En esta aventura llamada vida un día tienes en el cielo palmeritas frondosas tambaleándose como si nada, atrevidas, en fuego y juntas pero no revueltas,
y al otro día tienes un parasol solitario, taciturno, rígido, viejo, malacaroso y azul, ¡Sí, azul!
un azul que no combina con absolutamente nada,
tal vez con el cielo, el mar o tus ojos, pero seamos honestos,
tus ojos tampoco es que sean la gran cosa,
esto es una falta de respeto hacia mí,
yo que camino pati pelada por ahí,
yo que busco el verde como quien busca respirar,
yo que parezco un bicho de esos amarillos con punticos negros entre personas,
saludos, multitudes y concreto.
¡Sí!, me parece una falta de respeto todas esas vueltas que la vida da,
así nomás, de un solo golpe y sin aviso,
sin por lo menos haberme recetado un ibuprofeno con 8 horas de anticipación al caos,
pero aquí estoy, firme pero no tan fuerte,
haciéndole mala cara al parasol,
evitando saludos incómodos y buscando en google maps el punto de atención al cliente más cercano para hacerle mi respectivo reclamo a la vida.
Mientras me quejo por aquí aprovecho para admitir un poco sonrojada que sí, que a veces me parezco más al parasol de lo que me gustaría.