Los resultados de las elecciones bolivianas, el gobierno de Alberto Fernández en Argentina, el de López Obrador en México, y las propuestas de la izquierda colombiana para la próxima contienda electoral, por mencionar algunos ejemplos, indican cada vez más que esa izquierda latinoamericana, a la que sus opositores quieren hacer ver como la avanzada del “castrochavismo”, en realidad se parece más a los partidos de Izquierda Europeos como el PSOE, el partido Socialista francés o el laborista británico, todos partidos que defienden el capitalismo, las libertades y la democracia en sus naciones, pero con un componente social liderado por el estado como ente regulador y encargado de cerrar las brechas de desigualdad social, económica y política en sus países.

A pesar de que la derecha latinoamericana quiera pintarlos como “chavistas”, todos estos movimientos de izquierda que están buscando el poder o lo acaban de obtener se alejan cada vez más del chavismo y la revolución bolivariana. Es casi improbable que en Bolivia, Argentina, México o Colombia la izquierda quiera convertir sus naciones en otro Venezuela. El experimento venezolano con su totalitarismo y altos niveles de corrupción, pobreza y eliminación de las libertades individuales y los valores democráticos solo ha servido para demostrar el fracaso de ese modelo de gobierno. La supresión de la oposición solo ha servido para deslegitimar sus regímenes y revelar su carácter totalitario. El control y la destrucción de la economía y las garantías sociales en Venezuela demostraron que cualquier modelo que se aleje de la economía de mercado, o que no garantice la libertad y la independencia de las instituciones solo traerá miseria, violencia, corrupción y el fin de la democracia y los derechos de los ciudadanos.

Lo que ha ocurrido en Venezuela, Nicaragua y continúa ocurriendo en Cuba abrió los ojos no solo del resto de los pueblos de América Latina, sino de sus partidos de izquierda. Los pueblos de la región son conscientes de que hay grandes cambios sociales y políticos que deben ocurrir, pero no acosta del mercado, la libertad y los derechos civiles y democráticos. La derecha que ha mantenido el poder no ha logrado realmente mejorar las condiciones de la gran mayoría de la población, la corrupción es galopante y el control del poder por parte de sectores privilegiados, que ya ni siquiera pretenden preocuparse por la gran mayoría de la población, son algunas de las razones por las que la izquierda de la región está tomando fuerza en las contiendas electorales o ha resultado triunfante.

La corrupción en el gobierno anterior de México llevó a los electores a elegir una opción de izquierda. Las difíciles medidas económicas que incrementaron dramáticamente la pobreza de los argentinos los llevó a elegir una opción diferente. En Colombia los altos niveles de corrupción y promesas aún por cumplir de paz con seguridad, progreso y una mejor situación económica hacen que opciones de centro-izquierda tengan una real opción de llegar al poder. La estrategia electoral de la derecha latinoamericana entonces quiere pintar un posible triunfo de la izquierda como la transformación de sus países en otra “Venezuela”.

Los ciudadanos de América Latina deben estar vigilantes frente a las opciones que sus democracias ofrecerán en las próximas contiendas electorales. Obviamente aquellas que tengan tendencias totalitarias, antidemocráticas o en contra de la economía de mercado deben ser rechazadas, pero el peligro de que la gran mayoría de las opciones de izquierda en la región lleguen al poder no es que vayan a volver los países donde triunfen en nuevas “Venezuelas”, eso es realmente absurdo. El peligro es que sean tan corruptos e incompetentes como los políticos que hoy rigen los destinos de estas naciones.

El gobierno de López Obrador no ha sido lo que México esperaba, y hasta ahora no ha logrado convertir su discurso de austeridad, inversión, seguridad y desarrollo en realidades, pero nadie cree que su objetivo sea destruir la economía mexicana e instaurar una dictadura. Lo que las naciones del continente deben exigir a las opciones de izquierda es un verdadero cambio en la forma de hacer política, y que su discurso social y sus promesas de resolver los grandes problemas sociales y económicos no sean solo excusas para llegar al poder, y hacer lo que todos han hecho: manipular el sistema para establecer gobiernos corruptos, con malas administraciones y que una vez más dejen a los pueblos de Latinoamérica añorando un cambio que no parece llegar.