El colegio donde terminé el bachillerato era semi privado, pertenecía a una comunidad religiosa y la Nación pagaba la mitad de los profesores, cobraba una mensualidad simbólica a los alumnos. Para su construcción la Madre Aurora de La Fuente, directora nacional, con la rifa de un carro y mucho ahínco compró una finca al norte de Medellín, en Bello, allí abundaban los árboles, contenía un extenso cultivo de pencas para la fabricación de fique, un camino empedrado la atravesaba y en un costado había una casona; esta terminó convertida en una casa de convivencias.   Así, el colegio San Juan de Luz fue conocido más como “La Finca” que por su propio nombre.

Un exalumno de la Madre Aurora, arquitecto Javeriano, diseñó y donó los planos de las tres secciones, el preescolar, la primaria y el bachillerato; en ese orden entraron en operación.  La secundaria se trasladó un enero desde otro barrio, siendo tercero de bachillerato, o sea octavo, el curso más alto, precisamente a este grado ingresé.   Así, cada año se creaba el siguiente, la idea era ofrecer el bachillerato completo, primero el Académico y luego el Industrial, aprovechando las mismas instalaciones. El rector era el hermano Luis Ordoñez y la directora del grupo la hermana Elisa Caubilla.  Como se imaginarán el colegio era pequeño y prácticamente todos nos conocíamos.

En clase de español

La materia de español tenía una sección fija todos los viernes, el Centro Literario, mi preferida porque nos permitía salir de la rutina estudiantil.  Si bien para algunos era una especie de tormento, para otros era la oportunidad de crear, compartir y descubrir otras habilidades.  El profesor Giovanni Arango Mejía, quien también impartía clases de Filosofía, nos motivaba y alentaba mucho. Nos sentíamos muy orgullosos de él, aunque no lo supiera, porque tenía una columna en el suplemento dominical de un importante diario de Medellín y había publicado la novela “Hombres en Silencio”.  Tenía un carisma arrollador y una potente voz cuando cantaba tangos en los Centros Literarios.

 

Imagen 1.  Representación teatral, tomada de pixabay.

Por aquellos días, semanalmente, no nos perdíamos un programa de variedades en la TV.  Su director presentaba los éxitos musicales del momento, empezaba siempre con la frase —Hola amigos, bienvenidos a la hora con más música —era El Show de Jimmy.  Entre sus secciones aparecía un grupo, Los Recochan Boy’s.  Les decíamos los D, desafinados, desatinados, disparatados, pero muy graciosos.  Tanto su vestimenta, entonación, ritmo, descomposición de las letras divertían a toda la familia.  Su estrella era Hernando “el Culebro” Casanova.

Las parodias

¿Qué se nos ocurrió para un Centro Literario? Pues usar nuestra increíble creatividad imitando a los Recochan Boy’s.  La originalidad emanaba a borbotones, a nuestro grupo lo bautizamos “Los Recochan Brothers”, ¡brillante! ¿No?  Ja ja ja. Y lo mejor de todo, no teníamos la más mínima idea de cantar o tocar instrumento alguno, sin embargo, ahí estábamos, Suso, Jaime, Juanca, Mario y yo, dispuestos a dejarlo todo en el ruedo, digo, en el escenario. Otro compañero, Joaquín, quería participar en nuestro proyecto, contaba con una poderosa voz de locutor, pero ni cantaba ni actuaba, así que fue el presentador del grupo.  Nos conseguimos una guitarra, una guacharaca, una tumbadora y un triángulo.

¡Fuimos un éxito total! Cómo será que con los Recochan Brothers hicimos varias presentaciones Nacionales, las del salón, e Internacionales, las del hall del colegio.  Eso sí, juiciosamente entrenábamos cada número.  Estando en once, se organizó por primera vez en la institución un bazar abierto al público en general, con el objetivo de recoger fondos para la excursión, allí hicimos dos presentaciones.

El “vitrolero” y la dama

En la primera aparición, éramos la “música” de un disco de 78 revoluciones, Jaime operaba la vitrola dándole vueltas a la manivela.  La pieza escogida fue Dame tu mujer José de Guillermo Buitrago.  Muy entonados arrancamos con:

¡Uepa!

Dame tu mujer, José
dime cuando me la darás
Eres un hombre sin vergüenza
y me la tienes que pagar.

Continuábamos entonados:

Ay, Joselito, no llores
por esa morena hermosa
Acuérdate cuando Dolores
que tu alma casi la destroza

De repente aparecía una despampanante dama que pasaba al lado del vitrolero, le coqueteaba y emocionado aumentaba la velocidad de la manivela, así el grupo se movía y cantaba rápidamente como robot en cortocircuito, juntábamos las palabras, terminábamos exhaustos.  O cuando le guiñaba un ojo y él chorreaba la baba, se embelesaba bajando la velocidad, nos movíamos en cámara lenta, cantábamos muy despacito, arrancándole sonrisas al público.

