Post 1

Los sentimientos que causan los realities colombianos en los telespectadores son tan contradictorios como los protagonistas de los mismos. Basta con  escuchar los diferentes comentarios que por lo general se hacen los días lunes, luego de las eliminaciones semanales de dichos programas, para saber que algunos los odian, otros enloquecen por ellos pero  muchos los ven. Las redes sociales se llenan de anotaciones, puntos de vista, chistes, montajes, retahílas y todo aquello que generan los participantes en sus seguidores y detractores. Es que  en la casa estudio o en la playa, cada concursante llega a representar  en una pequeña escala  lo que somos todos como seres humanos; no falta el personaje intrigante que maquiavélicamente se empeña en ver como amenazantes a todos sus compañeros y trata en  lo posible de hacer que los demás vean la maldad del otro. Infaltable el conflictivo, lleno de perendengues y bobadas que se siente acorralado e irrespetado por tal o cual situación. No hay forma de evitar al pobre que se queja permanentemente de la miserable vida que llevaban hasta antes de entrar al programa y no pierde oportunidad de llorar ante las cámaras  para ganarse la compasión de la audiencia. ¡Qué pereza esta gente! Es como si tuvieran que dejar ver lo peor de sí mismos para con ello generar favoritismo o al menos hacerse notar. Eso que en el reality de La Playa la gente es más madura en el enfoque que le da a su participación (lo cual nunca entenderé: irse a pasar necesidades absurdas para estar en un show) mientras que en la casa estudio lo que se genera es vergüenza por los poco deseables comportamientos de los farsagonistas. Lo peor del asunto es que uno ve a grupos de niños  jugando al cara a cara para insultarse disimuladamente como lo hacen sus «ídolos fugaces»; pero como bien lo tengo claro, a nadie obligan a ver estos programas, si a alguien no le gustan pues simplemente apague el televisor o cambie de canal para ver alguna de las 1200 repeticiones de La ley y el Orden. Amargo.
Post 2

La serie inglesa Downton Abbey llegó a Latinoamérica cuando se encuentra ad portas del final de su segunda temporada en Reino Unido; el público latino ha recibido esta historia con moderado entusiasmo. Sin embargo, los que hemos tenido la oportunidad de verla, sabemos el porqué ha recibido los mejores comentarios por parte de la crítica de todos los países donde se ha presentado. Aunque su contenido parece superficial, el planteamiento de los personajes, y las dinámicas sociales, es profundo; termina uno por hacerle barra a tal o cual personaje. El guión plantea historias disimiles que convergen de manera magistral. Vale la pena verla para entender  el periodo histórico en que se enmarca Dowton Abbey (1910-1920).


Deliciosa.
Post 3

Los  remakes de las películas que vimos en nuestra infancia nos asustan un poco por lo que significan: que estamos envejeciendo. Pero retomar una franquicia como la de Spiderman, tan sólo una década después, para iniciar un nuevo ciclo de películas, fue apresurado. Sé que el comic cambió su estética y presentación y que, en procura de nuevos  fanáticos, el estudio decidió hacer la película con el nuevo formato. Cambiaron el protagonista (Tobey Maguire salió insoportable en la tercera entrega  de la trilogía) y lo reemplazaron por un actor más delgado, poco carismático y poco conocido. También cambiaron la estética de la ciudad y el tono del film es mucho más intenso y ágil, pero no sé si ésta nueva entrega podrá quedarse en el alma de los miles de fanáticos del Hombre araña. Insípida.
Twitter: @leonardopineda