero lo hicieron porque estaban rescatando a sus hermanos alemanes. No lo ven así cuando rescatan a los polacos, los griegos o los portugueses, porque aún se ven como alemanes, no como europeos. Los líderes de la campaña para dejar Europa en Inglaterra, le dieron una voz a esos sentimientos y una plataforma a aquellos grupos nacionalistas que quieren volver a fronteras de hierro, a la pureza del lenguaje y la raza en cada nación. Así comenzaron los conflictos que acabaron arrasando Europa y buena parte del planeta. Si bien Europa ha logrado avanzar en su unidad, al punto que su desmembración y una situación de conflicto son lejanos, casi imposibles, la semilla para el nacionalismo se ha sembrado con fuerza y los grupos nacionalistas y fascistas, está tomando fuerza en Europa nuevamente. Hechos racistas y discriminatorios ya plagan las calles de Londres y otras ciudades inglesas.

El resto de los habitantes de Europa deben mirar con mucho cuidado lo que ha ocurrido en el Reino Unido. Estos hechos deben ser un ejemplo de las consecuencias de acciones irresponsables y destructivas tomadas bajo el manto de la democracia, pero con la ignorancia para no medir sus consecuencias. Hace 80 años un líder alemán usó un discurso similar y usó la democracia para convencer a su pueblo de su superioridad frente al resto de Europa y la importancia de su pureza racial, de identidad y lenguaje. Hoy sabemos cómo terminó esa historia. Generaciones de alemanes se han arrepentido de esa decisión histórica que tomaron de manera democrática. Hoy millones de ingleses expresan que si hubiera otro referendo votarían diferente y las nuevas generaciones se quejan de que las antiguas, que ya disfrutaron los frutos de la Unión con Europa, les quiere robar su oportunidad de crecer en Europa. Ellos, al igual que los alemanes, se han dado cuenta de que, en decisiones tan críticas que pueden cambiar su destino, la historia no permite “do-overs”. Europa debe cambiar su rumbo y salir fortalecida de esto o se resquebrajará y el Reino Unido debe encontrar su camino como nación y regresar a la comunidad internacional convencida de que el nacionalismo y la soberanía inútil son, en este mundo caótico y complejo, precisamente eso, inútiles.