Durante el 2019, las democracias del mundo se enfrentaron de manera mas radical a un reto latente: La Polarización. Corrientes y partidos políticos se han vuelto grupos radicales en los que el intercambio y discusión de ideas brilla por su ausencia. Sus miembros parecen grupos indoctrinados que no están dispuestos a escuchar otras ideas, proyectos o propuestas. Esto se ha convertido en la amenaza mas peligrosa para las democracias del mundo, incluso para las mas estables, aquellas que han sido un símbolo, un modelo a seguir para otras naciones, como la de los Estados Unidos.

 
Pero lo estamos viendo alrededor del mundo. Ocurre en los países europeos, en América Latina y en África. Mientras pueblos de otras latitudes como Hong-Kong o Líbano protestan y luchan por tener una democracia, más derechos y libertades; en otros las instituciones parecen quebrantarse debido a la polarización, que ha convertido el debate democrático en algo ofensivo. Con ello las instituciones que soportan el sistema democrático se han debilitado. El balance entre los poderes públicos está en riesgo, han llegado al poder una generación de líderes interesados en crear conflicto, enfatizar diferencias y crear seguidores que no están dispuestos a analizar o criticar ninguna postura. Estos líderes utilizan el sistema judicial como un poder legislativo que pueden manipular, por encima de la voluntad popular y del congreso. La oposición igualmente se dedica a debilitar a quien está en el poder, sin disposición de lograr acuerdos o discutir propuestas. Y si a todo esto se le añade la corrupción que desangra el sistema, la democracia pareciera destinada a fracasar en muchas naciones del mundo.

 
La solución para este problema, como siempre en la democracia, está en su componente más importante: El pueblo. Líderes, corrientes y partidos pueden intentar manipular, radicalizar o hasta robar el sistema, pero lo único que no puede hacer es controlar la voluntad popular. Si los ciudadanos queremos salvar nuestras democracias debemos usar nuestro derecho de protesta para expresar nuestro deseo de libertad de expresión, de debate, de colaboración entre quienes nos gobiernan. Si no vendemos nuestro voto, si no lo comprometemos con corrientes radicales, si exigimos transparencia, castigamos corrupción y demostramos que aun con ideas diferentes podemos llegar a un acuerdo, un compromiso que funcione para todos, este momento critico para nuestras democracias se va a superar. El mundo tiene que despertar. Aquellos que vivimos en países democráticos tenemos la capacidad de expresar nuestro descontento y con ello cambiar a quienes nos gobiernan. Muchos pueblos en el mundo aun luchan por ese derecho. Usémoslo para proteger el sistema que parece estar en riesgo en manos de una generación de líderes que quieren usarlo para su propio beneficio.