En la pequeña explanada donde estaba el templo, los muchachos del grupo juvenil se aglomeraban alrededor de la mesa donde las Damas del Rosario preparaban y vendían empanadas antes y después de la misa. La Ronda se había vuelto una tradición del barrio en aquel improvisado atrio. Los jóvenes caminaban de arriba abajo “rondando” el sitio en plan de conquista, mientras en una esquina cercana, varios adultos conversaban animadamente en la tienda La mirada, al fin y al cabo, era sábado.

Imagen 1.   Compañeros y amigos.  Tomada de Joseph Redfield Nino en Pixabay

Los bandos

Las Damas del Rosario, a punta de empanadas de iglesia con ajicito, habían logrado pintar el interior del templo, comprar los materiales para retocar la Inmaculada, a San José y también las estaciones, trabajo donado por uno de los vecinos que era pintor artístico. Ayudaban también, con varias actividades sociales y benéficas en el sector. Por otro lado, estaba la Junta de Acción Comunal, que buscaba igualmente el beneficio de la comunidad, pero a veces se pintaba del color político del presidente del momento, creando sesgos y hasta preferencias arbitrarias. Tal como en la novela “Don Camilo” de Giovanni Guareschi, estos dos bandos equilibraban el accionar del barrio, siendo las Damas del Rosario una especie de conciencia del lugar.

El pastor

El padre Michael, un cura inglés, se encargaba de la celebración de la misa todos los sábados.  Había llegado hacía unos cuantos meses desde España, rondaba los cuarenta. “Es más blanco que un quesito” decía jocosamente doña Margarita al verlo, tenía ojos aguamarinos, manos pulcras bien cuidadas, de hablar pausado, siempre respetuoso y reflexivo, era la bondad en pasta.  Los feligreses lo respetaban, y escuchaban atentos sus predicamentos.

Un personaje

Por aquella misma época llegó un grupo de seminaristas, como apoyo de la congregación religiosa.  Entre ellos Abelardo, un joven y activo personaje, alto, delgado, de tez trigueña, con una sonrisa arrolladora, detallista, entusiasta y carismático; vestía impecablemente, usaba clériman, además, traía un llamativo anillo de grado. Tan pronto llegó, se conectó con la comunidad gracias a su elocuencia, a su trato familiar y cálido. Era especial, recordaba los nombres de todas las personas, sus historias y hasta su look; al verlos los saludaba por su nombre, “…Uy Sarita, el nuevo peinado que traes resalta tu cara. ¡Felicitaciones!”.  “Doña Ana, cuénteme, ¿su nueva nieta ya nació?”, “Don Jacinto, se le ve muy bien ese sombrero.  Me recuerda a mi tío Tomás…”. 

Imagen 2.   Un vecino. Tomada de Eduin Escobar en Pixabay

Un muchacho

El secretario del grupo juvenil era Adolfo, un estudiante de bachillerato e hijo de Doña Sofía, modista y una de las integrantes de las Damas del Rosario.  Le encantaba ayudarle al prójimo, siempre afable y dispuesto a colaborar; hacía parte, también, del equipo de fútbol del barrio y en el colegio pertenecía a los grupos de teatro y de danza.  Todos le decían cariñosamente Aidol, de chico en un Halloween un roquero le dijo — “…pelao, con ese despeluque de pelo te pareces a Billy Idol (´Aidol´).  ¡Uy, seguro que sí!” — y le guiñó un ojo. Sus amiguitos lo escucharon e inmediatamente lo bautizaron “Aidol”, y así se quedó.

Abelardo y la comunidad

Abelardo apoyaba al grupo juvenil los sábados, y los domingos al del barrio vecino.  En varias ocasiones se quedó amaneciendo en diferentes casas del vecindario donde amablemente le ofrecían alojamiento, de allí se dirigía al otro sitio.  Con su mística, impulsó el grupo, lo motivó a realizar tareas pastorales, visitaban ancianatos y colaboraban con los más necesitados.  Logró un acercamiento inusitado con la Acción Comunal, por ejemplo, una vez con el fin de reparar la vivienda de una pareja de ancianos, consiguió que le cedieran unas tejas y material de construcción que tenían arrumados; todos se volcaron en su ayuda y lograron la reconstrucción de aquella morada.

El seminarista era muy activo con la comunidad, la gente empezó a pedirle que permaneciera más en el sector, lo veían casi como un clérigo, algunos le pedían su consejo.  Igualmente, le rogaron que hablara con su congregación porque necesitaban un párroco de cabecera que los acompañara con su vida espiritual, celebrando los sacramentos, anunciando la palabra y oficiando la misa con más frecuencia, no solo la de los sábados.

