Según Charles Darwin «los ejemplares más fuertes y más capaces de adaptarse al medio son los que sobreviven el tiempo suficiente para reproducirse. Así, son ellos quienes legan sus genes a las generaciones futuras, que heredarán esta mejor adaptación y evolucionarán». La capacidad de adaptación al medio es, sin duda, una de las grandes virtudes para sobrevivir en ambientes que se pueden tornar muy hostiles para cualquier ser viviente.

Esta misma capacidad de adaptación es también la que explica el éxito conseguido por empresas que han logrado sortear exitosamente (por muchos años) a su competencia o situaciones económicas desfavorables. El cambio, la resiliencia y el turnaround son parte del mismo concepto de «adaptación».

Ante la declaración de salida del país de Uber, la ministra Angela Maria Orozco declaró que «Colombia es un país que promueve la innovación y la inversión extranjera bajo las perspectivas de cumplimiento de la normatividad vigente, la legalidad y el cumplimiento de la Ley». Posteriormente, aclara que para prestar un servicio de transporte de pasajeros existe una serie de normas que exigen procesos de habilitación soportados en las Leyes 105 de 1993 y 336 de 1996. Dichas leyes requieren que el Estado habilite a las empresas, como a los vehículos, para que puedan prestar el servicio público de transporte. Está prohibido prestar el servicio público de transporte en un vehículo privado.» 

Ver: Mintransporte se manifiesta tras decisión de Uber de salir del país –  EL TIEMPO

De esta forma, la ministra Orozco sencillamente nos dice que las leyes en Colombia no se han adaptado para adoptar nuevas tecnologías en el área del transporte de pasajeros que permitan a todos los colombianos acceder a servicios de muchísima más calidad comparado con el tradicional servicio de taxis. Más rápido, más cómodo y mucho más seguro. No creo que la Ministra haya pensado realmente en las implicaciones de lo que acaba de decir como autoridad de gobierno.

Realmente, el Gobierno falló en «adaptar» su marco jurídico a una nueva realidad, mientras otros países sí lo han hecho exitosamente y han sido capaces de incorporar estas nuevas tecnologías al ecosistema de transporte privado. Quien haya tenido la oportunidad de viajar a Madrid, por ejemplo, puede verificar que Uber presta un servicio (en ocasiones) menos costoso que el de los tradicionales taxis, con carros en perfectas condiciones y conductores de primer nivel. ¿Por qué no pensar en una solución de este tipo en Colombia?

Por otra parte, existen otras aplicaciones (Cabify, Didi, entre otras) que seguramente van a tomar el mercado que deja Uber. Si por cualquier motivo la actual competencia de Uber no pudiese hacerlo; entonces este negocio pasará a desarrollarse desde la más aterradora informalidad. No se pagarán impuestos, no se controlará la calidad de los carros, no sabremos quién conduce y por tanto estaremos creando el caldo de cultivo para el desarrollo de delincuencia motorizada.

Nuestra adaptación a la nueva economía es un asunto de simple supervivencia. Colombia debe asegurar que su marco normativo se encuentre adaptado para permitir la existencia  de empresas de la «nueva economía» y permita la subsistencia de todo un enjambre de empresas digitales que hoy están desarrollándose en Colombia y que esperan que situaciones como la Uber no le ocurran en el futuro.

De alguna forma, si el Estado no se preocupa de adaptar permanentemente su marco jurídico para darle espacio a nuevas empresas del área digital, sencillamente está poniendo en riesgo producción y la creación futura de empleo. El problema no es de Uber, el problema es de Colombia.