Es un hecho que todas las naciones tienen derecho a proteger sus fronteras, e igualmente tienen derecho a decidir a quién reciben y a quién no. Las leyes migratorias de cada país deben ser respetadas y cada país tiene el derecho de usar su autoridad legal para hacerlo. La pregunta es, ¿cuál es la mejor manera de hacerlo?
Todos reconocemos que los Estados Unidos es un país de inmigrantes. Ninguna otra nación en el mundo recibe tantos inmigrantes, y ninguna se ha beneficiado tanto de ello. Según estadísticas oficiales, en los Estados Unidos hay entre 11 y 13 millones de inmigrantes ilegales, es decir, que no entraron al país usando los medios legales para hacerlo, o que una vez llegaron al país extendieron su estadía de manera ilegal. Esto demuestra que las leyes migratorias de los Estados Unidos tienen grandes fallas en ambos lados del tema migratorio: el ingreso y el control.
Ahora el presidente quiere usar miles de millones de dólares en la medida más absurda posible para manejar el problema. ¡Construir un muro… UN MURO! de miles de kilómetros en su frontera con México. Es una medida que apela al nacionalismo ignorante de una parte de la sociedad americana que ven los inmigrantes ilegales como un problema social, que es parcialmente cierto, y una porción aún menor pero más radical, que ven a los inmigrantes como un problema racial, y que piensan que la mejor solución es poner barreras físicas para evitar que ingresen al país. Lo paradójico es que en los Estados y ciudades fronterizas, que son los más directamente afectados por el muro, hay gran oposición a su construcción, porque ellos saben bien que no solo no va a detener la migración ilegal (Más del 90% de los inmigrantes ilegales y los potenciales “terroristas” entran al país por medios Legales), sino que va a crear más grupos ilegales dedicados a violar la frontera, va a entorpecer las relaciones económicas y la interacción que hoy existe en las zonas de frontera, y va a afectar el medio ambiente de manera dramática.
En vez de medidas estúpidas e ineficientes lo que debería hacer Trump con ese dinero es fortalecer los medios de control y definir procedimientos para que la inmigración a los Estados Unidos sea segura y controlada. La inmigración tiene dos facetas fundamentales, la económica y la humanitaria. La primera representa un beneficio inmenso y tangible para los Estados Unidos, y la segunda representa una obligación moral de la nación más poderosa y rica del planeta. Una nación que se ha beneficiado de muchas maneras de su posición en el concierto internacional y que por ello tiene la responsabilidad de liderar en la protección de los más vulnerables del planeta. Qué tal si los miles de millones de dólares se usan para reformar el proceso migratorio de tal manera que aquellos que vienen a suplir la mano de obra necesaria para crecer la economía lo hagan de manera rápida, legal y segura, para que aquellos que vienen con la intención de prepararse y aportar al desarrollo económico lo puedan hacer sin limitaciones de origen político y no económico, y para que aquellos que busquen refugio y una oportunidad para la vida y prosperidad de ellos y sus familias lo puedan hacer con seguridad y control. Qué tal si esos miles de millones de dólares se usan para fortalecer los sistemas tecnológicos de control de las fronteras físicas y los procesos de análisis e investigación para asegurar que aquellos que quieran pertenecer a la sociedad americana no representen un riesgo. Esos serian usos mucho más inteligentes, menos populistas y que producirían los mejores resultados para un país que tiene un sistema migratorio fracturado, pero que es la nación que es porque no ha construido muros, sino puentes para la inmigración. Cambiar esa actitud y apelar a sentimientos nacionalistas o racistas ahora sería un gran error.