Cuando pensamos en lo rápido que avanzan los desarrollos tecnológicos nos preguntamos qué tan confiados nos sentimos con ellos y sobretodo, qué tipo de miedos podíamos tener. Brian David Johnson, futurista oficial de Intel, asegura que el origen de la mayoría de nuestras preocupaciones es cultural más que tecnológico.
En un entrevista realizada recientemente por The Review de Gemalto, el experto aseguró que es normal la preocupación que nos despierta, por ejemplo, el uso de la tecnología por parte de nuestros hijos, que al pasar todo el tiempo enviándose mensajes de texto, perderán la costumbre de comunicarse cara a cara; también la cada vez mayor cantidad de información personal que se almacena en la nube y que se administra a través de diferentes dispositivos. Estas preocupaciones son perfectamente normales y muy saludables, ya que nos llevan a preguntarnos: ¿Cuáles son los límites? ¿Qué es aceptable y qué no?
Para citar algunos ejemplos, la Inteligencia Artificial ha sido una de las tecnologías que más cuestionamientos ha suscitado. Robots ocupando plazas de trabajo que requieren mano de obra poco cualificada, sesgos en los algoritmos y el desarrollo de armas autónomas son algunos de los riesgos que más se consideran. Lo que ha llevado a universidades como la Carnegie Mellon (EE.UU) a invertir nueve millones de euros para un nuevo centro de investigaciones éticas sobre la inteligencia artificial. Sin embargo, el temor y la amenaza más grande viene de no entender cómo funcionan estos sistemas, en qué casos sería adecuado utilizarlos y en cuáles no, teniendo en cuenta que no son un reemplazo de los seres humanos sino una herramienta para mejorar sus condiciones.
El Internet de las Cosas (IOT por sus siglas en inglés) también es otro foco de inquietud. En la actualidad existen alrededor de 5000 millones de aparatos conectados y la cifra será cinco veces mayor en los próximos cinco años (cerca de 25.000 millones), de acuerdo con la consultora Gartner. Estamos inundados de estos aparatos inteligentes que a su vez son susceptibles de un ataque. Prevenir el fraude en el mundo del internet de las cosas resulta particularmente tan complejo como esencial. Al tratarse de ‘máquinas hablando con máquinas’, es necesario crear algoritmos, llaves de cifrado, sistemas de autenticación mutua, de almacenamiento seguro y que eviten suplantación de identidades. Cuestiones que no son parte de nuestras conversaciones cotidianas y por su desconocimiento generan temor y rechazo.

¿A qué nos enfrentamos realmente? Es un debate mucho más amplio para sentar unas bases éticas sólidas. El futuro de estas implementaciones estará muy influenciado por la forma como interactuemos con ellas y por cómo prevemos y respondemos a las consecuencias no esperadas de éstas, pues la tecnología debe utilizarse para beneficiar a la humanidad individualmente y como sociedad; cultivar esta consciencia hará que espantemos los temores.