Una mañana de mayo de 2014, en plena pretemporada antes de viajar a cubrir el Mundial de Fútbol de Brasil, un compañero de la redacción del periódico pidió que le adelantaran algo de los meses de sueldo que le debían para abonar a la pensión en el colegio de su hija. En la plantilla, de común acuerdo, se decidió que del próximo dinero que entrara se cubriría, antes que nada, esa necesidad en particular. Los demás, así no pudiéramos esperar más, aceptamos hacerlo.

La solidaridad era el único capital que nos quedaba, pues el proyecto ya no tenía fondos, casi que no tenía ni fe. De los accionistas ni la cara, ni la sombra, ni la firma, ni los cheques…

Juan Alberto Castro (hoy presidente de la Asociación Colombiana de Industrias Licoreras, Acil), José Antonio Mutis Perdomo (ex cónsul de Colombia en Hong Kong), Lucas Jaramillo (ex futbolista profesional) o Hernán Sanín Posada, (ex superintendente de Vigilancia y Seguridad Privada) eran algunos de los miembros de la junta de accionistas de Marca Información Deportiva Colombia S.A.S., como consta en el certificado de existencia de 2015 de la Cámara de Comercio de Bogotá que está al final de esta nota. Todos de apellidos rutilantes, de clase, de trayectoria, de familia, de prestigio. Apellidos también frecuentes en pleitos, denuncias e investigaciones judiciales.

Volviendo a aquel día de mayo, ya en la tarde, el gerente confirmó que había ingresado pauta y que de ahí saldría, no sólo el dinero para que nuestro compañero pudiera abonar la pensión en el colegio de la hija, sino también el pago de uno de los dos meses atrasados que nos debían a todos. Hasta festejo para esa noche se había programado debido a la buena noticia. ¡Eso era mejor que ver a Colombia en el Mundial!

La modalidad para convertir en efectivo el dinero de publicidad era sencilla: los anunciantes entregaban una factura por el valor de la pauta para que el medio la cobrara 15, 30 o 60 días después de publicado el anuncio en cuestión. Pero debido a la urgencia y para no esperar a que se cumplieran esos plazos, era común que ese tipo de facturas se las quedaran los socios, en este caso Lucas Jaramillo, quien dijo que aportaría el dinero correspondiente en metálico y luego, cuando llegara el momento, haría efectivo el cobro al anunciante. Para él era tener un cheque al portador. No tenía pierde.

Sin embargo, una jugada suya, más elaborada que las que hacía en sus mejores épocas con Santa Fe, le regresó las caras largas a la redacción: aprovechó esa factura y se cobró por derecha una cuenta pendiente que la junta de accionistas tenía con él. Con las vueltas, apenas alcanzó para pagar medio sueldo a los que cobraban menos. El resto, en blanco.

Me provocó un poco de risa hace unos meses cuando Jaramillo posó de hombre de familia, recto y ejemplar, arrepintiéndose de llevar a su hijo al estadio por todas las groserías que escuchó en la tribuna. No se arrepiente, eso sí, de cobrarse a traición dineros que eran para pagar los salarios de los periodistas, de sus colaboradores. Supongo que entre los empresarios a ese tipo de movidas le llamarán gajes del oficio, cosas de negocios. Ven cifras en lugar de personas.

Al final, no quedó más remedio que el cierre. Las trampas, mentiras e informes maquillados que se circulaban entre los miembros de la junta de accionistas los convirtió en un grupo de mercenarios. A esas alturas nadie confiaba en nadie. Los planes de invertir salieron por la misma puerta que las promesas de pagar los salarios y la seguridad social atrasada de los empleados de planta, corresponsales y demás colaboradores.

De nada sirvió pedir ayuda al Ministerio de Trabajo. Sus funcionarios repetían como un himno bien repasado, la paradoja con la que la entidad se explica a sí misma en su portal web: “El Ministerio de Trabajo no está concebido para apagar incendios, sino para construir acuerdos, promover el empleo digno, proteger los derechos de 22 millones de colombianos en capacidad de trabajar, construir más y mejores empresas, fomentar la calidad del talento humano y buscar que en Colombia no haya un solo trabajador sin protección social”. Hago un punto y aparte para esperar a que se me pase la risa.

En ese momento, bajo la administración de Rafael Pardo, el Ministerio no pudo hacer más que recomendar una conciliación con los accionistas para tratar de convencerlos de que pagaran los salarios atrasados, las primas, y todos los meses sin seguridad social ni aportes parafiscales. Leyendo el artículo 7º de la Ley 828 de 2003 me vuelve el ataque de risa. “(…) El empleador que argumentando descontar al trabajador sumas correspondientes a aportes parafiscales no las remita a la seguridad social y, al ICBF, Sena y Cajas de Compensación Familiar, cuando a ello hubiere lugar, será responsable conforme las disposiciones penales por la apropiación de dichos recursos, así como por las consecuencias de la información falsa que le sea suministrada al Sistema General de Seguridad Social”.

En cualquier país decente, con un Ministerio decente, lo que los Castro, Jaramillo, Mutis, Sanín y compañía hicieron sería un delito. Acá, en nuestra querida Colombia, es una anécdota de un grupo de empresarios que fracasó en un emprendimiento aprovechando la figura de las famosas Sociedades por Acciones Simplificadas, S.A.S.

Castro seguirá moviendo influencias con desayunos en el Club El Nogal para que no prosperen las demandas en su contra, como las que han instaurado empleados de la liquidada D’Vinni o del mismo Diario Marca Colombia. Mutis, por su parte, estará ocupado tratando de limpiar su nombre de investigaciones judiciales, como en la que aparece en la cadena de compradores de la hacienda Jesús del Río, de 1.985 hectáreas y ubicada en Zambrano (Bolívar), que estaba bajo custodia de la Dirección Nacional de Estupefacientes (DNE) luego de ser incautada a ‘Micky’ Ramírez, exsocio de Pablo Escobar.

Hoy, un año y medio después de dejar de circular, apenas queda el recuerdo de los 60 mil ejemplares iniciales, y de los 2.500 con los que terminó, de los 48.198 seguidores en Twitter, de la expectativa con la que aterrizó en abril de 2013 la cabecera deportiva más leída en español o del lanzamiento por todo lo alto con Vicente del Bosque y José Pékerman a bordo.

Del equipo de redactores y diseñadores, afortunadamente un gran porcentaje ya está ubicado, otro tanto migró por necesidad a diversos oficios, y algunos aún siguen buscando qué hacer…