A a y y, Jo s e e l iii t ooo,
qui e r oo eee s t a m u chaa chaaa
H o o m br ee, p o r q u eee t i e n e e e e
l a v i daaa m uuu y r i s u e ñ a a a

Imagen 2.  La vitrola, tomado de pixabay.

 

Una coreografía perfecta

La segunda salida la ensayamos mucho, tenía que salir perfecta, esta vez nuestras compañeras nos asesoraron con la coreografía.  Los Recochan Brothers imitarían nada más ni nada menos que a Menudo, el grupo de moda, a las chicas les fascinaba, se despelucaban por Xavier, Ricky, Charlie, Miguel, Johnny, René…  En la lista de canciones teníamos “Súbete a mi moto”, “Y yo no bailo”, “Claridad”, “Tú te imaginas”, escogimos esta última por su pegajosa letra.

Al mejor estilo de los «Recochan Boy’s» elegimos trajes tradicionales, para el costeño camisa blanca, sombrero vueltiao y mochila, otro con sombrero aguadeño, carriel y machete, uno con ruana y sombrero boyacense, otro llevó un traje completo con corbata al estilo cachaco y el último, con una camisa del carnaval de Barranquilla, dorada y con coloridos boleros.  Estábamos nerviosos por la presencia de vecinos y amigos del barrio, además, de padres de familia y profesores.  Llegó nuestro turno.

—¡Damas y caballeros! — dijo nuestro presentador estrella recorriendo con su mirada al público —directamente desde Puerto Rico, con ustedes el ¡ÚNICO!  El oooriginal, el grupo que está causando euforia en América, qué digo ¡América!  En todo el mundo…¡¿Cuál?!  ¡En toda la Galaxia!  Con ustedes Los Menudoooos Brothers —el público aplaudió.

Salimos, nos paramos dando la espalda a la concurrencia, sonó Tú te imaginas, con los lentos acordes iniciales tronábamos los dedos, levantamos manos y piernas rítmicamente, al escuchar un resonante “¡Tan, tan!” dábamos unos cortos saltos hacia atrás, volviendo a la posición original, luego girábamos con estilo, quedando frente al público y repetíamos la misma rutina.  Seguíamos la pista, hacíamos mímica moviendo la cabeza de lado a lado:

Tú te imaginas
a todo el mundo boca abajo,
andando con las manos,
con el sombrero en los pies

Los que tenían sombrero lo agitaban, mientras movíamos los hombros entrecruzábamos las piernas.

Tú te imaginas
una ballena con pelo largo,
tocando en la guitarra
una canción de los Rollings Stones

Entonces, un Menudo Brothers frenaba en seco, quedaba paralizado al ver entre el público a la mujer de sus sueños, la saludaba y le enviaba besos haciendo tropezar a otro integrante, angustiados y con gestos desmesurados lo recogíamos.  Por su descuido increpábamos al otro de una manera cómica, lo que provocaba risas entre los espectadores.

Entre tanto, nuestras amigas de noveno a once se juntaron y seguían las coreografías, con cada movimiento de Menudo gritaban a rabiar cual fanáticas desesperadas.

—¡Agárrenme! ¡Agárrenme que a mí me va a dar algo! —exclamaba Angela llevándose las manos al pecho —Ay, ayy —cual larga era ella se desplomaba, sus amigas la auxiliaban.

—Charly, papito… ¡queremos un besito! —gritaba la Beata, acompañada por las Martínez y la Pispa.  Aquello se volvió un coro, eufóricas entonaban:

Charly, papito
¡queremos un besito!
Charly, papito,
¡queremos un besito!

Arrebatada la Muñetón intentó subirse al escenario, las muchachas la jalaban impidiéndoselo, ella en su desespero vociferaba y alborotaba su cabellera.  La gente reía a carcajadas, todo aquello era muy chistoso.  Definitivamente las muchachas se lucieron, ¡se robaron el show!

Los comerciales

En otra ocasión, se propuso que cada curso debía representar un comercial de televisión.  Cada uno organizó su presentación en absoluta reserva, todo era Top Secret. El día señalado llamaron al azar a cada curso, correspondía el turno a octavo A. Reinaba el silencio, el escenario estaba vacío, súbitamente cuatro jóvenes vestidos informalmente lo atravesaron —Ve, estos parecen de paseo ¿qué hicieron el uniforme? —dijo Nelson en voz baja.  Así era, por las esquinas fueron apareciendo más personajes que llevaban gafas de sol, camisetas, jeans, balacas, sombreros, camisas floridas.  El resto del colegio los mirábamos asombrados sin comprender que era aquello.  De verdad, creo que todo el grupo salió, si no, por lo menos la mitad.

