Los movimientos autoproclamados alternativos, de ciudadanías libres, de construcción de paz, de transgresores del establecimiento, como quieran titularse, están lejos de ser puentes reales que aporten a la tan necesaria reconciliación del posconflicto que hoy avanza en muletas.
Después de más de cincuenta años de guerra, los excombatientes de las Farc encontraron en la garantía de participación en política una de sus batallas más difíciles, y la ganaron. No solo por las curules acordadas en Senado y Cámara de Representantes, sino por la personería jurídica que les permite entrar en las disputas electorales. Luchar, esta vez, por cargos de elección popular.
Sin embargo, buena parte de la ilusión política del hoy partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (Farc), creo yo, estaba puesta en posibles alianzas con sectores que se acercaran a sus planteamientos de país. Formar alianzas, quizá estar tras bambalinas acompañando nombres de izquierda poderosos, regando desde las sombras las semillas de transformación que sembraron en los acuerdos de paz.
Pero, por lo menos para el caso de Bogotá, se estrellaron contra una puerta egoísta y contaminada de cálculos electoreros. Qué parecidos son hoy todos los partidos y movimientos políticos, sean de la vertiente que sean. El monte resulta casi tan inhóspito como las reuniones programáticas en las que predominan los egos y la calculadora minuciosa de cuántos votos me trae, y cuántos me quita.
Creo que fue un error conservar las siglas (Farc), por lo menos para las dinámicas proselitistas, pero considero que quienes tienen un discurso de convertir a Bogotá en la ‘Capital de la Paz’, están más interesados en impulsar una presidencia, que en ser verdaderos aliados de la reconciliación.
Aplaudo la decisión de Jorge Rojas de encabezar la lista al Concejo por la Farc. No se puede contribuir a la reincorporación aislándolos. ¿De qué otra manera -si no es dándoles espacios de debate, de convergencia, quizá por momentos aterrizando anticuadas ideas beligerantes que traen de la guerra de guerrillas-, se pueden adaptar a su nueva realidad?
De hecho, desde las trincheras en las que se encuentran (y muchos dirán que tras el cese de la confrontación de las armas de eso se trataba, de arrinconarlos en el escenario político, destruirlos ahí, con votos y no con balas), están lanzando sus propuestas de unidad, así los hayan desechado en el reciente pasado.
Esta semana, la coalición Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (Farc), Ciudadanías Libres de Colombia Humana, Movimiento Blanco Ciudadano, el Movimiento por los Derechos del Pueblo, y Movimiento por la Defensa de los Derechos del Pueblo, que conforman la lista de la Paz y la Reconciliación al Concejo de Bogotá, realizaron una consulta para decidir a qué candidato apoyar a la Alcaldía de la capital del país.
Participaron 2.317 personas (56 % hombres y 44 % mujeres). El 39,2 % de los votos pidió una convergencia entre Claudia López y Hollman Morris, el 36,4 % votó por Morris, el 17,4 % por López y el 7,2 %, lo hizo en blanco. Es probable que esta información pase inadvertida para estos candidatos, pero seguramente, y como fue la decisión de quienes dejaron a un lado la guerra para apostar por la paz, tratarán de seguir lanzando puentes de unidad, así nadie los camine.
No invito a votar por ningún candidato que se mencionó en esta opinión, ni por ningún otro, pero disiento de todo aquel que ondea las banderas de la paz usándola como herramienta de guerra proselitista.