Cuando estaba en primero de primaria, mi profesora del curso era la Señorita Sofía, un encanto de persona. Tenía el pelo blanco, siempre elegante, con vestidos sobrios, normalmente de fondo entero, llevaba grandes aretes redondos, por lo general plateados o dorados. Parecía una abuela, nos trataba con mucho cariño, respeto y amabilidad aunque, por supuesto, tenía su carácter. Con ella aprendimos a leer y a escribir, a sumar y a restar. Nuestro colegio era grande, tenía dos secciones separadas, la femenina y la masculina, estudiábamos en la mañana y en la tarde.
En el verano de 1969, el tema de conversación y la noticia del momento era el lanzamiento del Apolo 11, su misión era llegar a la luna, y que un hombre pisara su suelo por primera vez. Se hacían todo tipo de conjeturas, tanto en la radio, como en la televisión y en los periódicos. Igualmente, era el tema de moda entre el común de la gente, y los niños soñábamos con ser astronautas. La televisora nacional programó toda una semana de transmisiones en vivo y en directo.
La televisión era en blanco y negro. En casa había un televisor nuevo, era un mueble más de la sala, tenía patas, los parlantes estaban a lado y lado de la pantalla, tenía una perilla para cambiar los canales y estaba conectada a una antena de aire.
Mis amigos y yo nos divertíamos viendo programas de ficción como: Perdidos en el espacio, con la familia Robinson y el siempre malvado Dr. Smith; Viaje al Fondo del mar, con el almirante Nelson y el capitán Lee; El túnel del Tiempo, con la Dra. McGregor y el Dr. Tony; y el rey de todos los programas, Viaje a las Estrellas, con el capitán Kirk, el Dr. McCoy y, nada menos, que el señor Spock. Entonces nos preguntábamos ¿Con qué se van a encontrar los astronautas en la luna? Así, cada día, armamos episodios donde hacíamos una mezcolanza de los ‘malos’ de cada serie, los cuales atacaban a los pobres astronautas cuando pisaban la luna, y surgían situaciones muy divertidas.
A mediados de junio, antes de salir a vacaciones, hicieron una jornada recreativa y deportiva en mi colegio. Uno de los eventos era un concurso de dibujo al aire libre, allí proporcionarían las hojas y el participante debía llevar los demás materiales para su obra. Había varias categorías: de primero a tercero en una, cuarto y quinto en otra, y de forma similar para el bachillerato. Yo me animé a participar.
Llegamos al evento y nos anunciaron que el tema era libre. Así que me senté junto a un árbol, por los lados de la cancha de fútbol, pensando sobre lo que me gustaría pintar —Listo, lo tengo —me dije. A mí me encantaban los aviones, yo quería ser “aviador”, y lo del Apolo 11 nos tenía a todos cautivados, me incliné por ese tema.
Creo que ese año la NASA había hecho otros lanzamientos, así que imaginé a la tripulación antes de subir al cohete, saludando y a la vez, despidiéndose de la gente, a su lado estaba el Apolo 11. Inicié mi bosquejo, primero, dibujé el cohete y a los astronautas, luego los coloreé. Vi que quedaban como muy solos, así que le agregué un par de asistentes que llevaban unos equipos, también, puse la bandera de Estados Unidos. Sin embargo, me pareció que le faltaba algo, se me ocurrió ponerle la silueta de unas montañas, el sol saliendo por un lado y la luna escondiéndose por otro.
Varios compañeros nos sentamos cerca, yo estaba contiguo a Carrasco y a Llano. Aquellos que no participaban iban pasando y mirando nuestros dibujos. En un momento llegó un grupito de muchachos del curso, liderado por uno de los más avispados “la Pulga” Vanegas.
—Ja, ja, ja, pero ese está muy chistoso —dijo riéndose, señalando mi dibujo. Yo me sonrojé inmediatamente, no dije nada.
—Pero ¿por qué? —le preguntó Llano.
—Cómo va a poner al mismo tiempo el sol y la luna ¡Qué ocurrencia! ¿Sí o no? —habló con voz fuerte y en tono de burla.
—¡Ve, sí! Este fue que se enloqueció —dijo otro de los muchachos, y todos soltaron la carcajada. Se marcharon y continuaron observando a otros participantes.
— No te preocupes, no les hagas caso —dijo Carrasco desde su sitio.
Yo continué con mi obra — ¿Será que no han visto que a veces en el cielo se ve también la luna? —me pregunté. Igual, imaginé que los astronautas querrían ver a donde tenían que llegar: a la luna. Entregamos los trabajos, a los pocos días salimos a vacaciones de mitad de año, el resultado del concurso saldría después del regreso a clases. A mí me gustó mucho lo que dibujé, lo hacía en cualquier parte, no con tanto esmero y detalle como el primero, pero lo hacía. Mi cuaderno de tareas, el cual contenía dibujos que se me iban ocurriendo, no fue la excepción. Hice más de uno acerca de astronautas.
El 16 de julio vimos en directo el despegue del Apolo 11 desde Cabo Cañaveral. Recuerdo a los astronautas con sus voluminosos trajes, con los cascos puestos, caminando hacia la nave. Me impactó mucho el lanzamiento, pero también observar al cohete Saturno quieto en la plataforma. La hora se iba acercando. Empezó la cuenta regresiva, en inglés, 12, 11, 10… y cuando llegó a 6, salió una inmensa llamarada. Se encendieron los cohetes propulsores, ¡qué potencia! el fuego era intenso, nubes de humo, un rugido ensordecedor… de repente empezó a ascender el Apolo, llevando una cola de fuego y de humo, ¡No! Impresionante, fantástico y magnifico. El despegue fue todo un éxito.
