Hace algunos días surgió otro
estudio que concluyó que ya no lideramos este prestigioso ranking. ¡Qué
absurdo! Es un exabrupto pensar que esta tierra rodeada de dos mares, con todos
los climas, miles de especies en fauna y flora y, sobretodo, con mi gente linda,
mi gente bella, ya no sea considerada la más feliz. Si somos muy felices
viviendo apenas con pequeñísimos problemas de corrupción, violencia,
desigualdad, desplazamiento forzado y miseria. ¡Puras nimiedades!
Me cuesta asimilar que un
ciudadano de algún país nórdico pueda ser tan feliz como nosotros. Seguramente
tendrá un ingreso per cápita de alrededor de 90.000 dólares. Puede acceder a
servicios de salud y educación con los más altos estándares de calidad. Se
siente seguro en su casa, barrio o incluso en el transporte público, pero,
especialmente, confía en sus dirigentes pues el Estado de bienestar que lo
gobierna trabaja para todos.
¡Qué va! No tiene esa
chabacanería colombiana, esa sabrosura que tenemos los latinos y que nos caracteriza
por la sonrisa que sale del corazón y las lágrimas que nos brotan del alma cada
vez que gritamos ¡Este es el mejor vividero del mundo!
Por eso me tomé el trabajo de
contactar a quienes hicieron ese estudio para protestar por semejante falsedad
de investigación. Y adjunté las pruebas necesarias para tumbar ese esperpento. Exigí
disculpas públicas ante el país y ante los colombianos felices que se sienten
estafados.
Personalmente hablé con varios
colombianos de bien para que me dieran sus argumentos a la hora de definir por
qué Colombia era el país más feliz del mundo. Hice una pequeña muestra con un
senador, un ministro, un concejal de Bogotá, un contratista del Estado, un banquero,
un gran ‘polémico’ empresario, un presidente de una multinacional y un
campesino.
¡Qué mejores representantes que
nuestros padres de la patria y sus amigos! Aquí apartes de las entrevistas:
Señor ministro, cuénteme por qué
Colombia es el país más feliz del mundo…
¡Este país es una maravilla! Yo
vengo del sector privado que maneja grandes negocios en inversiones
multimillonarias en el país. Como soy amigo del presidente, él me nombra a dedo,
más por mis habilidades para hacerle millones a mis amigos y los amigos de él,
que por mis estudios y real conocimiento del cargo. Uso todo mi conocimiento en
esta posición para beneficiarlos a ellos, más que a Colombia en general. Incluso
uso información confidencial para ayudar a mis familiares y amigos muy cercanos
para que compren tierras muy baratas, así estas tengan varios muertos encima.
¡Qué importa!
Lo clave es aprovechar el ‘papayazo’. Este es el gobierno de la
prosperidad para pocos, digo, para todos. Y una vez salga del gobierno, evado
la llamada puerta giratoria y me voy a dirigir una de esas grandes empresas que
tanto beneficié cuando era ministro. Manejamos Colombia como una gran finca con
muy pocos patrones y millones de empleados. Y trabajamos para que eso sea así
por muchos años más. ¿Puedo pedir ser más feliz?
Y usted, señor senador ¿Qué opina
de que seamos los más felices?
Obviamente es verdad mi querido
amigo elector. ¿Usted cuándo ha visto un congresista pobre? A nosotros nos
pagan todo, pero no contentos con eso, buscamos hacer alianzas con otras
entidades del Estado para enriquecernos aún más o nombrar familiares o amigos en
cargos públicos y asegurarnos los voticos. Mire, por ejemplo, mi caso. Yo un
día puedo reunirme con una comunidad en una iglesia y asegurarme los voticos de
sus fieles por presionar que no se aprueben leyes que favorezcan a la comunidad
LGTB. Y días después me reúno con la comunidad LGTB para decirles que apoyaré
sus demandas.
Soy un perfecto camaleón y aun así sigo legislando. Nada pasa. Me
quedo feliz en el cargo. Supo usted, mi querido periodista, que el Consejo de
Estado nos redujo el sueldo a los congresistas. ¡Qué falta de respeto!
¡Descarados y desconsiderados! Como si nosotros no trabajáramos duro para sacar
esta gran nación pujante y próspera. Afortunadamente tenemos un presidente más
pendiente de su reelección que del país, entonces expide un decreto que nos
deja el mismo salario de antes.
Chantajeamos al presidente y este como necesita
votos y se le acabó la lechona, cumple nuestras demandas. Esto se llama
Felicidad. ¿Y usted ya sabe por quién va a votar? Le tengo el negocio.
Señor banquero, asumo que usted también
asegura que Colombia es el mejor vividero…
¡Por supuesto! ¿Qué banquero no
es feliz en un país que le permite cobrar por todos sus servicios? Nuestras
tarifas están entre las más altas del continente. Como usted sabe nosotros no
nos conformamos con las suntuosas ganancias que obtenemos en repúblicas
bananeras, perdón, democráticas.
Somos tan felices aquí que nunca entraremos en
paro, ni bloquearemos carreteras, por la sencilla razón de que si nos quebramos
el Gobierno siempre va a estar dispuesto
a salvarnos. Como ellos trabajan para nosotros, les mandamos a crear otro
impuestico estilo 4 por mil y listo. Eso sí, estamos muy bien regulados y
vigilados por la Superintendencia Financiera. La misma que vigiló a Interbolsa.
