Mucho se ha hablado de los riesgos latentes para el futuro de nuestro país en mano de ciertos personajes políticos. A pesar que la importancia se le otorga al azar de la democracia, poco se centran los análisis políticos en la explicación de cómo ciertas figuras políticas son amenazantes y aniquiladores de la democracia, a través de los mismos mecanismos políticos que esta ofrece, como la elección popular. Esta paradoja la abarcan los politólogos y profesores de la Universidad de Harvard, Steven Levitsky y Daniel Zibblat, en su obra «¿Cómo mueren las democracias?”.
Levitsky y Zibblat retoman el escenario de descontento social en Roma durante la década de los años 20’s y el aprovechamiento por parte de Benito Mussolini de esta coyuntura mediante la planeación de una revolución y acto de insurrección en esta época fascista. A partir de la Milicia Voluntaria para la Seguridad Nacional, la cual hizo parte de las Fuerzas Armadas de esta Italia fascista, mejor conocidas como “camisas negras” y lideradas por Mussolini con el objetivo de tomar el Estado, no obtuvieron unos resultados positivos en su estrategia de derrocar al rey Víctor Manuel III.
Por el contrario, el gobierno del momento vio a Mussolini como un actor político en ascenso, el cual podrían utilizar para alivianar las tensiones políticas y sociales existentes en Italia. Así, fue nombrado presidente del Consejo de Ministros Reales en diciembre de 1922, otorgándole facultades que le permitieron disolver el parlamento y posicionarse como cabeza máxima del Estado Itálico. Así como Mussolini, fueron los ascensos al poder de Adolf Hitler y Hugo Chávez: desde el centro, con el aval de figuras políticas poderosas y a través de vías democráticas.
En el caso concreto de Hitler, su estrategia de insurrección y violencia, como con el Putsch en 1923, tampoco trajo consigo resultados satisfactorios, por el contrario, fue condenado a prisión por nueve meses, tiempo que le sirvió para escribir su famosa obra Mein Krampf o “mi lucha”. Después de estos eventos, Hitler cambió de estrategia y acordó que no llegaría al poder a través de mecanismos diferentes a la vía democrática – electoral.
Fue así como el Gobierno Alemán, vulnerado por la Gran Depresión en 1930, retomó un artículo de la Constitución de Weimar, la cual le permitía la elección de los cancilleres al Jefe de Estado. Con la situación económica y social devastada se llegó a la conclusión, en 1933, que sería indispensable nombrar a un canciller de perfil popular que alivianara las problemáticas existentes. Fue así como el 30 de enero de 1933 Adolf Hitler asciende al poder convirtiéndose en canciller de Alemania y el resto, al igual que Mussolini es historia …
Pero, una figura un poco más contemporánea y cercana a nuestro país es la historia de Venezuela con Hugo Chávez. A pesar de que Venezuela fue un país el cual convivió en paz durante la década de los 30’s, en la época de los 70’s inició a convertirse en un sistema democrático amenazado por diversos golpes de Estado.
Es así como en los años 80’s, junto con la crisis petrolera (económica) de la época, insurgentes rebeldes, como los “bolivarianos”, liderados por Hugo Chávez, intentaron tomar el poder mediante un golpe de Estado, el cual, como el de Hitler, fue fallido. El éxito de Chávez estuvo en manos del expresidente y su antecesor, Rafael Caldera.
Cuando Caldera se encontró en el pique de su carrera como político, en 1992, promulgó un discurso el cual le dio legitimidad y popularidad a Hugo Chávez, una liberado de prisión. Caldera retiró todos los cargos en su contra y fue perdonado por el Estado Venezolano. Fuera de la cárcel, las palabras de Hugo Chávez fueron “me dirijo al poder”. El 6 de diciembre de 1998, Chávez ganó las elecciones presidenciales mediante vía democrática y su historia es un ejemplo de la muerte de las democracias a través de procesos democráticos, por no identificar los rasgos autoritarios de estas figuras.
La historia se ha repetido en varios escenarios políticos, económicos y sociales en diversos países y coyunturas similares. Pero, ¿por qué? ¿cómo no se ha podido identificar con anticipación la imagen totalitaria de ciertos personajes y el riesgo que lleguen al poder? El politólogo y profesor de la Universidad de Yale, Juan Liz, menciona cuatro indicios de alarma en un candidato de índole totalitarista: (1) Rechazo a las reglas democráticas del juego, (2) negación de la legitimidad de sus oponentes, (3) tolerancia o aliento a la violencia y (4) la restricción de las libertades civiles.
Según Liz, tan solo el cumplimiento de alguna de estas señales, sería un indicativo para un carácter totalitarista basado en el populismo. «Ser la voz del pueblo y hablar sobre élites opresoras», y, por ende, un indicativo para erradicarlo y no dejarlo emerger en la arena política. Hay demás casos que lo ilustran como de Bolivia, Ecuador, Perú y Venezuela en los años de 1990 a 2012.
Colombia, junto con Gustavo Petro, se encontraría en la repetición de la misma historia que no solo se han evidenciado en Europa, sino en América Latina e incluso Estados Unidos en las últimas décadas.
