Post 1: Primero se acaba el helecho que los marranos, mientras haya público que vea y se apasione por determinado tipo de programas, pues es obvio que los canales propendan la creación, difusión y comercialización de los mismos. Me inquieta sobre manera es que esa realidad de show sea mucho menos dramática que la realidad normal, la de los noticieros, la de todos los días. Esa realidad en la que nos encontramos con las más aberrantes noticias, los casos más violentos, la corrupción desenfrenada o la justicia inválida de nuestro mundo cotidiano. Yo le tiro duro a los realities, pero a veces pienso que es hasta mejor que la gente se vaya contra Manuela o Martín, que al fin y al cabo son simplemente figuritas momentáneas, a que todos nos enervemos con el procurador, los ministros o el mismísimo presidente. Todo, programas y noticias, entran por el mismo medio televisivo que nunca deja de estar activo en todas las casas y locales comerciales del mundo, sólo que las características y acciones de algunos protagonistas de la realidad no afecta generalmente el ir y venir de una nación. Todos los líderes políticos del mundo saben que la televisión es una caja de Pandora doméstica, que se abre al antojo del espectador y que crea una opinión sobre la opinión que han dejado los dueños de los medios. Somos entonces como unas marionetas que se dirigen hacia el abismo empujados por lo que queremos creer, eso es sin duda lo aterrador. No falta entonces quien critique mi blog por ser frívolo y poco profundo, pero la verdad lo prefiero así, ya tengo muchos colegas calvos y arrugados de tanto pensar.
Post 2: La tapa de las tapas de todas las tapas de Protagonistas fue meter de nuevo a todo perro y gato, gordas y flacos, que salieron del show. De verdad que eso está más cansón que el final de La traicionera que nada que se da. Ya es suficiente, realmente, ya el palo no da más y es necesario que se finiquite el asunto porque estamos hastiados de los lloriqueos de Edwin y de la petulancia arrogante y fingida de Manuela. Ya no más Mauricio en la playa, que se venga para Colombia a seguir de «aventurero» y deje de hablar tanta babosada, que se traiga a Pierine para que deje de quejarse y se echen al bolso a Sergio, que se cree Rockefeller. ¡Qué pereza!
Post 3: Pero lo que si da pena es que en Gran Hermano pretendan pasar por alto el escándalo mediático de uno de sus concursantes respecto al maltrato al que ha sometido, supuestamente, a varias parejas. Ese lo que necesita es un tipo bien grande que lo pare y le enseñe que a las mujeres no se les pega. Me pregunto ¿será que para poder participar en estos programas se debe tener un comportamiento cuestionable o será que los colombianos somos así?