Hace algunos meses, escuché una entrevista en la W radio a un exministro de relaciones exteriores de Israel, donde explicaba que la verdadera marca de un líder, de un estadista, es saber aprovechar las oportunidades correctas en el momento preciso, porque generalmente solo existen por un corto espacio de tiempo. Explicaba que, durante las negociaciones entre Israel y Palestina, en Noruega, Yasser Arafat perdió una oportunidad única de acabar con el conflicto palestino-israelí. La mayoría de las demandas palestinas, muchas hoy totalmente inaceptables para el actual gobierno de Israel, habían sido concedidas y Palestina sería una nación con derechos sobre Jerusalén, derecho al retorno de gran parte de sus refugiados. Israel y Estados Unidos incluso ofrecieron un corredor férreo que conectara de manera permanente los territorios de Gaza y el West Bank. Yasser Arafat dijo que no, y 20 años después los Palestinos tienen cada vez menos, Estados Unidos acaba de reconocer a Jerusalén como capital de Israel y los prospectos de una solución negociada y un estado palestino se desvanecen. Todo por una oportunidad única, perdida debido a un líder que no comprendió la importancia de ese momento histórico.

Así mismo, en el mundo muchos líderes aprovechan y pierden oportunidades que cambian el rumbo de sus naciones. Mientras Donald Trump desaprovecha oportunidades para mejorar el planeta y establecer un papel más constructivo e influyente de los Estados Unidos en el mundo, el primer ministro canadiense vio la oportunidad de liderar el libre comercio mundial, frente a la retirada de Estados Unidos. El primer ministro francés lidera a la nueva Unión Europea, convencida en la diplomacia y el multilateralismo, para minimizar el daño hecho por Donald Trump y su política aislacionista y agresiva en acuerdos como el cambio climático, el acuerdo iraní y la tensión con Corea del Norte. Son líderes que están cambiando el mundo aprovechando las oportunidades que se abren, por pocos instantes, para hacer lo correcto, mientras otros las dejan pasar, con consecuencias nada positivas para ellos y sus pueblos.

El proceso de paz en Colombia, fue una oportunidad aprovechada. La historia juzgará si el proceso otorgó mucho o lo suficiente a las FARC, si la negociación pudo haber sido diferente, con más justicia y reparación. Pero la verdad es que el presidente Santos, contra viento y marea, y usando todo su capital político, vio en este momento único la oportunidad de acabar con la guerra entre el Gobierno y las FARC. El gobierno de Santos ha sido corrupto, desorganizado, clientelista y ha cometido muchos errores, pero el liderazgo del presidente en buscar ese acuerdo de paz, en aprovechar esa oportunidad histórica nunca se podrá cuestionar. Las FARC ahora están experimentando la política, proponiendo sus ideas en la plaza pública, sintiendo y viviendo lo que Colombia piensa de ellos, y lo están haciendo de manera pacífica, civilizada y Colombia es infinitamente mejor hoy por ello. Hay muchos otros problemas que solucionar, como la guerra con el ELN, la inseguridad ciudadana, la corrupción, pero ese, el de la guerra con las FARC, ya no es uno de ellos. Esa fue una oportunidad única, que un líder fue capaz de identificar y aprovechar, y con ello el país y el mundo están mucho mejor que antes