“Cuando se es joven, se es joven para toda la vida”
Pablo Picasso
Estuve el domingo en una fiesta infantil, el cumple de mis sobrinas y como estoy bastante familiarizado con este tipo de eventos, pues me pareció que todo estaba súper bien. Pero en un momento me di cuenta que los niños estaban absortos en una historia de bullying, pero no en la televisión ni en los computadores… en un teatrino! Completamente concentrados en los títeres estaban haciendo parte de algo que captaba totalmente su atención y ver esa mirada expectante ante lo que sucedía, me hizo pensar que como padres y adultos somos nosotros los que les hemos quitado esa magia infantil que la dan ciertos juegos y actividades. Con mi amigo Pirri llegamos a la conclusión de que somos los culpables de que nuestros pequeños se hayan vuelto tan adictos a los aparatos electrónicos. No voy a negar la importancia que mi teléfono tiene para mí o mi computador y no es sólo por trabajo (como muchos lo justificarían), también para reírme y chismear como lo hacemos todos. Tengo redes sociales, subo fotos, comparto artículos, veo videos; es lo normal. Pero también sé y soy consciente que debemos despegar los ojos de la pantalla. No me las daré de anti tecnológico porque vivo agradecido por haber sido partícipe de este importante cambio que la tecnología ha tenido en las últimas décadas… pero ¿y si les quitamos la oportunidad a los pequeños de haber disfrutado más esas cosas tan simples que hacen que la vida sea maravillosa e inolvidable?
¿Cuándo hemos vuelto a jugar con ellos? ¿Cómo podríamos recuperar ese contacto? ¿Retener ese salto de alegría y ese aplauso a los personajes de telas que ocultan una mano y que sin embargo les contaron todo un cuento? ¿Les hemos vuelto a leer historias antes de dormir? ¿Será que somos culpables de quitar alegría, sudor y sueños por no jugar más? Está bien que exista la televisión infantil y no hace poco les escribí sobre ello, pero ¿será que el mundo necesita más muñecos de tela y papel que creaciones digitales?
Y no es un asunto de nostalgia, a mí la nostalgia me parece como la abuela triste de los recuerdos. Es más esa memoria que llega recordando los Muppets o Plaza Sésamo, incluso el Tesoro del saber o Los Dummies. Entonces yo también justificaba que los niños de ahora piensan diferente y ven el mundo diferente, pero es mentira: nosotros les cambiamos el mundo. Estamos aún a tiempo de movernos más y traer a nuestro presente esas cosas maravillosas que en el pasado nos hacían reír a carcajadas, tanta alergia es porque ya no rodamos con los niños por los prados y tanto miedo es porque dejamos de explorar cuevas desconocidas que en la imaginación se llenaban de piratas y tesoros escondidos. ¿Ya cuantos en la casa hacen manualidades? Si hasta el programa de Discovery nos enseñó que podíamos tener un Art Attack!!! Ahora bien, ese sentido de culpa que tuve al principio lo cambio por otro, por la necesidad de hacer que nuestros niños sigan aprendiendo canciones, jugar con lo imposible, untarse de mundo, mojarse los pies y adorar esta vida en la que están empezando a descubrir y a conocer.
@leonardopineda