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Hola, comparta con nosotros una divertida mirada sobre el oficio de entrevistar. Escuche y diviértase tanto como nosotros con estos audios

Los estrellas. Una enfermedad muy común entre los periodistas es el «ombliguismo». Se sienten el centro del mundo, se hinchan como pavos cuando tienen un micrófono delante, se creen estrellas.

Estos vanidosos, estas engreídas, hablan más que el entrevistado. En realidad, la entrevista les importa poco y el entrevistado menos. Ellos quieren lucir su voz, llamar la atención, ponerse en primer plano, demostrar lo mucho que saben.



Los nerviosos. Los nervios se pegan como las pulgas. Si la entrevistadora está tensa, si al entrevistador le tiembla la voz, la persona entrevistada también se pondrá nerviosa. Si quien entrevista está inseguro, el entrevistado también perderá el piso.

Controla los nervios. Respira bien. Respira profundamente para que el aire limpio llene tus pulmones. Recuerda que los nervios son como perritos que ladran pero no muerden. No les haga caso.

Quien entrevista debe crear un clima de confianza con la persona entrevistada. Antes de sacar la grabadora, antes de salir al aire, es bueno hablar de otras cosas que sirvan para romper el hielo, para soltar la lengua.

Ni estando de pie ni sentado, nunca te pongas frente a frente con el entrevistado. Es más cómodo para él (y también para ti) si te colocas de medio lado, como haciendo un ángulo. Tampoco le claves los ojos ni le metas el micrófono en la boca. Todo esto crea tensión en la entrevista.



Los sordos. Muchos entrevistadores, al terminar la entrevista, no saben lo que ha dicho el entrevistado. No lo escucharon. Estaban pendientes únicamente de sus preguntas o de cómo sonaba su voz. Son tan sordos que, a veces, ni escuchan el nombre de la persona a quien entrevistan.

Pon la máxima atención a las respuestas del entrevistado. Escúchalo. No andes pensando en la próxima pregunta que le vas a hacer.

La mayor habilidad de un entrevistador o entrevistadora consiste en descubrir en cada respuesta algo que dé pie para la siguiente pregunta. Fíjate en el siguiente ejemplo cómo la periodista va enlazando las preguntas con las respuestas:



Los cultos. Una entrevista no es otra cosa que un dialogo con preguntas y respuestas. Como diálogo que es, la mayoría de las pautas que sirven para hacer fluida y amena una plática, valen también a la hora de realizar una entrevista.

Pero, igual que en la vida cotidiana, en las entrevistas nos topamos con muchos engreídos, con muchas pedantes.

Estos entrevistadores «cultos» (o mejor dicho, que se las dan de cultos) sólo buscan ser admirados por los oyentes. El entrevistado, verdadero protagonista de la entrevista, es para ellos un simple pretexto.

Estos sofisticados del micrófono, estas vanidosas de la palabra, olvidaron la primera y más importante sabiduría: No hablamos para demostrar que sabemos, sino para que nos entiendan.



Los manipuladores. Algunos entrevistadores utilizan la entrevista para sus propios intereses, sean políticos, religiosos o económicos. Las preguntas que hacen son, en realidad, afirmaciones disfrazadas. Más que periodistas son manipuladores

Manipular la entrevista es hacer decir al otro lo que yo pienso. Es incluir la respuesta en la pregunta. Es formular la pregunta de tal manera que al entrevistado no le queda más remedio que darme la razón.

Quien entrevista no debe dejar escapar su opinión al formular las preguntas. Ni tampoco añadir comentarios personales a las respuestas que da el entrevistado.

Y esto, no por una falsa neutralidad, sino por respeto al formato que tú mismo elegiste. Después, en el editorial, o en el comentario, o en una revista, dirás y valorarás lo que quieras, incluso discreparás de las opiniones vertidas por el entrevistado. Eso después, en otro momento. Pero durante la entrevista, prevalece la opinión de la persona entrevistada

Si escuchas una respuesta que no compartes, muérdete la lengua y recuerda que tú estás representando a la audiencia y, como tal, no puedes empujar al entrevistado a pensar según tu parecer.



