Siguiendo con la nueva tendencia colombiana, para bien o para mal, muchas de nuestras figuras políticas, celebridades o periodistas que no quieren alinearse con los extremos que parecen dominar la política nacional se declararon “tibios”. ¿Pero en realidad, que tan tibios somos en Colombia y el resto de América Latina? ¿Es posible que líderes que se declaren hoy “tibios” lleguen al poder en nuestra región?
Pues parece que es poco probable. Cada vez más las opciones que apelan a las ideas más extremistas, en la izquierda o la derecha, son las que se imponen en las democracias y semi-democracias del continente. México escogió la extrema izquierda, Brasil y Colombia a la extrema derecha, y países que comenzaron con gobiernos más centristas, más tibios, poco a poco se han ido radicalizando
Los tibios del continente deben enfrentar el extremismo de la manera que saben hacerlo, a través del consenso, pero menos basado en la academia y más en los hechos, con más claridad.
El contexto internacional actual también indica que los tibios están cada vez más lejos del poder. Y no es que los tibios no sean una opción válida de poder. Es que los retos que cada nación enfrenta hoy en el mundo son un caldo de cultivo perfecto para la radicalización y la polarización. Las crisis migratorias, la creciente desigualdad entre ricos y pobres, los efectos negativos de la globalización en las economías y estructuras sociales de las naciones del mundo, la corrupción rampante en todos los niveles del estado, la inseguridad y el riesgo de catástrofes ocasionadas por el cambio climático, entre otros aspectos, hacen que organizaciones y líderes políticos de uno y otro lado tomen posiciones extremistas para ofrecer soluciones a estos retos. Los seres humanos estamos predispuestos a buscar líderes que muestren fortaleza, claridad y determinación frente a todo aquello que nos aqueja, y la sensatez a la hora de reaccionar frente a amenazas inminentes, ya sean reales o creadas como instrumento político, pasa a un segundo plano. La política de centro, aquella practicada por los “tibios”, basada en el consenso, la búsqueda de caminos y soluciones pragmáticas a nuestros problemas, se ve opacada frente a la política de la fuerza para luchar contra la inseguridad, frente a la desregulación masiva para luchar contra el estancamiento económico, la exaltación del nacionalismo y el racismo para controlar la inmigración, o la caracterización de las ideas opuestas como peligrosas y “enemigas del pueblo”. Cada vez más ciudadanos que se ven acorralados por estos problemas, eligen opciones radicales que les prometen una solución inmediata y contundente
Los tibios deben desenmascarar aquellos caudillos y líderes que ofrecen su verdad como la única y absoluta para la salvación de sus pueblos.
¿Cuál es entonces, el camino de los tibios al poder? Los tibios del continente deben enfrentar el extremismo de la manera que saben hacerlo, a través del consenso, pero menos basado en la academia y más en los hechos, con más claridad. Comenzar a establecer la sensatez y el diálogo para dirimir conflictos, pero también demostrar capacidad de reacción inmediata para resolver los problemas que aquejan a sus naciones. Deben establecer canales de comunicación eficaces que le lleguen a todos los sectores, especialmente a los más radicalizados, y que abran los ojos sobre los peligros de ideas extremistas. Deben desenmascarar aquellos caudillos y líderes que ofrecen su verdad como la única y absoluta para la salvación de sus pueblos, y nada mejor para ello que los ejemplos, de ambas ideologías, que vemos hoy en nuestra región y el mundo, y los que la historia misma nos ha dejado. La idea de ser “tibio” es que no es ni de izquierda, ni de derecha, es de ambas. El camino al poder en la región existe aprendiendo de lo que los extremistas han hecho, y transformándolo para que esa ideología de centro se convierta en la opción más popular, apelando a la sensatez y la humanidad. ¡De otra manera los tibios de Latinoamérica, como decimos en Colombia, no estamos ni tibios!