Petro nació en 1960. A su corta de edad, de 17 años, ya hacía parte del Movimiento del 19 de abril (M-19), mejor conocido por haber sido una organización guerrillera urbana con actividad activa desde 1974 hasta su desmovilización en 1990. Las acciones de esta organización guerrillera iban desde actos vandálicos como la quema del Palacio de Justicia, el robo de la espada de Bolívar, la toma de la embajada de Republica dominicana, el robo de 4.076 armas del Ejército del Cantón Norte, hasta delitos de lesa humanidad como secuestros y asesinatos. Sus conductas abarcaron no solo el rechazo de las reglas democráticas, sino la amenaza al sistema democrático y la violación de libertades civiles siendo esta el cumplimiento del primer y cuarto indicio de alarma mencionados por Liz.
De igual forma, la restricción de las libertades civiles en Gustavo Petro se han visto explicitas en las propuestas con las que pretende llegar al cargo más importante del país. Propuestas tales como que el Estado tenga la autoridad de “comprar” extensiones de tierra privadas las cuales considere que no son fructíferas o la expropiación de tierras a personas que no posean tierras productivas, tal como lo hizo Hugo Chávez en su gobierno. Así lo mencionó en una entrevista con W Radio, en el 2018:
“Colombia no quiso acabar su feudalismo.-Tienes una propiedad totalmente inequitativa, extensa tierra sin producir, la mayoría por el narcotráfico … mega latifundistas, ni siquiera heredados. Lo que hay que hacer es aumentar el impuesto predial, hacer que sea más caro tener esa tierra a través del 12×1000, así tiene que bajar el precio de la tierra, sino, entonces el Estado lo compra. El Estado no va a crear un sistema de tierra estatal, sino que lo va a entregar a título de arriendo o gratuito a campesinos medianos, estaríamos creando una reforma agraria. Pienso que debe entregarse a título gratuito”
Por otro lado, Petro es un personaje que incita a la violencia en la ciudadanía en contra del Estado, su fuerza pública y sus contrincantes. Constantemente ha desprestigiado el deber de la Policía Nacional de Colombia y las Fuerzas Militares de Colombia, mediante el adoctrinamiento a sus seguidores. Contrario a mencionar que estas estas instituciones y/o cuerpos armados se encuentran consagradas en el artículo 216 de la Constitución Política de Colombia, explícitamente encargadas de la seguridad y protección de los colombianos y ciudadanos, las enmarca y encasilla como “violadores de derechos humanos” y, a través de sus redes sociales, especialmente twitter, incita al odio y ataque a la fuerza pública.
Igualmente, Petro ha lanzado pullas insaciables en contra de candidatos que considera una amenaza, especialmente en contra miembros del Centro Democrático: “Pero lo que hacen los agentes políticos del uribismo raya con el fascismo. Usan la mentira como política”. Retomando lo anterior, el perfil de Gustavo Petro encajaría en los cuatro rasgos de cuidado ante la presencia de un personaje de carácter totalitarista, como los personajes expuestos al inicio de este blog.
El perfil de Petro es el perfil de una persona que independiente de su ideología política, apoya modelos económicos y políticos como los de Venezuela, propone ideas populistas basados en las emociones de sus seguidores, como la erradicación total de la economía petrolera a cambio del cultivo de productos agrícolas, insostenibles e imposibles de concebir en este momento, especialmente para países subdesarrollados como Colombia. Se escudriña a través de discursos de índole populista, en donde hace creer a los ciudadanos que es parte de una clase media-baja-trabajadora y que se deben desprender de élites malignas y demoniacas que supuestamente quieren controlar a la población y erradicar sus libertades, cuando el verdadero erradicador de libertades individuales y civiles y de la democracia está latente en él mismo y en el riesgo que llegue a ser presidente. Entonces, ¿qué hacer?
Nancy Bermeo, politóloga y docente de la Universidad de Oxford, menciona una estrategia para evitar la llegada al poder de perfiles autoritarios: un distanciamiento de estos. Este distanciamiento se encuentra expresado en (1) mantener a los líderes potencialmente autoritarios fuera de las listas, (2) escardar de raíz a los extremistas de las filas, (3) eludir alianzas con ellos por parte de otros partidos, (4) adoptar medidas para aislar sistemáticamente a los extremistas y finalmente, una vez que estos extremistas se postulen como serios contrincantes electorales, los partidos generalistas deben forjar un fuerte común para poder derrotarlos.
Este último es quizás, la mayor arma para derrotarlos, esa voluntad de unirse con partidos y pre candidatos actuales a la Presidencia, que, sin importar sus diferencias y distanciamiento ideológico, se unan con el mismo objetivo de salvar el orden político democrático, podría llegar a ser el único camino para evitar el ascenso de Petro al poder.
Actualmente existen al menos 20 precandidatos más en contra peso con Gustavo Petro. Únicamente el paso del tiempo, el inicio de campañas en forma y la realidad de lo que realmente está en juego: el futuro del país, podrá darnos un indicio de qué rumbo decidirán tomar. Las circunstancias se acomodarán al poder entender si esta es una lucha en contra de los riesgos a viva piel que enfrenta nuestro país y nuestro sistema democrático, o será simplemente como siempre una lucha de egos que perjudica más al país.