Colombia entró al siglo XXI con la misma pesadumbre con la que había trasegado el siglo XX. Puede que más herida y más hundida sin saber a ciencia cierta cuan carcomida estaba en lo más profundo de su institucionalidad por la lacra del paramilitarismo.

Todas las masacres, todos los magnicidios, todas las aberraciones cometidas en nombre de una bandera, de una ideología o peor aún, de un interés económico, son dolorosas e irreparables. Pero lo que ocurrió con el asesinato de Jaime Garzón superó con creces el daño que los perpetradores pensaron causar con éste hecho a la sociedad colombiana. Cuando lo mataron Colombia entera se dio cuenta que estaba secuestrada por la violencia, que el país se había convertido en una ratonera de la cual si se podía tocaba salir. Eso que llamamos migración y que comenzó masivamente justo en aquellos días no fue tal ni fue casual, realmente fue una fuga, esa es la realidad. La gente huyó de un país esquizofrénico donde no había bastado con matar a candidatos presidenciales, sindicalistas, periodistas, jueces o futbolistas, sino que eliminaban a la voz que parodiaba toda nuestra miseria para hacerla más vivible, para hacerla más humana. Cuando pasó todo esto un país entero desistió de salvarse a sí mismo y se entregó a su destino con indiferencia.

El resto de la historia hasta hoy ya la conocemos. Lo que no supimos fue el daño que se le hizo a una generación entera de niños y niñas que se embelesaban con los personajes del humorista. Esa generación fue introducida al espiral de dolor colectivo a través de ese asesinato y no nos dimos cuenta que creció más triste y más desanimada, que creció con la desventaja de no creer en el futuro  de un país, tan mezquino que no había dejado ni siquiera un lugar para la risa.

Nicolas, joven colombiano radicado en Canadá, hijo de Alex Utrera, exiliada, hija de Carlos Utrera asesinado en Colombia por paramilitares en 2003. Pues Nico tenía apenas 6 años cuando mataron a Jaime Garzón y a pesar de haber salido muy pequeño de Colombia hizo un relato de aquel episodio y le dio una razón al humor de Jaime:

 “…es una cuestión de cojones o de jugársela por un momento histórico”.

Si, esa generación que apenas surcaba los 6 años entendió el trasfondo de lo que hacía Garzón y por eso crecieron tristes, porque tenían un país que no estaba a su altura moral. Cuando supe del texto de Nico lo entendí todo, sobre todo comprendí que esa generación que ahora ronda los 20 años jugará ese papel histórico y tengo la sensación de que tienen los cojones para hacerlo.

Entre tanto siguen cayendo periodistas a manos de grupos paramilitares. Esta semana fue asesinado Luis Carlos Cervantes, bajo la misma lógica de los asesinos de Jaime Garzón, acabar con cualquier voz disonante. A esa generación no le podemos entregar un país donde los autores materiales e intelectuales de esos y miles de crímenes políticos más queden en la impunidad. Ese problema lo debemos resolver nosotros y ahora.

@jc_villamizar