Bienvenidos al país del fracaso. Acomódense, pues, porque el espectáculo no demora. En Colombia, el show es puntual. Cada león en su silla, por favor, que en cualquier momento cae la presa sobre la arena de este circo que se hace llamar hinchada.

Somos una opinión pública sin opinión. Acá, en cada derrota se bautiza a un nuevo fracasado. A todos les ha tocado (y les tocará). Falcao García o Nairo Quintana –dos de los mejores deportistas de nuestra historia- se han levantado un día como símbolos patrios y se han acostado como exiliados por un resultado adverso. Como si ganar fuera fácil. Como si se pudieran encontrar enrollados en la esquina los más de 200 goles marcados en Europa por Falcao o los 16 títulos de Nairo en carreras de primer nivel.

El grueso de los seguidores del deporte colombiano se comportan como eso: seguidores. Van detrás del resto, repitiendo tópicos, retuiteando memes o insultando en coro. Hablar sobre deporte es entrar en combate. Siempre habrá alguien atrincherado esperando la derrota del osado al que se le ocurrió cambiar su historia, dejar la pobreza atrás (o dejar la comodidad, como Mariana) y dedicarse a lo que le gusta al mismo tiempo que se gana la vida. O le gana a la vida.

Para esta tribuna si no se gana no sirve. En algún momento de nuestra historia nos volvimos tan ganadores, tan de la alta sociedad deportiva del mundo que el mérito de competir entre los mejores dejó de serlo.

Una clase de grandeza dan los alemanes. Le renovaron contrato al técnico de su selección de fútbol luego de quedar eliminados en la primera ronda del Mundial. ¡Ellos, que llegaron como campeones! Acá, al parecer no se acuerdan que tocó hacerle fuerza a Brasil tres veces seguidas hasta que llegó esta generación con José Pékerman para estar entre los 32 mejores. No faltan los que digan que hoy el mejor es el campeón –Francia- y los demás son 31 fracasados –Croacia, Bélgica, Inglaterra…-.

Listos los reflectores. Silencio el público. ¡El que sigue, por favor! ¿Quién está de turno? ¿Nairo, Rigoberto, James, Falcao, Mariana, Caterine? A ver quién falla en el intento, que acá estamos, para hacer de su resbalón nuestra mayor hazaña. Creo no equivocarme cuando pienso que el fracaso del deporte colombiano es la opinión pública, un conjunto de opinadores desinformados, sin criterio ni proporción para la crítica.

Y los periodistas, que parecemos militantes de una causa distinta al periodismo, con el micrófono en una mano y la bandera en la otra, solemos no distinguirnos de los hinchas. Ese es nuestro fracaso.

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