Como buen televidente no deja uno de asombrarse de la gran difusión que todos los medios le han dado al Acuerdo de Paz, cuya mesa de conversación se trasladó hasta Oslo para hacer de esta fría ciudad un referente a la paz del tropical país suramericano ahogado entre fusiles y una guerrilla injustificada. Más asombroso aún poder detallar la incomodidad de los asistentes a dicha actividad, todos se veían como fuera de lugar mientras los unos y los otros argumentaban sus puntos de vista. Pero el descaro al que llega la guerrilla en su discurso es absoluto; no es posible que se use de una manera tan grotesca toda la exposición mediática para hacer parecer el grupo terrorista de las Farc como un estamento político; cualquier extranjero que escuchó al guerrillero Iván Márquez podría pensar que funcionan como una oficina de servicio social, pero nosotros, los que nos untamos a diario de la porquería de sus acciones sabemos a qué nos enfrentamos. El señor De la Calle puso los puntos sobre las íes ante semejantes planteamientos tan ridículos, pero se le notaba a leguas la molestia que le generó la intervención del grupo terrorista que busca limpiar y mantener una imagen ante la opinión internacional. ¡Qué arrogancia la de los guerrilleros! Encima vienen a pedir la presencia de Trinidad como si el gobierno norteamericano fuera pendejo para ceder ante semejante presión. La paz debe nacer de la verdad, ese maquillaje absurdo de una lucha comunal es falso y todos lo sabemos, reconocer las malas acciones puede en parte mejorar la percepción que los demás tenemos, pues al menos demostrarían un leve arrepentimiento y a partir de ello alguna mínima simpatía que nos lleve a creer que verdaderamente hay un interés por ese dialogo que se quiere edificar.
Queremos una Colombia libre, es un sueño de siempre, pero una realidad tan complicada que sinceramente le hace perder a uno la fe. Porque es que no sólo es la guerrilla la que nos tiene tan mal, pero sin ella podríamos hacerle frente a las otras enfermedades que tiene nuestro país como la corrupción administrativa, la debilidad en la justicia y la sordera gubernamental, así que ojalá este nuevo intento por la paz no se vaya a quedar en una nueva payasada y que verdaderamente se fomente un camino de conciliación… pero la verdad, hay que ver para creer.