Los metralletasAlgunos entrevistadores fusilan a la gente con sus preguntas. Más que entrevista, parece un interrogatorio policial.

Esta actitud agresiva responde a un tipo de periodismo sensacionalista. Las personas entrevistadas, especialmente la gente humilde, son simples pretextos para ganar puntos de rating.

Respeta a tus entrevistados. Ellas y ellos son los protagonistas del diálogo, no tú. Además, no olvides que el micrófono se parece a una pistola. Mucha gente se asusta al verlo. No hay que meterlo en la boca del entrevistado, no hay que apabullar con los equipos técnicos. Más bien, trata de crear un ambiente cómodo para que el entrevistado pueda hablar con confianza y naturalidad.

Puedes comenzar la entrevista presentando a la persona que vas a entrevistar, ubicando el lugar donde estás, indicando qué tema vas a tratar.

Estos entrevistadores metralleta son especialistas en las «preguntas cerradas», las que se pueden responder con un «sí» o con un «no». Con estas preguntas habla sólo el entrevistador y el entrevistado se limita a afirmar o negar.



Los bobos. También conocidos como «periodistas pedestales» porque lo que mejor saben hacer es llegar a las ruedas de prensa, quedarse tiesos y mudos, y grabar las declaraciones que los demás colegas ya están grabando.

Cuando están haciendo una entrevista, piensan que su responsabilidad consiste en abrir el micrófono y dejar que el entrevistado hable hasta el cansancio… Estos abobados y abobadas permanecen pasivos, intervienen lo menos posible (por un falso respeto al entrevistado), no saben cortar, no preguntan, dejan baches… Se duermen con la grabadora. Y hacen dormir a la audiencia.



Las enredadas. Un error demasiado frecuente entre quienes entrevistan es la confusión. El desorden de ideas. El despelote mental.

Las causas de esto son variadas: no haber preparado la entrevista, no conocer nada del tema, estar pensando en otra cosa, creerse superior al entrevistado… Pero la consecuencia siempre es la misma: las preguntas enredadas.

A preguntas enredadas, respuestas más enredadas aún. Y la audiencia se queda sin entender de qué se está hablando.



Los profesionales. Hemos repasado nueve tipos de entrevistadores y entrevistadoras que tienen todavía mucho que aprender en esta profesión. Hemos visto a los estrellas, las nerviosas, los sordos, los cultos, los manipuladores, los metralletas, las despelotadas, los bobos, las enredadas… Es hora de preguntarnos quiénes son los verdaderos profesionales y cómo se hacen buenas entrevistas.

Comencemos diciendo que una entrevista es un diálogo basado en preguntas y respuestas. Como diálogo que es, la mayoría de las pautas que sirven para hacer fluida y amena una plática en la vida cotidiana, valen también a la hora de realizar una entrevista.

Pero la entrevista no es un diálogo así nomás. Implica un desequilibrio interno, exige que uno sea quien pregunte y otro quien responda. Esta relación entre quien entrevista y quien es entrevistado no se invierte en ningún momento. Si así fuera, si el entrevistador diera su opinión o comenzara a responder preguntas del entrevistado, cambiaríamos de formato, pasaríamos quizás a un debate o a una tertulia. Esta distinción de funciones es fundamental para lograr una buena entrevista y pone en su puesto al entrevistador que quiera lucirse. Aquí, el protagonista es la persona entrevistada.

Un diálogo con preguntas y respuestas. Parecería fácil entrevistar. Y sin embargo, no lo es. Estamos ante uno de los formatos que requieren de más experiencia para lograr dominarlo. Con sabia picardía contestaba el periodista chileno Jorge Timossi a sus estudiantes cuando éstos le preguntaban cómo hacer buenas entrevistas: Hacer antes muchas entrevistas malas.

Tomado de radialistas


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