Cuando este servidor era un niño (no hace mucho, la verdad), los ciclistas colombianos eran considerados unos verdaderos héroes: eran un ejemplo de vigor, fortaleza, capacidad, entrega y valor. Todo se paralizaba cuando se estaba corriendo alguna de las competencias ciclísticas en cualquier lugar del mundo; ahí estaban ellos, los «escarabajos» siempre dando la guerra al resto de sus colegas. Como siempre, no faltaba la entrevista a la abuelita de alguno o a la tía para preguntarles que con qué los alimentaban y casi todas contestaban: Panela. Yo no entendía como semejante producto, totalmente alejado de mi gusto personal, podría ser tan imprescindible para estos guerreros en caballitos de metal. Por más energía que necesitara no me pasaría un litro de este preciado producto a pesar de haberla mordisqueado directamente de la alacena de mi casa. En fin, la panela era pues la base alimenticia de los ciclistas de los ochenta; más que eso, era el doping colombiano totalmente natural e imperceptible en las pruebas de sangre.
De un momento a otro los colombianos dejaron de ocupar los primeros lugares de las competencias pero hoy en día ya comprendemos todo pues gracias a los controles estrictos en las carreras descubrimos que los demás ganaban a punta de drogas sofisticadas que los hacían casi unos supercampeones. Me sacudo la camisa ante el señor Amstrong y los otros porque de nada vale ganar a punta de esteroides sintéticos, miren no más como terminó tanto triunfo y tanta champaña, tanta camiseta de pepas rojas sin que sintieran en sus piernas el verdadero rigor de la montaña por encontrarse totalmente drogados. Si señores, por eso estamos volviendo a ganar, porque sus droguitas no eran tan buenas y le ganaban con ventaja a nuestra adorada panela. Volvamos entonces a entusiasmarnos con el poder y la fortaleza de Rigoberto Urán, volvamos a ver las etapas y a emocionarnos con los nuestros porque al menos sabemos que estamos luchando de igual a igual, volvamos a gritar de alegría porque nuestros triunfos no son robados y nuestra victoria es auténtica y los otros, pues que… Live strong!