El mundo occidental continúa su lucha militar contra Estado islámico. En Iraq la guerra continúa para recuperar Mosul, los Estados Unidos han exterminado un número record de líderes y combatientes, y los terroristas han perdido control en áreas que consideraban claves para su proyecto de establecer un Califato en el medio oriente. Los Atentados en Europa, Estados Unidos, Turquía y Medio Oriente continúan, pero al parecer son cometidos cada vez más no por militantes activos del grupo, sino simpatizantes indoctrinados que deciden actuar por su cuenta. Aunque no están derrotados parecen estar perdiendo la batalla. Eso es, la batalla militar, porque la batalla ideológica, orientada a transformar la cultura occidental, la van ganando.
Gracias al terror sembrado por el EI de manera premeditada y bien planeada, los países de occidente se enfrentan hoy a la transformación que los terroristas esperaban. El renacimiento de sentimientos ultranacionalistas, racismo, discriminación y de una política de fronteras cerradas, especialmente hacia el mundo musulmán. El voto del Brexit, la elección de Donald Trump y el surgimiento de partidos de ultraderecha en casi todas las naciones es la reacción esperada de naciones que tienen temor y ven en la inmigración un riesgo para su seguridad y su identidad nacional. Esto tendrá consecuencias muy negativas para el mundo occidental. Muchas naciones necesitan inmigrantes para mantener su crecimiento económico y evitar la disminución de su población. El desarrollo cultural, social y económico de occidente se debe en gran parte a su diversidad, a la habilidad de abrir sus puertas al resto del mundo.
El otro grupo perjudicado es el de los inmigrantes, los refugiados del mundo. Millones de personas que buscaban lograr un mejor futuro para ellos y sus familias ahora van a ver, en el mejor de los casos, políticas migratorias mucho más estrictas y en el peor, las puertas del mundo occidental cerradas. Esto podría significar tragedias humanitarias de proporciones no vistas desde la segunda guerra mundial. Las naciones occidentales han representado esa esperanza para una vida mejor. Un escudo contra la opresión y la guerra que ahora parece debilitarse bajo el temor y el nacionalismo ultraderechista que se está aprovechando de la situación creada por el terrorismo islámico para avanzar su agenda política y social.
Naciones y grupos basados en la intolerancia y la deshumanización, como muchas dictaduras y Estado Islámico, han buscado la manera de eliminar esa fortaleza única de occidente, y han encontrado finalmente como hacerlo. Con ello, así sean derrotados militarmente, han logrado su verdadero objetivo: el debilitamiento de la cultura occidental y la creación de un nuevo caldo de cultivo para la radicalización. Pero más tristemente, han logrado debilitar el respeto y el valor a la diversidad, esa característica única de nuestras sociedades que logramos alcanzar después de décadas de grandes luchas sociales y transformaciones, y que nos ha hecho fundamentalmente diferentes a aquellos que promueven el terror, a aquellos que le quitan valor a la vida humana y que ven en las diferencias un virus que debe ser eliminado.
Han logrado debilitar nuestra tolerancia, nuestra compasión y nuestra visión del valor que tienen otros seres humanos, así no hablen, se vistan o luzcan como nosotros. Si no reaccionamos para evitar que ello se pierda, el estado islámico, así sea aniquilado militarmente, habrá ganado la guerra.