Caminan tranquilos y alegres por el escenario. Inesperadamente se detienen, miran a un costado, niegan con sus cabezas, se les nota su preocupación, piden explicación.  Se detienen, algunos se recuestan contra la pared, otros se sientan en el piso, en una tarima aparece una especie de piano.  Comienzan a tronar los dedos, también dan palmadas acompasadamente, observan como uno de los muchachos rítmicamente se trepa al piano, se sienta y lo toca, se pone de pie, entonces cantan siguiendo la pista:

En la vía hay un trancón
todos tienen que parar
aprovecha el lugar.

Se arma la algarabía.

Coca Cola está ahí
Con su chispa para disfrutar
¡Coca Cola es así!

 Todos bailan, levantan los brazos.

Es refrescante sensación
¡Es así!
Para tu sed es lo mejor
¡Es así!

Destapan una nevera portátil, sacan gaseosas y las comparten animadamente, ¡es toda una celebración!  La audiencia se contagia, tarareamos la letra, ya somos parte del coro.  Al terminar les dimos una gran ovación, nos sorprendieron. Simplemente ¡sensacional!

El comercial elegido

El anuncio escogido por nuestro curso mostraba a un nativo en la playa, quien con desaliento frotaba su estómago, una voz al fondo decía:

Un hombre recostado en la palmera
de un fuerte dolor es que se queja.

 El hombre se preguntaba en voz alta:

¿Será el picante e pescao?
¿o los camarones que me comí?

A continuación, le pasaban un vaso con Alkaseltzer, se lo tomaba e inmediatamente se reanimaba.  De pronto le gritaban:

Oye cuadro
¡Cuidado con ese tronco!

Al ver caer una palmera a su lado, el costeño saltaba esquivándola, estaba totalmente repuesto y lleno de vitalidad.

Imagen 3.   Palmeras y playa, tomado de pixabay.

Nosotros teníamos al personaje perfecto, Juanca, alto, delgado, moreno, de afro.  Nos ideamos el escenario y empezamos a ensayar, el comercial era muy corto.  Yo estaba encargado de lanzar el tronco al final.  Con nuestro costeño acordamos que cuando escuchara —¡Cuidado con ese tronco! —yo le haría una señal, moviendo mi brazo a la izquierda y lanzaba la palmera a ese costado.  Él correría al otro lado evitando cualquier tipo de riesgo.   Ensayamos repetidas veces para que todo saliera de maravilla.

Se llegó el día.  Nuestra ambientación era muy natural, nos conseguimos un par de guaduas y hablamos con una vecina para que de su solar nos regalara hojas de una platanera.  Nos prestaron una matera grande y sembramos la “palmera platanera”, en donde nuestro amigo se recostaría.  Conseguimos una colchoneta en “Deportes” para que cuando cayera el tronco no rebotara. Juanca llegó de bermudas, camiseta esqueleto y descalzo.  Lo vimos muy nervioso, incluso estaba pálido.  Le dimos ánimo, bebió un vaso con agua, le dieron indicaciones para controlar la respiración, logró tranquilizarse.  Nos llamaron, arrancamos, la música sonó, Juanca dijo sus palabras perfectamente:

¿Será el picante e pescao?
¿o los camarones que me comí?

Siguió al lado de la palmera.   Le pasaron el vaso con el efervescente, se lo tomó, todo marchaba sobre ruedas y se escuchó:

Oye cuadro
¡Cuidado con ese tronco!

Le hice la señal convenida, lancé el tronco, tomó la altura y el sentido correcto, ahí va y va… Sin embargo, Juanca en vez de moverse como lo habíamos practicado, lo hizo pero ¡en dirección al tronco!

—Ay juemíchica, Tavo ¡mataste al negro! —sentenció Jaime, ahora el que estaba pálido era yo.  Me llevé las manos a la cabeza, enmudecí.

Juanca frenó en seco y vio el tronco casi encima, el público aterrorizado guardaba silencio. Hábilmente, al mejor estilo del juego del limbo o de Matrix, se arqueó, la palmera pasó rozándolo.  Miró el tronco, se paró frente al público secándose la frente con su mano, resopló diciendo:

 —Y ajá ¿Y tú qué? !Hombe, qué va! —

Todos aplaudieron y rieron, el susto por el que pasó lo hizo ver muy real.  Aunque la pura verdad, casi que descalabro a mi querido Juanca, ¡uf!

Así eran nuestras presentaciones donde había cabida para todo tipo de temas, unos serios, otros no tanto, rodeados de gente maravillosa, nos daba cuerda hasta para reírnos de nosotros mismos. Psst, psst, aquí entre nos, la presentación del Comercial fue la última que hicimos en el colegio.  Sabíamos que nuestros grados estaban muy próximos, andábamos ansiosos y emocionados por ser la primera promoción del San Juan de Luz, ¡qué orgullo!

Referencias

Enlace “Piel canela”    https://www.youtube.com/watch?v=8IxUVpBjbGo

Enlace “Tú te imaginas”   https://www.youtube.com/watch?v=Hm5oMZdawKE

Enlace comercial “En la vía hay un trancón”    https://www.youtube.com/watch?v=crOuqSBueWs