A veces dentro de toda la conmoción y dificultades que el mundo enfrenta con una pandemia como la que vivimos, perdemos la capacidad de reconocer el inmenso avance que situaciones como esta han promovido. Es difícil entender la magnitud que tiene lo que la comunidad científica ha logrado en menos de un año, y las posibilidades que este avance médico abre para el futuro inmediato de la humanidad.
Nunca antes el mundo había colaborado de esta manera para solucionar un problema global. El desarrollo de la vacuna contra el coronavirus fue un esfuerzo mundial. El genoma del virus fue descifrado en China, y compartido inmediatamente con la comunidad internacional. El desarrollo de la vacuna se dio con colaboración de equipos multidisciplinarios en Alemania, China, Estados Unidos y otras naciones europeas. Miles de millones de dólares en recursos para investigación y desarrollo fueron puestos a disposición de compañías farmacéuticas y centros de investigación. Países en Europa, Asia y América participaron en las diferentes etapas de pruebas, esquemas para distribución global se implementaron y, a pesar de que favorecen las naciones que invirtieron en el desarrollo de la vacuna, garantizan el acceso a ella a todas las naciones del mundo en un máximo de 2 a 3 años.
Este esfuerzo global para vencer un problema global representa un avance inmenso en la humanidad. Nuestra tecnología y conocimiento están demostrando que tenemos ya la capacidad de lograr progresos inimaginables en otros frentes. Las puertas se abren para nuevos tratamientos y soluciones a otras enfermedades crónicas que matan millones de personas al año como el cáncer, la diabetes, el sida o el alzheimer. Nuevas tecnologías para generar energía de manera limpia se están implementando a velocidades que podrían significar reducciones de los efectos del cambio climático 10 o 15 años antes de lo esperado. Nuevas estrategias se han probado para enfrentar la pobreza, la desigualdad y fortalecer la educación, al igual que nuevas maneras de trabajar de manera remota, donde más gente pueda acceder al mercado laboral sin importar donde se encuentren. Todas ellas se abren paso gracias a la innovación que la pandemia ha provocado en todos los frentes de nuestra sociedad. Nos tuvimos que adaptar para evitar una catástrofe humanitaria, de salubridad y económica, y en gran parte lo hemos logrado.
Es lamentable que tantas vidas se hayan perdido y tantos medios de subsistencia, empresas, empleos y negocios hayan desaparecido para que el mundo reaccionara y buscara soluciones. Países ricos y pobres, en la medida de sus posibilidades, tratan de ayudar a aquellos que lo perdieron todo. Esquemas de auxilios económicos se implementaron en Estados Unidos, Europa, América Latina, Asia y África. Muchos de estos problemas existían, fruto de la complacencia de gobiernos y sociedades frente la pobreza, la desigualdad o la falta de inversión en salud y educación, y esas fallas saltaron a la vista con esta pandemia. Por eso hay que rescatar que, dentro de la tragedia que hemos vivido, la capacidad de crear soluciones y enfrentar estos retos es infinitamente superior ahora que hace apenas unas décadas. Nos dimos cuenta que nos enfrentamos a problemas globales que pueden representar un riesgo para nuestra subsistencia y reaccionamos de una manera que, aunque no es perfecta, nos abre una luz de esperanza a lo que el futuro puede ser. ¡Que así sea, depende de todos nosotros!