Sí, ¡ya sé! Se suponía que debía llegar aquí hace 5  años,  lo siento muchísimo, juro que nunca pensé que esto pasaría pero en el camino pasaron cositas:

Para empezar, me quedé sin combustible y para llenar el tanque de gasolina había que sufrir un poco porque las cosas para nosotros los mortales no son fáciles, tal vez en el  mudo de Alicia hubiera llegado a tiempo,  ya sabes que soy puntual, pero aquí las cosas son a otro precio y te lo puedo explicar:

Me crucé con gente yendo y viniendo, pidiendo direcciones, enseñando, aprendiendo, coincidiendo y viviendo; la mayoría se fueron y espero que hayan encontrado su norte, pero me tomó tiempo asimilar toda esa vaina.

Quise cruzar el atlántico a pata y casi me ahogo en el intento, tardé en recuperarme de semejante frustración como 3 meses, me quedé alucinada viviendo en el mar y no me vayas a preguntar cuánto tiempo pasó porque no tengo ni idea, pero te puedo decir que me sumergí tan profundo en tanto azul que cuando salí ya no tenía el mismo apellido y me había cortado el pelo.

Obviamente me perdí, en el camino y en mí porque sabes lo distraída que puedo llegar a ser, dí pasos en falso, vueltas sin sentido y abrazos prohibidos. Al final la señora Gloria me mostró el camino, pero claro, ya había perdido vaya uno a saber cuanto tiempo.

Una vez me dormí en la tienda del vecino después de haberme mandado como tres mojitos escuchando a Ricardo Arjona y, como si fuera poco, me distraje con un par de ojos morochos que me desviaron del camino como seis o siete meses.  Ya sé que no tengo excusas para semejante tontería!, pero en mi defensa tengo que decir que dormir agarrada a su espalda era como volar. La cosa es que perdí tiempo importantísimo y encontrar de nuevo el camino me costó tiempo, lágrimas y unas tantas botellas de Malbec.

Lo siento, en serio, siento muchísimo haber llegado tan tarde, pero aquí estoy, casi entera, con otro apellido y el pelo corto, con la piel manchada de tanto sol, con los pies en la tierra,  con los sueños enteros envueltos en papel períodico, con la sabiduría de una vieja de 80 y el llanto de una niña de 3 años, con la sonrisa intacta y la fuerza de una mula, con ganas de abrazarte y decirte que sí, que la abuela Eliza tenía razón, que el camino es largo y culebrero, que los errores en estos tiempos están saliendo más caros que el dólar, que el tiempo es un viejo amargado que no perdona y que la vida da más vueltas que un borracho.

Espero que me perdones por el atraso y por tanto abuso y que sepas que no importa si hubieran pasado otros cien años perdida y emproblemada en este camino largo y sinuoso porque yo siempre quise volver a tí.