Un Memorial

Un buen día al finalizar la reunión del grupo juvenil Abelardo les dijo:

—¡Muchachos, les tengo buenas noticias! —lo miraron expectantes —hemos escrito un Memorial pidiendo que se cambie la programación en la capilla y se pueda hacer misa sábados y domingos —todos aplaudieron radiantes.

—¿Dónde firmamos? —gritó alguien desde el fondo.

—Por favor, acérquense desde mañana al Salón Comunal y firman el Memorial para el cambio en el templo —los muchachos estuvieron de acuerdo y se alegraron con este anuncio, eran los primeros pasos para regularizar el servicio religioso para los fines de semana.  Llevarían buenas noticias a sus hogares.

El domingo en la mañana Aidol y sus amigos se encontraron en la cancha de fútbol, luego se acercaron al Salón Comunal, allí pidieron el Memorial y entusiasmados lo firmaron.  Se sentían orgullosos de poder apoyar un sueño de la comunidad.

Jalón de orejas

Imagen 3.   Máquina de coser Singer. Tomada de Pexels en Pixabay

El lunes, al llegar a su casa después del colegio, Aidol encontró como siempre a Doña Sofía en su máquina de coser Singer.  Ella lo saludó, lo miró con seriedad y le dijo:

—¡Venga para acá!

—Sí señora —dijo diligentemente Aidol.

—Me enteré de que firmaste un memorial en la Acción Comunal, ¿cierto?

—Sí, ayer fui con mis amigos y firmamos —contestó orgullosamente.

—Adolfo ¿leíste lo que firmaron?

—Hum… —agachó la cabeza eludiendo la mirada, sin saber qué contestar.

—A ver Adolfo José, le pregunté que si leyó lo que firmó —inmediatamente Aidol se alertó, su mamá lo estaba llamando por el nombre completo, no era un buen augurio; seguro se ganaría tremendo regaño.

—Es que… realmente no.  Abelardo nos dijo que la Petición era para solicitar la misa los sábados y domingos.  Nosotros fuimos la pedimos y la firmamos, pero la verdad no la leímos, ninguno de nosotros, confiamos en lo que él dijo —manifestó temeroso mirándola a los ojos.

—Hágame el favor y va inmediatamente a la Acción Comunal y lee lo que firmó.  Rapidito, ¡ya!

—Pero amá …

—Nada de peros —lo interrumpió —¡De una!  Rapidito, apúrele —le ordenó.

Ante el Memorial

Aidol descargó sus útiles en un sillón y salió disparado.  El lugar estaba vacío, solo se encontraba la secretaria, solicitó la Petición y la leyó detenidamente, se tomó todo su tiempo.

Imagen 4.   El Memorial. Tomada de Michal Jarmoluk en Pixabay

—¡Nooo!  ¿Qué es esto? ¡No puede ser! —dijo sorprendido —¡Quieren sacar al padre Michael!  ¡No, qué pendejada! Lo quieren sacar —murmuró, mientras la secretaria lo observaba con extrañeza.

Volvió y leyó, no podía dar crédito a lo que solicitaban, en resumen:  aparte de pedir más servicios religiosos para los fines de semana, sugerían cambiar al padre Michael por alguien más idóneo, capacitado y que conociera más a la comunidad, alguien como Abelardo.  Primero, quedó abrumado con la solicitud, luego se molestó consigo mismo por no leer antes de firmar, con razón su mamá estaba disgustada.  Además, se indignó porque se sentía ultrajado en la confianza que había depositado en Abelardo, cómo les había mentido, cómo los había manipulado.

Tomó aliento, sujetó el lapicero y tachó con fuerza su firma y nombre de aquel Memorial, lo puso en su lugar y salió. Después se apareció con sus amigos del grupo y unos jugadores del equipo de fútbol, les mostro el contenido de la Petición e hicieron lo mismo que Aidol, tacharon sus datos, también se sentían defraudados.   La secretaria los miraba asombrada al ver lo que hacían, les indicó que así no podían obrar; no entendía el porqué de su actitud, uno de los muchachos le explicó.  Y se marcharon dolidos y desilusionados con Abelardo, sin imaginar el tremendo despelote que se iba armar con su acto…

Continuará…

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Referencias

Billy Idol – Eyes Without A Face