Las dos amigas acordaron encontrase aquel día en un acogedor y tradicional restaurante de comida española al norte de la ciudad, llevaban un buen tiempo sin verse pues Laura vivía en otra ciudad. Llegaron puntualmente, se veían rozagantes, esbeltas, radiantes. El saludo fue efusivo, les brotaba la alegría, estaban dichosas de volverse a ver.
Las llevaron a la mesa que estaba reservada junto a la terraza, se sentaron, acomodaron sus bolsos y recibieron las cartas con el menú. Volvieron a mirarse y se tomaron las manos con entusiasmo, hacía mucho tiempo que no estaban tan cerca.
— ¡Qué rico volvernos a encontrar! ¿Qué tal un vinito para celebrar? —dijo Pili.
— ¡Pero, por supuesto! La ocasión lo amerita. Sabes, me han dicho que aquí tienen un Tinto de Verano delicioso —señaló Laura.
Llamaron al mesero, ordenaron el vino y unos Calamares a la Romana. Entre tanto, hablaron de sus familias y allegados, de cómo estaban, que hacían, en fin, entre risas empezaron a desatrasarse.
De sus vidas, viajes y demás.
Pili hablaba emotivamente de cómo seguía en el coro y de sus frecuentes viajes de mochilera, aprovechaba cualquier fin de semana para hacerlo. Había estado un par de veces en Europa recorriendo en tren diversas ciudades. Asistía a todo concierto que le llamará la atención — “¡Eh! Hay que sacarle el jugo a lo que más nos gusta—afirmaba sonriendo. —“Bien duro trabajamos. Algún gustico estrafalario debemos tener. ¿O no?”—terminaba diciendo y levantaba la copa.
Las dos se sentían relajadas, eran buenas conversadoras, se entendían muy bien y disfrutaban de la compañía de la otra sin ninguna postura. Laura hablaba placenteramente de su trabajo, de sus pequeños hijos, de su matrimonio que se iba fortaleciendo paso a paso. Cada una se consolidaba en su profesión, se capacitaban constantemente, participaban en seminarios y eventos, también tenían hobbies, trababan de llevar una vida balanceada. En aquel instante, el restaurante les brindaba un ambiente perfecto, la entrada fue exquisita, sus copas estaban llenas, se escuchaba una estupenda música, el día era soleado y lo mejor, la grata compañía que tenían.
Antiguos compañeros
Tuvieron hasta tiempo para recordar algunos compañeros, preguntar qué había sido de ellos, dónde estaban, a qué se dedicaban. La universidad les brindó espacios inimaginables y amigos para toda la vida.
—A veces yo chismoseo viendo las publicaciones que algunos hacen en Facebook o en Instagram —anotó Pili —me alegra verlos de nuevo, aunque sea al menos en fotos.
Para compartir pidieron unas sugestivas Tapas españolas compuestas por raciones de Patatas bravas, Montados de Jamón Ibérico y Pulpo a la Gallega, ahora tomaban un buen vino de la Rioja. De fondo musical se escuchaba una suave melodía que las puso a tararear, era “Tu recuerdo”, interpretada por Ricky Martín y La Mari, esto las llenó de regocijo y alegría.
—Hum, ahora que escucho esta canción y hablando de redes, ¿te puedo contar algo aquí entre nos? —preguntó Laura bajando la voz, Pili asintió.
— ¿Recuerdas al pecoso Martínez? Me envió una “solicitud de amistad” en Facebook. Me sorprendió, me puso muy feliz el saber de él después de tanto tiempo. Le acepté —afirmó —él también se alegró de poder contactarme.
—Ah, pero ¡qué bien! Muy rico encontrarse de nuevo con la gente —dijo Pili.
—Sí, puede ser. Generalmente es así. Pero, cómo te parece que después me escribió diciéndome que miraba con frecuencia mi Facebook desde hacía algún tiempo. Que tenía que confesarme algo muy importante que había guardado en su corazón durante años, algo que no se había atrevido a decirme por falta de valor. Yo quedé perpleja.
—¡Wow! ¿Y entonces, qué te dijo? Cuenta, cuenta…
— Que cuando éramos compañeros yo le fascinaba. Que le encantaba por mi forma de ser, por lo brillante y amable que era; que mi risa era contagiosa, que mi tez trigueña con mis ojos verdes lo cautivaban…que esto y que lo otro. Prácticamente ¡era una declaración de amor!
— ¡Noooo! ¿En seriooo? — expresó Pili en voz alta, estaba asombrada —¿Qué hiciste? Ay no, ¡y tu marido! ¿Qué hiciste?
Con determinación
Laura la miró y con determinación le contestó:
— ¡Lo bloqueé! Inmediatamente lo bloqueé.
— ¡Quééé! ¿Cómo? —gritó Pili desconcertada, se llevó las manos a la boca mirando a su alrededor; luego explotó en una sonora carcajada, no podía creer lo que escuchaba — ¿En serio? ¿De verdad? ¿Lo bloqueaste? Ja, ja, ja
— ¡Claro!
— ¿Y no le diste oportunidad que te contará más?
— No mijita. A mí que no me venga con esas cosas a esta altura de la vida. Qué arregle la suya que la debe tener un poquito descuadrada. ¿Qué tal este? Tuvo cinco años para decirme algo mientras estudiábamos y ahora viene con estas bobadas. ¡No! ¿Cómo se le ocurre? Lo que necesita es apoyo profesional, un psicólogo por lo menos, que lo ayude a buscar lo que se le perdió en otra parte.
— Bueno, será cantarle el tema de Esteman —entonó Pili — “No te metas a mi Facebook, no te metas por favor. ¡Nouu! Cuando escribas melodramas, no lo hagas por el wall. Wall, wall, wall” —mientras movía graciosamente sus dedos índices en señal de negación.
— Sí, no te metas a mi Facebook. ¡Carajo! —dijo frunciendo el ceño Laura, aunque terminó riendo al ver los graciosos gestos de su amiga.
— ¡Salud amiguis! ¡Bravo por esa! Que más se puede esperar de una mujer tan aplomada como tú. ¡Salud! —alzó la copa Pili muerta de risa, celebrando la decisión de su querida amiga.
Referencias
Tu recuerdo por Ricky Martín y La Mari
No te metas a mi Facebook por Esteman
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