Hace bastantes años atrás, cuando aún vivía en Chile, recuerdo a un compañero de trabajo (a quien llamaré Lucho) que ya cansado del escaso apoyo que le otorgaba su jefe en sus actividades me dice: «esto es lo que pasa cuando trabajas para alguien que no te quiere. Sencillamente desea verte fracasar». Teníamos el mismo jefe y yo sentía que era un tipo justo, buen profesional y excelente persona. No veía en él al personaje que mi compañero me describía.

Los resultados de Lucho distaban mucho de las expectativas de la compañía y al poco tiempo decide moverse a una empresa de la competencia. Lucho era un tipo preparado, con suficientes años de experiencia para asegurar que se manejaría como ‘pez en el agua’ en sus labores. Pero no ocurrió…

El problema no era su jefe.

Según Wayne Dyer (autor de ‘tus zonas erróneas’ entre otra docena de libros), la inteligencia es la capacidad de un individuo de administrar efectivamente – y al mismo tiempo- sus problemas y situaciones. Por tanto el inverso a la definición anterior, sería un individuo a quien lo manejan sus problemas y situaciones.

Si bien es importante reconocer que existen situaciones en las que una persona podría tener una predisposición negativa hacia otro ser humano, esto no significa necesariamente que quiera verlo muerto o fracasado. Menos probable cuando se trata de una relación laboral, donde los resultados del empleado suman (o restan) a los resultados de su jefatura.

El problema de Lucho era su forma de ver la vida.

Quien piensa que sus problemas no tienen solución -o no es capaz de administrarlos como señala Dyer- entonces piensa que sus problemas radican en el mundo, en sus padres, en Dios o como expresaba Lucho simplemente en la mala suerte de que le haya tocado un jefe como el que él tenía.

La suerte existe como una extensión probabilística de la vida. De igual forma, existe la desgracia como otra extensión de la vida, pero en sentido contrario a la suerte. Sin embargo, pensar que tu vida está marcada por el infortunio, la mala suerte o simplemente la mala onda de tu jefe es el equivalente a sentarse en la desgracia de la vida y lamentarse diariamente de estar sentado ahí, sin poder salir de ese lugar.

Sin duda alguna, la gente exitosa tiene una característica común: lucha por sus objetivos y los consigue. Lo golpean y se levanta, comete errores y los corrige, se impone objetivos y los consigue. Trabaja incansablemente por avanzar en sus más profundos deseos de futuro. La actitud, las ganas y sus deseos de superación logran imponerse a las malas noticias o embates que entrega la vida.

Este mensaje es tremendamente importante en tiempos económicos difíciles como los que estamos aun viviendo. Quienes han perdido su empleo, su negocio o sus ahorros, necesariamente van a superar esta situación en la medida que se convenzan que van a salir nuevamente adelante y trabajen fuertemente para lograrlo. Sentarse a esperar que alguien los vaya a buscar a su casa para ofrecerle un empleo o el contrato soñado, simplemente corren en contra de las probabilidades. Es decir, muy seguramente seguirán en la misma situación de hoy por un largo tiempo.

El mítico ex presidente de USA, Thomas Jefferson, anotaba: «Yo creo en la suerte. Sin embargo he constatado que mientras más duro trabajo, más suerte tengo».  Las personas hacen su propia suerte. La suerte por tanto es una función directa de lo que cada uno hace para lograr sus objetivos, sin que evidentemente esto signifique que algunos objetivos estén más cerca (y por tanto puedan resultar más fáciles lograr) en algunas personas respecto de otras. Si yo decidiera a mis 51 años transformarme en un distinguido médico cardiólogo, sin duda voy a recorrer un camino muy largo en el proceso respecto a algún médico de 30 años recientemente graduado de alguna reconocida universidad. Si este fuese el caso, seguramente no he sido muy astuto para definir objetivos alcanzables.

La suerte es entonces un concepto bastante cómodo para conformistas. La mala suerte, como definición cuasi-divina del ser, significa que simplemente no puedo hacer nada al respecto. Tener mala suerte es negar la posibilidad de salir adelante, es bloquearse mentalmente, es convencerse que no se puede y que en el futuro tampoco se va a poder.

No hablemos de suerte, hablemos de objetivos y del esfuerzo que necesitamos realizar para conseguirlos.

Recuerda que la vida la administras tú. ¡Viva la vida!

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