Lo que dijo y hasta lo que ha dejado de decir, ha conseguido que cada uno de nosotros construya su opinión acerca de Donald Trump, el nuevo presidente de los Estados Unidos. Si bien esa opinión tiene fundamento en lo que Trump ha dicho, no podemos, como sí se puede hacer con cualquier otro político, formarnos una opinión de acuerdo a lo que ha hecho, porque en realidad, Trump no ha hecho nada. Es por eso que afirmar con certeza qué piensa hacer Trump es casi que imposible, cualquier afirmación acerca de lo que hará en su gobierno es pura especulación

Su vida privada, sus negocios y sus “éxitos” económicos no permiten que nos hagamos una idea que como va a ser su presidencia. Mientras otros políticos tienen su historia, buena o mala, de administración publica, Trump no tiene historia. Fue el candidato de las suposiciones, los insultos y las diatribas populistas, llenas de datos reales e irreales. Y será el presidente de la incertidumbre.

Incertidumbre con respecto a su gestión. Nadie, ni los mismos republicanos y no creo que ni sus asesores inmediatos sepan exactamente qué va a hacer. Más aún, no parece que él mismo lo sepa. Sus nombramientos y sus discursos post-electorales han confundido a sus más fervientes seguidores (“Vamos a hacer el muro, lo pagamos nosotros y luego México nos reembolsa”) y a sus más fuertes opositores (“El cambio climático es real, lo que no sabemos es cuál es la mejor manera de enfrentarlo”). La comunidad internacional que reconoce en él al líder de la nación más poderosa del planeta tiene las mismas confusiones (apoya o no a la OTAN, apoya o no a la Unión Europea, continuará o no el acercamiento con Cuba).

Basado en esto, a los americanos y al resto del planeta solamente nos queda darle el tiempo necesario para descubrir qué clase de presidente va a ser en realidad. Su discurso de posesión fue uno de los más negativos de que se tenga historia en Estados Unidos, pero es a su vez una estrategia brillante. Todo esta tan mal según Trump, que cualquier noticia positiva se la auto-atribuirá a su capacidad de gobernar y lograr mejorar la vida de los ciudadanos del país.

La incertidumbre siempre se ha catalogado como el peor clima para los negocios, la estabilidad y el crecimiento de un país. A diferencia de otras naciones, Estados Unidos no tiene tolerancia para la incertidumbre. Los verdaderos dueños del país, léase los grupos económicos, Wall Street, asociaciones políticas y el poder legislativo, le darán a Trump su “periodo de prueba” para que acabe de formar su equipo y empiece a formular políticas claras y serias que indiquen el rumbo que le piensa dar al país. Pero ese periodo es corto, y será aún más para el presidente republicano, porque con una popularidad tan baja y una comunidad internacional presionando para que la potencia mundial tome posiciones frente a los múltiples problemas mundiales, el tiempo para la incertidumbre será muy pequeño. Si Trump no pasa de la retórica a los hechos pronto, su presidencia solo tendrá algo certero: una duración muy corta.