En el ecuador de los múltiples foros que exiliados y migrantes colombianos/as estaban haciendo en 12 ciudades al rededor del mundo (el pasado sábado 13 de diciembre) el director del Centro Nacional de Memoria Histórica, Gonzálo Sánchez, planteó lo que él consideró como el hecho más significativo de las jornadas: «que el Foro en sí mismo es un hecho político y ahí está su valía».
No creo que haya mejor manera de entender y describir lo que ha ocurrido en el exterior. Añadir solamente que es un hecho político conseguido en las condiciones más adversas que cualquiera podría imaginar. Lograr que gente abandonada por el Estado, entregada a las fauces de empleadores negreros, sujetas al racismo y la xenofobia, personas desprovistas de sus derechos elementales, muchas de ellas des naturalizadas al punto de doblegar principios básicos de su dignidad. Que justo esas personas, a las que no debería importarles un carajo ese país que los expulsó, tengan el coraje de reunirse, organizarse y llevar a cabo un evento internacional para hablarle a Colombia, interpelar al Estado y contribuir con una reconciliación que revierta toda situación de despojo lo hagan, convierte ese ejercicio en un hecho político, si, pero además en un acto de generosidad y grandeza que el país debería reconocer.
Insisto en esto: el despojo, y además sistemático, donde la diferencia entre el sujeto despojado interno y el sujeto despojado transfronterizo estriba en el hecho de su ciudadanía. Es decir, no sólo a unos les han quitado los derechos políticos, a otros casi la vida, a otros la oportunidad de educarse, el derecho al trabajo o a una vida digna, además de ello los que tienen que abandonar el país son despojados de su ciudadanía, son fantasmas, gente clandestina que merodea por ciudades extrañas expuestas a una deportación o a una paliza. Puede que el lector imagine de repente que hablo de algún desplazamiento miserable en los lejanos países africanos donde la gente languidece por inanición, nunca se imaginarían una descripción grisácea de esos colombianos envalentonados que se fueron en busca del sueño americano. Y no, se equivocan, justamente es esa mayoría de la migración colombiana la que ha sufrido esas penurias, casi toda ha pasado por lo menos una vez en su vida de migrante por una situación de éste estilo pero el país no lo ve y no lo reconoce, sólo reconoce y espera con ansia la bienaventurada remesa.
Sobre todo hacia falta un lugar donde encontrarse sin el requisito previo de explicar su inclinación ideológica, el color de la bandera política, su estrato social o el apelativo fácil que cualquiera se gana por una frase mal dicha o una actitud desafortunada: «..este es paraco, éste es guerrillo, éste es narco». Esa es una de las canalladas que el conflicto le ha dejado a la comunidad colombiana en el exterior para que no olvide que en ésta guerra todos se llevan su parte.
Una enorme paradoja
Miguel, un refugiado colombiano en Ecuador, ante la imperiosa necesidad de reunirse con un grupo en Guayaquil para explicar el Foro e intentar sumar a la gente a la actividad habla con su esposa y acuerdan que sacará 100 dólares del arriendo para costearse los buses. La gente en Noruega o en Suecia con pequeños prestamos garantizan la participación de colombianos que viven en lugares remotos incluso más allá del Círculo Polar Ártico, la misma situación se repite en Ciudad de México, Bruselas, Barcelona, Rotterdam, Alicante, New Jersey/NY, Viena, Bogotá o Buenos Aires. Todo el mundo se rebuscó algún recurso para llevar a cabo el evento, todo el mundo aparcó sus necesidades personales para éste ejercicio de ciudadanía.
La Cancillería hizo lo suyo y les respondió con esas cartas insulsas de los diplomáticos donde el portazo viene aderezado con un «palabrerío» meticuloso y vacío. Dijeron que no podían colaborar en éste tipo de actividades. Para el Foro no era una colaboración, era su obligación garantizar que la gente pudiese ejercer su derecho a opinar en un tema tan trascendental como es la paz y el retorno digno de las víctimas. No se les pedía una contribución, se les demandaba recursos públicos para una actividad de interés nacional (un retorno mínimo de esos impuestos que pagan quienes envían remesas), pero nada. Quedó claro que la prioridad esta en la celebración de fiestas y carnavales, cualquier forma de mantener aletargada a la gente, prefieren una buena fanfarria a las opiniones incómodas que surgen de un espacio de debate y reflexión política.
La paradoja es que mientras el presidente Santos se afana por explicar su principal eje de gobierno e intenta revertir la opinión desfavorable de la sociedad frente al Proceso de Negociación su cuerpo diplomático le pone palos en la rueda a los reducidos sectores sociales organizados que respaldan abiertamente la paz. Le escuché a un cónsul que gran parte de Consulados y Embajadas estaban en manos del uribismo…hoy entiendo a que se refería.
Pese a todo ello el sábado el Foro Internacional de Víctimas no sólo realizó su segundo sesión en doce ciudades del mundo, además contrapuso las voces a favor de la paz sobre las voces que marcharon a favor de la guerra. El Hashtag #ForoInternacionalVictimas fue tendencia durante la mañana pese a la marcha convocada por Uribe.
Alguien en el Foro de Queens (New York) dijo algo que provocó una mirada suspicaz en el auditorio, más o menos de la siguiente manera: Desligados del discurso politiquero, de ese con el que le clavan falsas banderillas ideológicas en el lomo extenuado de nuestros con-nacionales, terminamos siendo en esencia inmigrantes, desprovistos de las insalvables barreras de clase de la sociedad colombiana, afectados por los mismos problemas y anhelando los mismos sueños…ahora sabemos quienes somos. Los abrazos de despedida demostraron que todos lo habíamos entendido.