El sistema bancario es un intermediario privado de recursos. Por una parte, capta recursos de los diferentes ahorrantes y los canaliza hacia empresas o personas que requieren de esos fondos. Dado que las instituciones financieras persiguen un fin de lucro, por esta función de intermediación cobran un margen (spread) de beneficio de la misma institución financiera. Este margen debe cubrir, entre otras cosas, los costos de operación del banco, las pérdidas esperadas de cartera y el margen de contribución para los accionistas de la institución financiera.

En economías estables y altamente bancarizadas, los márgenes cobrados por las instituciones financieras (spread) tienden a reducirse como resultado de mayor competencia, menores pérdidas de cartera y esfuerzos de racionalización de gastos que permitan hacerlos más competitivos. Al contrario, en economías inestables y/o poco bancarizadas los spreads cobrados por instituciones financieras tienden a ser mayores debido a la menor competencia y mayores pérdidas de cartera.

En otras palabras, los costos de financiamiento tienden a encarecerse en economías más débiles y menos competitivas. Esto tiene un impacto directo en la creación de nuevos negocios dado que las tasas de rentabilidad exigidas tienden a ser mayores. Menor creación de proyectos es menor inversión; y menor inversión se traduce en menor crecimiento, así de simple.

La semana pasada conocimos el fallo del tribunal de arbitramento por la Ruta del Sol II que determinará fuertes pérdidas a los siete bancos que participaron como financistas en este proyecto. La cifra que se le debe a los bancos alcanzaría a la friolera de 1.25 billones de pesos equivalente a USD 380 millones de dólares aproximadamente, de los que se estima una pérdida cercana al 75%. A lo anterior, debe agregarse las pérdidas estimadas en USD 550 millones para los bancos en Electricaribe, además de los ya asumidos en Pacific Rubiales, Conalvías y otros tantos casos corporativos que han sumado a la cifra de pérdidas para el sistema financiero.

Las pérdidas individuales por créditos de consumo o hipotecarios tienden a ser pequeñas y fácilmente traspasables a márgenes cobrados por los mismos bancos, mientras que las grandes pérdidas generadas por operaciones corporativas son difícilmente traspasables a márgenes dado que simplemente son muy grandes y serían imposibles de asumir para la operación de cualquier empresa.

¿Entonces qué?

Cualquier negocio que no es capaz de financiar sus gastos de operación, simplemente se redefine o cierra. Las divisiones de banca corporativa en Colombia replantearán su estrategia o simplemente dejarán de actuar como prestamistas en determinados segmentos visualizados como de mayor riesgo.

Es importante entender qué posiciones tomarán los bancos de cara a financiar nuevos proyectos de infraestructura, dadas las pérdidas asumidas con Ruta del Sol II, Conalvías y las dificultades que presentan otros proyectos.

Construcción e Infraestructura son dos industrias altamente intensivas en capital que dependen en buena parte de los fondos que pueda proveer el sistema financiero para el desarrollo de los proyectos.  Un sistema financiero golpeado por pérdidas de cartera en estas industrias será muy reacio a otorgar nuevos financiamientos, y aquellos que lo hagan probablemente preferirán una estructuración bastante diferente a la que hoy se ha venido utilizando, privilegiando mayores márgenes de intermediación.

En resumen, escasez de nuevos créditos para infraestructura, mayores tasas de interés para el operador, menos carreteras, menos puentes y menos túneles para Colombia.

Triste, pero cierto.

mailto: info@concordiainvestments.com