Ingrid Betancourt Pulecio, nacida en 1960, ha sido conocida como una política colombiana desde 1994, año en que realizó su primera campaña política y fue elegida como diputada de la Cámara de Representantes. Así mismo, también lanzó su propia campaña presidencial en el 2001. Sin embargo, el suceso por el que más se conoce a Betancourt fue por su secuestro por parte de las Farc, el 23 de febrero del 2002.
Ingrid estuvo más de 6 años privada de la libertad. Fue maltratada al verse obligada a largas caminatas, cadenas en su cuerpo, incluida el cuello, y en general, condiciones infrahumanas. Fue hasta el 2 de julio del 2008 cuando su pesadilla tuvo fin tras la conocida operación militar “Jaque”, la cual logró, no solo su liberación, sino también la de siete militares, extranjeros estadounidenses y cuatro policías bajo el gobierno del entonces presidente Álvaro Uribe Vélez y el ministro de defensa Juan Manuel Santos.
Para aquella época, Betancourt decidió ir a Francia junto con sus hijos. Dicho país al cual denominó “mi hogar”. Pese a esto, día de hoy, año 2022, tras catorce años, decidió que su nuevo “hogar” sería Colombia al enunciar el 18 de enero del presente año que aspirará a la presidencia de nuestro país.
Tras largas discusiones y contiendas con los integrantes de la Coalición Centro Esperanza; Sergio Fajardo, Juan Fernando Cristino, Alejandro Gaviria, entre otros, finalmente se decidió que Ingrid fuera parte de este “equipo”, el cual espera llegar a la presidencia en los próximos meses.
Debido a su aspiración, Betancourt asistió a un debate este martes pasado en la Universidad Sergio Arboleda con otros pre candidatos presidenciales como Oscar Iván Zuluaga y David Barguil. Y fue así como en medio del debate y de una de sus intervenciones sobre inseguridad y violencia sexual contra niñas y mujeres, la candidata pronunció esta frase, la cual no ha pasado para nada desapercibida: “Las mujeres que se hacen violar, se hacen violar por gente muy cercana a la familia o se hacen seguir por delincuentes que siguen su ruta, saben por dónde van a pasar y son depredadores que las están persiguiendo”.
Frente a sus palabras, el pre candidato del Pacto Histórico, Camilo Romero, no tardó en criticar esta fuerte expresión, que tanto para Romero, como para los medios de comunicación y para miles de colombianos, hemos sentido como un agravio e insensibilidad frente a la realidad de abusos sexuales en el país.
Una vez vista entre la espada y la pared, la candidata se refugió en una excusa que poca validez tiene en este momento: “hablar a la francesa”. Su respuesta fue: “no fue lo quise decir, tengo dos idiomas en la mente”.
Respecto a todo lo acontecido anteriormente, me permito realizar este blog para Ingrid Betancourt y para todas aquellas personas, las cuales su ignorancia y crueldad les permite creer que una mujer es responsable de ser violada o de ser agredida sexualmente o de cualquier otra índole.
Según el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, ICBF, en Colombia existen al menos 46 abusos sexuales en contra de menores y adolescentes al día. Así mismo, según las cifras de este mismo instituto, el 80% fueron niñas y cerca del 70% de esos mismos abusos han sido vividos y reportados en el mismo núcleo familiar.
Tan solo en el 2014, el Instituto Nacional de Medicina Legal en Colombia (INMLCF) registró que del total de violencia hacia la mujer (37.881), más del 42% sufrieron de agresiones sexuales. Para el año 2015, se practicaron aproximadamente 16.886 revisiones médicas de abuso sexual, de las cuales 10.454 fueron para mujeres entre 10 y 14 años y el resto para niñas entre 4 y 9 años de edad.
Durante el 2017 y 2018, se iniciaron alarmas frente al aumento desmedido sobre casos de abuso sexual. Se reportaron 23.418 y 26.059 casos, respectivamente. Aumentando en tan solo un año más de 11%.
Cabe resaltar que estas cifras son las oficiales, que tienen diversos organismos de control frente a este asunto especifico. Sin embargo, lastimosamente, en estas cifras no se cuentan miles de mujeres que han sido asesinadas y han quedado en el anonimato, mujeres de condiciones culturales o socioeconómicas que no poseen acceso a denunciar, mujeres que han sido abusadas y han callado, mujeres que no fueron vistas con problemas mentales y sus vivencias aterradoras no fueron creídas, entre otras.
La periodista española Esther Pérez Amat realizó una investigación en la que se demuestra que el 80% de las mujeres abusadas sexualmente, no denuncian. Así como varios estudios científicos apoyan este mismo resultado, aludiendo que el trauma es tan grande en una mujer que pueden hablar solamente hasta años después o incluso callar de por vida. Sin contar a aquellas mujeres que no pueden hablar por diversos factores de opresión, sumisión y avasallamiento.
No solo es el tipo de comentario que lanzó Ingrid Betancourt, es el tipo de pensamiento. Su pensamiento. El pensamiento de miles de personas las cuales creen que si una mujer usa una falda “están buscando ser violadas, abusadas e incluso asesinadas”. NINGUNA mujer, NINGUNA niña, NINGUNA persona, debe sufrir ningún tipo de maltrato que menoscabe la moral, la dignidad humana y trasgreda sus derechos fundamentales.
En la Constitución Política de Colombia de 1991, supuestamente una Constitución abierta a un nuevo régimen político guiado por el régimen francés, en donde priman los derechos de como seres humanos, debemos garantizar el cumplimiento a cabalidad de cada uno de ellos, los únicos responsables de violar son los violadores; de abusar, los abusadores; de asesinar, los asesinos. Así mismo, también son responsables quienes saben de agresiones sexuales y callan o apoyan a los abusadores. NINGUNA mujer es responsable de ser seguida o ser violentada. Son responsables quienes hacen esas prácticas desalmadas, quienes lo apoyan, quienes callan y quienes repiten el discurso de la candidata Ingrid Betancourt.
Para cerrar este blog, me permitiré citar la frase que dijo Betancourt un tiempo después de ser liberada y ser acusada que ella misma fue responsable por haber sido secuestrada por haber estado en zona roja- presencia guerrillera – con total conocimiento: «Se ha dicho que fuimos responsables, imprudentes, y que por lo tanto somos culpables de estar aquí secuestradas. Eso es mucha crueldad o mucha ignorancia».
Así como Ingrid expresó esas palabras: No, no existen personas que se hacen secuestrar. No, no existen mujeres que se hacen violar. Y Colombia merece políticos conscientes de entender la violencia sexual como cualquier acto de tentativa de acto sexual, como una problemática latente en nuestra sociedad, la cual genera secuelas difíciles de superar en las personas, especialmente mujeres, que han sido VICTIMAS. Cerca del 54,5% de las mujeres violentadas, según Medicina Legal, presentan efectos post-traumáticos y secuelas a nivel personal y social difíciles de superar.
¿Cuándo en este país dejaremos de defender a los victimarios? ¿Cuándo haremos reparación real de las víctimas?