Y yo que creía que sabía mucho del amor…
Yo, que creía saber tanto respecto a las relaciones, y últimamente, sin querer y sin darme cuenta, en medio de un amor y otro, independientemente del maternal, paternal, filial, y observando mis experiencias, mis aciertos y sobretodo, mis errores, he visto que en materia del amor, aún me falta demasiado por aprender, por entender, por cambiar, por corregir, por aceptar, por mejorar.
Porque debo aprender que amor no es obsesión.
Debo aprender que la motivación de mi vida no puede ser una persona.
Debo entender que no se debe mendigar amor y que vivir angustiada no es tener una relación.
Debo aprender que si pretendo tener una relación adulta, debo comportarme como tal.
Debo aceptar que en el amor, como en cualquier otra cosa de la vida existen tropiezos, caídas y dolores. Y que el miedo lo único que hace es dificultar más las cosas.
Debo aprender que no es bueno sobre valorar, endiosar, ni idealizar a nadie. Porque todos somos humanos con defectos e imperfecciones, y que lo mejor es no esperar nada.
Debo aprender que es bueno ser como soy, siempre y cuando eso no implique faltarle el respeto a quien esté conmigo.
Debo aceptar que en algunas ocasiones es necesario pasar por un gran dolor para conocer una gran felicidad, ya que a veces el suelo del fondo es el más apto para brincar y estar firme.
Debo tener presente que el sentir algo hoy, no implica que lo sienta mañana, y así como me permito disfrutar, también debo permitirme llorar, ya que el dolor es parte de la vida, al igual que el placer.
Debo entender que la comodidad que me brinda la rutina es falsa, porque la vida está en constante cambio, por eso es necesario aprender a tolerar la inseguridad natural que se maneja en la vida cotidiana.
Debo aceptar que los planes pueden desaparecer en un instante, porque el futuro se mueve como a mí me de la gana. Y que en el minuto que pueda manejar algo de mi futuro, debo estar agradecido y no lamentándome por todo lo que no pude hacer.
Debo aceptar que alrededor del amor, la sociedad ha creado muchas cosas que son fraude. Por eso debo dejar de volverle la cara a la verdad sólo por seguir en una falsa comodidad o por miedo al dolor. Si la vida me demuestra que aquello en lo que puse mi corazón es una mentira, debo aceptarlo; llorando, desahogándome y renaciendo como la nueva persona que seré.
Debo mejorar mi autoestima, para que la partida de quien quiero no me haga sentir despreciado, humillado o rechazado. Para no ser tan sensible al abandono… Para que no hiera mi ego… Para no terminar creyendo que me dejaron por fea o por tonta… Para poder aceptar que simplemente funcionó el tiempo que tuvo que funcionar. Para no arrastrarme poniéndome de alfombra a los pies de nadie.
Debo aceptar que a quien le agrado hoy, no es seguro que le agrade mañana. Y eso no tiene por qué ofenderme si lo acepto… Si acepto que a veces las personas no pueden dar más. Si acepto que quien esté conmigo tiene derecho a no estarlo… y a que ya no le guste. Si acepto que quienes amo, tienen derecho a tomar sus propias decisiones… aunque a mí no me satisfagan.
Debo recordar que a veces lo bueno se obtiene esperando ya que presionando se arruina. Por eso es necesario tener paciencia esperar tranquilamente y recordar que la impaciencia es producto de un impulso emocional que tal vez pronto pasará. Que la impaciencia asfixia a quien está conmigo. Que la presión se puede convertir en falta de respeto. Que tomar una decisión mientras estoy impaciente es peligroso, porque estoy influida por un estado emocional extremo y pierdo toda objetividad, y ahí no va mi verdad, va mi impulso, mi compulsión, y podría hacer algo de lo que me arrepienta.
Pero sobre todo… debo aprender, que nunca dejaré de aprender, y que mientras continúo aprendiendo, debo permitirme vivir y sentir. Y ahora, que me empiezo a recuperarme de los dolores que sufrí gracias a que ni siquiera había aprendido que había mucho que aprender, lo único que me queda es, tomar un gran suspiro y decirme a mí misma… “volveré a empezar”.