Todos estábamos expectantes por el aterrizaje de la nave en la luna, el alunizaje. El 20 de julio, mi padre convocó a su equipo de trabajo a nuestra casa, allí llegaron puntualmente.
Creo que en la pantalla se veía el profesor José de Recasens, quien siempre era un invitado especial en este tipo de programas y también en los noticieros. Él daba sus indicaciones, dibujaba y enseñaba de una manera muy didáctica, era un gusto verlo.
Antes de que iniciara la transmisión en vivo desde la luna, un tío me dijo:
—“Mono” póngale cuidado que cuando se bajen los astronautas, les va a salir la “Patasola” o “la Llorona” y ahí les da un patatús—algunos se rieron.
Yo solo atiné a mirarlo con cara de incredulidad.
—Oigan a este. Toño ¿Cuál Patasola? Allá los están esperando los marcianos —dijo sonriendo Alberto.
—¿Marcianos? ¡Hombre, qué ignorancia! Si los marcianos son de Marte—contestó jocosamente Ossa.
—No ves que van para la luna. Los que están allá son los Lunáticos, los están esperando los ¡Lunáticos!
Todos estábamos muertos de la risa con semejante apunte. Yo me fui un momento a mi cama, me acordaba del chiste y me revolcaba de la risa. Esto relajó el ambiente, la gente se puso a conversar descomplicadamente. Inició la transmisión. En la imagen se veía, al fondo, el suelo lunar con cráteres, y acercándose a él la sombra del “Eagle”, el módulo espacial. Luego, se posó sobre la luna. La imagen estuvo fija, siempre mostraba lo mismo, y no pasó nada, no salieron alienígenas, marcianos y mucho menos lunáticos.
Horas después, en la madrugada, me despertaron, vimos cómo se abría el módulo, salía Neil Armstrong y descendía lentamente, hubo un momento de suspenso antes de pisar el suelo lunar. Apenas lo hizo, todos aplaudimos, igual que la gente de la transmisión televisiva. Allí fue donde Armstrong pronuncio la famosa frase “Un pequeño paso para un hombre…un gran salto para la humanidad”. Fue emocionante verlo caminar en la luna como en cámara lenta, a mí me venció el sueño, los demás continuaron haciendo conjeturas y conversando.
Todo en la misión espacial era riesgoso, el despegue del Eagle de la luna, el acople entre los dos módulos, el regreso a la tierra, el ingreso a la atmósfera, luego el amarizaje y su rescate, casi todo se transmitió en vivo. Me llamó mucho la atención que los astronautas tuvieron que estar en cuarentena, prácticamente nadie se les acercaba. De este viaje se habló por días, por meses enteros.
Se terminaron las vacaciones y regresamos a clases. A los pocos días era el acto cívico que se hacía los días viernes, en ese mismo espacio sería la premiación del concurso de dibujo; a propósito, dichos trabajos estaban expuestos en un salón adyacente al teatro. Estábamos de pie, yo en la primera fila. Hicieron la izada a la bandera y a continuación la premiación.
Me distraje un segundo con un compañero que me preguntó algo, todos empezaron a aplaudir, mis amigos del curso estaban felices, yo no sabía qué pasaba y también aplaudí —Alguien del salón debió ser elegido —me imaginé. Y empecé a buscarlo entre todos.
Betancourt me dio un empujoncito y me dijo —Anda al frente, muévete. La “Pulga” Vanegas, con una sonrisota, señalaba donde estaban los profesores y me daba palmadas en el hombro. Entonces, escuché que el presentador pronunciaba mi nombre y preguntaba si yo estaba presente. Levanté la mano y empecé a caminar. No lo podía creer ¡yo había ganado! Estaba súper nervioso, me temblaba todo, el estrado lo veía a kilómetros de distancia, se me secó la boca, me puse pálido. Luego me sonrojé, estaba muy emocionado.
Una profesora y el presentador del programa, otro profesor, me felicitaron. Luego me entregaron una mención, un libro y un regalo. Solo alcancé a darle las gracias, yo allí de pie y frente a todo el colegio, me sentí muy orgulloso y a la vez nervioso. Llamaron a los demás ganadores.
Regresé al puesto con mis compañeros, la señorita Sofía fue la primera persona en recibirme, me abrazó, me zarandeó, estaba más feliz que yo, me felicitó como 10 veces, fue muy emotivo.
—Mi muchacho se ganó el primer puesto, estoy orgullosa ¡Nuestro curso ganó! —le dijo feliz a otra profesora que estaba al lado. Mi profe era todo un sol.
Mis compañeros aplaudieron, todos me hacían muchas preguntas a la vez. Llegamos al salón y destapé el libro, se llamaba “A echar cuentos pues”. El otro regalo era rectangular y delgado, estaba envuelto en papel de regalo. Alguien lo sacudió y dijo —Suenan como lápices — lo abrimos a varias manos, era una flamante caja de colores Prismacolor, una caja de ¡24 colores! Yo rebosaba de alegría con mis regalos, especialmente con mi caja de colores. Asombroso, ese fue un día asombroso, inesperado, mágico y el más maravilloso para mí, y todo gracias al Apolo 11.
FIN.
Referencias
Link trailer documental Apolo 11 https://www.youtube.com/watch?v=3Co8Z8BQgWc
Link “Llegada del hombre a la luna” Señal memoria https://www.senalmemoria.co/piezas/llegada-del-hombre-la-luna-1969
Relato anterior: Un partido que nos marcó y nos llenó de ilusiones. Parte 2.