ADVERTENCIA: este texto puede herir la susceptibilidad de los lectores. Se recomienda leerlo en compañía de un adulto responsable.

Ella vivía en el silencio de los inocentes. Un lugar oscuro, frío y solitario, pero donde su secreto estaba a salvo. Y donde ella también se sentía protegida. Hace años que había llegado allí, arrinconada por las circunstancias. Obligada. Exiliada por el pasado.

Por mucho tiempo salir no fue una opción. Dar un paso al frente era darlo en falso. Y así ocurrió. En Colombia la desgracia de unos es el entretenimiento de otros. Uno vive como entre una arena siempre humedecida por la sangre, y tratando de adivinar la puerta por la que saldrán los próximos leones de este circo romano llamado país.

Una confesión –un desahogo- personal se convirtió en un tema de pasillo. El sentido de solidaridad quedó enterrado bajo las huellas de aquella estampida de cazadores de brujas. La hoguera sigue ardiendo en medio de una sociedad que espera el olor a carne quemada. Eso es lo que más importa ahora. Incluso más que ella…

Periodistas, medios de comunicación y público en general avivan el fuego con la compra y venta de clics en los portales de Internet. Titulares morbosos, faltos de rigor y escritos con el deseo.

Usted no es la excepción, lector. Ni yo. Un anzuelo básico, fácil, predecible –“Sé quién la violó”- bastó para que llegáramos hasta acá. Qué vergüenza en lo que nos hemos convertido.

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