No nos interesa que el país se desarrolle, porque llegaría más competencia y
tendríamos que bajar tarifas. Aquí los colombianos manejan muy bien el control
remoto del televisor, pero no saben usar una tarjeta de crédito. ¿Y quién se
beneficia con esa ignorancia? ¿Más felices para dónde?
Por ahora todos los entrevistados
me dicen que este país es una belleza. Y usted, señor Concejal de Bogotá, ¿Qué
opina de Colombia como el país más feliz?
Es una verdad irrefutable.
Dígame, ¿En qué ciudad además de Bogotá puede un concejal envuelto en graves
delitos contra el erario seguir legislando como si nada pasara? Yo estoy metido
desde hace varios años en el cartel de la contratación, cobrando mis
comisiones, votando por proyectos que me benefician o a mis familiares. Robando
tranquilamente desde mi silla de concejal, pero la Fiscalía ni se inmuta.
¡Esta
es la ciudad más feliz del país más feliz del mundo para ser concejal!
Y hablando de concejales y
senadores, ahora le pregunto señor contratista del Estado ¿Usted también es
feliz aquí?
¡Clarísimo! Ser contratista del
Estado es uno de los mejores negocios que hay. Especialmente si usted tiene
alguien adentro que le bote contraticos ¿Me entiende? un senador, un concejal alguien
que sepa cómo es el negocio, socio. Eso sí, estos cobran duro por soltar
contratos a dedo, entonces se nos va una buena tajada del presupuesto pagando
estos favores.
Por otra parte, en Colombia es más negocio demorar las obras,
para cobrar más, que terminarlas en el plazo estipulado. Y si un día me
atrapan, negocio con la Fiscalía. No más de cinco o seis años en la cárcel, me
invento que tengo una enfermedad para que me den casa por cárcel, con Direct TV
e internet de alta velocidad. ¿Qué más puedo pedir para ser feliz en este país?
¡Ah!, y no tengo que devolver nada de lo que me robé. Me declaro insolvente y asunto
solucionado. Mi ídolo es la gata Enilse López. Con todo el prontuario criminal
que tiene, condenada a más de 30 años de cárcel por homicidio, y aun así le
siguen dando contratos.
¡Viva la gata! ¡Viva Colombia hp!
Definitivamente me convenzo que
Colombia es un paraíso. ¿O no, señor presidente de multinacional?
Efectivamente. Yo dirijo una
multinacional hace varios años en este país y más felicidad no podemos pedir.
Con el cuentico este de la confianza inversionista llegamos atraídos por los
recursos naturales que aún después de 200 años de explotación siguen saliendo.
Lo
bueno es que millones de colombianos no saben todo lo que tienen, pero nosotros
sí. Y para serle sincero, no es que este país nos parezca una maravilla, sólo
que la regulación es tan laxa o incluso nula que podemos hacer lo que se nos dé
la gana. ¿Ha visto, por ejemplo, como grandes farmacéuticas cobran hasta 100
veces más por un medicamento si lo compara con otros países? ¿Quién ha ido
preso por eso? Nadie.
O mire el caso de algunas mineras cuando ocasionan daños
ambientales. Ahí siguen. Porque nuestro poder es tan grande que el Gobierno,
más que un ente regulador, es el amigo bobo. Sí, ese amigo del que todos nos
aprovechamos. Por eso detrás de cada frase de publicidad que tenemos como: «Creemos
en el país», hay más un interés por los bajos salarios que se pagan aquí, el
poco control estatal y sobre todo lo fácil que es comprar funcionarios públicos
y acomodar la ley a nuestro favor.
Me están convenciendo.
Definitivamente, este sí es el país más feliz. ¿Tiene algo para decir señor
campesino?
Yo no creo que este sea un país
feliz. Para mí este es un país de mierda. Tenía mi parcela donde cultivaba maíz
y criaba algunas gallinas. Un día llegaron unos representantes de empresas
grandes a que les vendiera la tierrita. Me negué. Ellos aducían que iba a ganar
más dinero y prosperaría, pero yo no quería eso. Era feliz así.
Tiempo después
llegaron los paramilitares y me desplazaron. Mataron a mi hijo mayor porque no
se quiso ir con ellos. Lo descuartizaron. El cuerpo nunca apareció. Salí
desplazado hacia una ciudad grande, donde tuve que dormir en la calle con mi
mujer y mi hija. Pedir limosna en los semáforos ante la mirada indiferente de
todos. Así estuve varios años esperando alguna solución, y viviendo en la
miseria.
Luego supe que mi tierra estaba en manos de una multinacional que la
compró ‘de buena fe’ y que no sabía que
había sido despojada. Ahora quiero volver, pero nuevamente aparecen las
amenazas de muerte si regreso. Han matado a muchos líderes de restitución de
tierras. Es una situación muy miserable para alguien que solo quería sembrar
maíz y criar gallinas.
Soy muy infeliz en este país.
Lo peor de todo es la
indiferencia. Cuando digo que soy infeliz, me dicen amargado, apátrida, que por
qué no me largo del país si no me gusta este muy buen vividero. Hasta me han
dedicado canciones como la de un tal grupo chileno Los Prisioneros. ¿Por qué no
se van?
¿Ha intentado hablar con el
Presidente Santos?
Un día le mandé una carta
contándole toda mi historia. Pero se limitó a responder: Ese tal campesino
infeliz NO existe.
¡QUÉ LEJOS ESTAMOS!
Sobre el autor de este blog:
LuisÉ Quintero
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