Los que hacen imposible una revolución pacífica harán inevitable una revolución violenta.
John Fitzgerald Kennedy (1917-1963) Político estadounidense

No se puede ser ajeno a realidad de nuestro país, no podemos  negar que es preocupante como día a día se van enardeciendo los ánimos de los compatriotas ante las miles de situaciones que demuestran que el cansancio y la angustia se están apoderando del pueblo colombiano. La situación se hace muy difícil en la medida que al tiempo que surgen los problemas las soluciones son cada vez más distantes. Pero  ¿qué es lo que busca esta aparente revolución democrática? Pues los mismos objetivos  imposibles que se han fijado los pueblos durante toda la historia de la humanidad: Libertad, seguridad y  mutualidad. 

Esa mutualidad de la que hablo tiene que ver más con el desarrollo independiente de cada  una de las partes que conforman la escena social, los actores del conflicto están desarrollando a plenitud su papel, pero el guion no está llevando a ninguna parte. El final de este drama social es cada vez más difuso, más confuso, más lejano. Si nos detenemos a analizar cada una de las escenas que en este momento se ejecutan,  nos encontraremos con  escenarios  demasiado complicados para ser comprendidos desde el dialogo o el entendimiento, pero demasiado sensibles para ser resolutos desde la violencia y el enfrentamiento.  No existe un punto medio, no tenemos  un equilibrio que  nos de las opciones acertadas  y reales;  es momento de actuar desde  y para los extremos, aprovechar la coyuntura  para delimitar de una vez por todas cada  uno de los matices que finalmente  nos devuelvan la paz y la tranquilidad.  Esos extremos  deben especificarse desde la óptica del bienestar común y del interés general,  pasando por alto  los requerimientos particulares en pro de los generales. Todos queremos  una solución, pero  al tiempo las soluciones  ofertadas terminarán beneficiando a unos y perjudicando a otros. Parar todos los procesos de dialogo y negociación en todos y cada uno de los estamentos nacionales podría  mostrarnos una generalidad  en la que  se puedan determinar realmente los puntos álgidos en los que debe centrarse  la consecución de soluciones  efectivas.
Si queremos la paz, debemos dejar atrás la guerra, para dejar la guerra debemos lograr la equidad; la equidad solo se logra a través de la confraternidad, del reconocimiento del otro y de sus necesidades; reconocer a los demás solo es posible a través del auto conocimiento y la auto evaluación; autoevaluarse significa  reconocerse e identificar las fallas que se tienen y los talentos con los que se cuenta… pero para ello necesitamos  tener tiempo y esta guerra nos lo está quitando. Este eterno retorno, este círculo que se repite y se repite debe tener algún  punto en el que deba desviarse para poder  cambiar, un punto en el que  el conocimiento de las partes  y de la forma en que engranan  las mismas, proporcione luces para alcanzar  los objetivos colectivos antes que los individuales; pero mientras las partes sigan negando  su culpa o su participación  se seguirán cobijando con la manta de la indiferencia  y esa es  la que nos priva de la luz de la verdad. Colombia colapsa, nuestro país está  cubierto de fallas e inconvenientes y contrario a lo que algunos creíamos… ¡no hay con quien!
@leonardopineda