En un seminario sobre inversión en ‘distress’ en Estados Unidos me llamó la atención que la mayoría de los fondos de inversión y bancas de inversión americanas piensan que tenemos los días contados para la próxima crisis de deuda mundial. En efecto, la mayoría cree que la próxima crisis tiene como máximo unos 24 meses para que se evidencie en las grandes economías.

Y es que muchos analistas opinan que los ciclos económicos son de 7-9 años, y este 2020 vamos a cumplir 12 años desde que se evidenció la última crisis de deuda en el año 2008. Ha sido un largo ciclo de crecimiento mundial que debiese tener una adaptación normal hacia una crisis que permita ajustar nuevamente los niveles de endeudamiento por la vía de conocidos procesos de reestructuraciones, daciones en pago, ventas de deuda a descuento o simplemente por la vía de la liquidación de empresas.

Una crisis de deuda no es más que eso, una crisis de endeudamiento. Sucede que las actuales tasas de interés mundiales (en muchos casos negativas) han motivado la utilización de endeudamiento en los balances de múltiples compañías en el mundo. Se ha privilegiado el uso de deuda respecto del uso de capital, con lo cual lo indicadores de ‘leverage’ o endeudamiento se han incrementado sostenidamente en los últimos 8 años. Es que una Libor en niveles de 1.8 % permite a compañías endeudarse incluso a tasas reales negativas (tasas nominales menos inflación) versus las usuales rentabilidades esperadas sobre capital, que se encuentran en el rango del 10 % dependiendo del riesgo e industria en que la empresa se desenvuelve.

Mientras hallan espacio para continuar bajando tasas de la Fed, continuarán los incentivos para levantar más deuda. Otra desaceleración mundial tendrá entonces la misma receta monetaria, hasta que esta se haga inocua. Es decir, hasta que las bajas de tasas de interés no tengan ningún efecto sobre la economía. De ahí en adelante, probablemente volvamos a las antiguas recetas Keynesianas de estímulos fiscales, que son usualmente bastante menos efectivos dadas las consideraciones sectoriales y políticas que tienen en su utilización.

¿Qué desatará entonces una nueva crisis de deuda?

Son variados los factores que pueden afectar la capacidad de pago de las empresas. Uno es la inflación, que distorsiona fuertemente los niveles de precios en la economía y presiona tasas de interés al alza, una desaceleración importante en ventas industriales (producto de menores exportaciones por ejemplo) o una crisis especulativa de riesgo que reduzca fuertemente el flujo de ingresos desde los bancos a las empresas y personas, entre otras. Lo cierto es que las empresas y personas son mucho más sensibles a variaciones en ingresos cuando deben responder a montos importantes de deuda. A mayor endeudamiento en la economía, mayor riesgo de crisis.

Estados Unidos sigue creciendo vigorosamente, sin embargo, Asia empieza a sentir los efectos de una larga y cruda guerra comercial, conjuntamente con los efectos recesivos que han generado las políticas de mitigación llevadas a cabo por China y algunos de sus vecinos. Por otro lado, las crisis sociales continúan en muchos lugares del mundo, producto de demandas por mayor bienestar que no han sido satisfechas por muchos gobiernos.

¿Cuándo ocurrirá entonces la próxima crisis económica?

Uno de los más connotados economistas del siglo pasado, J.K Galbraith, solía decir: «hay dos tipos de economistas: los que se equivocan y los que no saben que se equivocan». Un pronóstico económico se basa en un sinnúmero de supuestos que normalmente son equivocados. En Concordia Investments somos tremendamente cautos a la hora de predecir variables económicas a corto o mediano plazo.

Sin embargo, creemos que la próxima crisis está relativamente cerca. Del resto se pueden encargar otros economistas de predecirlo.