Cartagena como su equipo de fútbol no está bien mentalmente, el engranaje no funciona y parece que le “falta un tornillo”, esto me hace acordar de otras épocas en las que la locura en la ciudad era más “bacana” y divertida, eso me hace acordar por ejemplo de Arturo Meza, mejor conocido como “El Loco Arturo” un personaje callejero conocido por expresarse con innumerables vulgaridades pero esto no era gratuito ya que respondía al ataque inclemente de estudiantes, vendedores ambulante y en general de la gente de Cartagena que no se cansaba de vacilarlo y bautizarlo con cuanto remoquete se les ocurría y que aprovechaba cuando algún evento o personaje estaba de moda para endilgarle al pobre hombre el apelativo en boga por lo que al amigo Arturo no le quedaba otra alternativa que responder con epítetos, improperios y frases de grueso calibre para contrarrestar las burlas de sus “adversarios” que eran media ciudad, una de sus características o particularidades era que no le gustaba calzar zapatos y andaba a “pata pelá” por todo el centro de Cartagena.
Hubo una época más amable en la que en la ciudad heroica los orates hacía parte del paisaje urbano, eran relativamente pocos pero gozaban del reconocimiento popular, la gente se sabía sus apodos y algunos conocían hasta apartes de las historias de sus vidas y especulaban con adivinar las causas que llevaron a estos personajes a caer “en desgracia” .
Rebuscando como lo hago, en periódicos de antaño he encontrado que en la Cartagena de antes de cierta manera se le tenía algún respeto a los dementes y siempre hasta hace pocos años hubo algún sitio que les sirviera de refugio a estos hermanos con padecimientos mentales, uno de los primeros de estos asilos quedó ubicado por los lados del Barrio España y más específicamente en el sitio o lote donde hoy se encuentra ubicada la sede de la Cruz Roja Seccional Bolívar, cuya nomenclatura actual es Calle 30 #44B – 44, en ese sitio se les brindaba cuidados a los dementes y se les proveía de techo, alimentación, de un uniforme que les servía de vestido y se les hacían regularmente limpiezas con el fin de mantenerlos en aceptables condiciones de higiene.
Pero como suele ocurrir en nuestra ciudad, todo lo bueno se acaba y de un momento a otro se clausuró este sitio y se adoptó la política de remitir al interior de país y más concretamente al en ese momento naciente manicomio de Sibaté, a todos los loquitos que “dieran papaya” en las batidas o redadas frecuentes que se realizaban para recoger “locarios” e indigentes y se cuenta que más de un borrachito, escopolaminado y hasta cuerdo con aspecto sospechoso fue embarcado en uno de los camiones dispuestos para el efecto y fue a parar con sus huesos a la población interiorana teniendo sus familiares que hacer peripecias para demostrar que el loco no estaba tan loco como parecía, además de que hubo más de un “falso positivo” en razón a que esos locos los pagaban ya que el desplazamiento en camiones hasta Sibaté implicaba para el contratista tener que suministrarle alimentación, algunos medicamentos y el lógico transporte que duraba varios días y esto obligaba al Gobierno Departamental al pago de unos emolumentos por orate los cuales estaban por el orden de los cincuenta a setenta pesos dependiendo de los cuidados y actividades realizadas en torno a cada paciente y como nunca falta el vivo, se llevaron a más de un bobo para hacerle honor al famoso refrán de : “el vivo vive del bobo”, en este caso del loco.
Después de que corrió mucha agua debajo del puente, regresaron las “vacas gordas” y administraciones más progresistas y por allá por el año 1951, se empezó a construir el Hospital San pablo de Cartagena, el que fuera dado al servicio dos años después, éste centro médico fue inicialmente el refugio de un puñado de pacientes tuberculosos trasladados del antiguo Hospital Santa Clara y fue creciendo en importancia gracias a la labor del Doctor Guillermo Valencia Abdala, nombrado como Director .
Con el paso de los años y con la llegada de medicamentos y procedimientos novedosos que prácticamente erradicaron la Tuberculosis, ésta enfermedad fue perdiendo preponderancia y los pabellones dispuestos en el Hospital San Pablo para el alojamiento de pacientes con dicho cuadro clínico, fueron dando paso al albergue de personas con otras dolencias y fue así como se fueron recibiendo progresivamente los enfermos del Hospital Santa Clara que agonizaba poco a poco y anunciaba el cierre definitivo de sus puertas.
En el año 1976, se dio al servicio el moderno Hospital Universitario construido prácticamente al lado del San Pablo y se dio un traslado masivo de enfermos al novedoso ente de Salud por lo que el Hospital San Pablo se fue quedando sin huéspedes por lo que se optó por empezar a regresar a los loquitos costeños recluidos en Sibaté para ahorrarse los costos de su tratamiento y a empezar a recibir a los “toteados” locales que producto de la aparición de novedosas sustancias psicotrópicas y el auge de la “Marimba” y otras hierbas ya empezaban a aparecer en mayor numero, como hecho especial se tiene que uno de los directores del hospital San Pablo fue Jaime Pastrana Arango, hijo del expresidente Misael Pastrana Borrero y que dentro de sus ejecutorias estuvo la creación de una unidad para drogadictos y alcohólicos pabellón al que se le denominó “El cóndor”, en razón a que uno de los benefactores y donantes para su construcción fue el Maestro Alejandro Obregón, pintor español destacado habitante de nuestra ciudad .
Y vino la nefasta Ley 100 y con ella los desafortunados cambios en el sistema de salud de nuestro ´país y el Hospital San Pablo se empezó a denominar con una nueva razón social Empresa Social del Estado ESE Hospital San Pablo de Cartagena, nombre con el cual tuvo que afrontar su peor época plagada de demandas, huelgas y tutelas hasta su liquidación final en el año 2007.
De esa última época fuimos testigos de excepción y fuimos testigos también del gran y abnegado trabajo de médicos, enfermeras y personal administrativo que día a día a pesar de que les adeudaban innumerables meses de sueldo, asistían religiosamente a atender a la gran cantidad de pacientes que llegaban a sus puertas ya que hospitales como el universitario y el Club de Leones había cerrado sus puertas víctimas de la misma nociva Ley que se le ocurrió a un H.P. (Honorable Parlamentario) que luego fue Presidente de nuestro país y que durante su mandato también le daría la estocada final al aguerrido San Pablo que fenecería a la “edad” de 54 años.
Hoy pululan por las calles y plazas de Cartagena cientos de Locos sin nombre, distintos de aquellos Arturos, Peyeyes, Tundas, Benitos, Ruben Mores, Juan Chorizos, Cara e’ Gallos, Imbretts, Pea Buques, Muñecones Bandidos, Mochilones, Muñecas de Burro, Perrenques, Chanchús, Cucarachos, Juan de las Nieves, Brazos, Doctores Caraballitos, Ñaca Ñacas, Moleculas, Hitas, Riticas, Hollines, Barrigas de Tusa, Pocholos, Oneys “dos chivos”, Botellitas, loquitos sociables, tiernos, con salidas ingeniosas y brillantes , originales y hasta inofensivos que no atacaban a nadie y sólo se defendían de las burlas y del relajo de sus congéneres aparentemente cuerdos.
Era la cara amable de la locura, hoy los locos se parecen a la época en que vivimos, agresivos, mal encarados, grotescos, hoy nuestra ciudad y su equipo de fútbol son una Verdadera Locura.