Hace algunos años, pensar que podíamos hacer viajes y expediciones turísticas al espacio era una ilusión. Ahora es una realidad, al igual que el crecimiento de misiones espaciales enfocadas en la minería de asteroides, las investigaciones para determinar el origen del universo o la búsqueda de agua y nuevas señales de vida.
El espacio se ha convertido en el próximo gran campo de oportunidades y descubrimientos en donde la innovación espacial no solo promete avances tecnológicos revolucionarios, sino también oportunidades comerciales sin precedentes.
En las últimas décadas, hemos visto un cambio fundamental en la forma en que abordamos el espacio: ya no es solo un asunto dominado por agencias espaciales gubernamentales, sino que empresas privadas han comenzado a liderar la carga en esta carrera. Pero más allá de continuar apostándole a la creación de satélites o cohetes con tecnología de punta, surge el compromiso por implementar acciones de sostenibilidad y cuidado medioambiental, teniendo en cuenta que hay más de 130 millones de objetos contaminantes en la órbita de la Tierra, según la Agencia Espacial Europea.
Una de las mayores preocupaciones es que las actividades espaciales a menudo tienen impactos indirectos en nuestro medio ambiente terrestre. Recientemente, hemos tenido la oportunidad de ver por redes sociales los grandes e impactantes lanzamientos de cohetes al espacio. Pero ¿se ha detenido a pensar cuántas toneladas de dióxido de carbono y partículas dañinas son liberadas a la atmósfera con cada una de estas expediciones?
No cabe duda que, a medida que avanzamos hacia el espacio exterior, debemos hacerlo con un compromiso inquebrantable con la sostenibilidad. Por ejemplo, quiero poner sobre la mesa el reciente desarrollo de un novedoso sistema de propulsión para satélites que utiliza el agua como combustible y que promete un uso más verde y sostenible del espacio. A través de un proceso químico se está logrando descomponer el agua en hidrógeno y oxígeno, elementos que luego ingresan en la cámara de combustión del satélite y que está reemplazando la gasolina u otros elementos contaminantes.
El impacto que esto genera en las misiones es irrelevante, pero la reducción de gases efecto invernadero en la atmósfera es abismal. Mantener un enfoque sostenible en la exploración y explotación del espacio aumenta la legitimidad de nuestras actividades y refuerza la ética detrás de lo que hacemos. Estamos construyendo el futuro y debemos hacerlo de manera responsable.
Como seres humanos, nuestro nivel de intriga e innovación está en constante crecimiento. La carencia y agotamiento de recursos naturales en el planeta ha hecho del espacio el lugar predilecto para buscar nuevas formas de generación energética, por ejemplo. Sé que es extraño pensar que la luz que enciende en su hogar o la energía con la que carga su celular ahora podría ser producida directamente desde el espacio a través de paneles solares, teniendo en cuenta que, actualmente, la generación de energía en Colombia proviene de un 63,7% de recursos hídricos, mientras que el 31,5% viene de recursos térmicos como el gas, carbón, fueloil y combustóleo, según Enel. Estos últimos elementos son generadores directos de contaminación ambiental.
El sector energético alrededor del mundo continúa en su orientación hacia fuentes de energía renovables, modulables y asequibles. Con ello, ya se ha iniciado el desarrollo de estudios para impulsar el aprovechamiento de la energía solar en el espacio, cubriendo las necesidades de energía limpia en la Tierra.
A medida que nos acercamos a las estrellas, las empresas y los gobiernos tenemos la responsabilidad de proteger el espacio, el medio ambiente y garantizar que las futuras generaciones puedan beneficiarse de las nuevas oportunidades que este ofrece. Como humanidad, tenemos el compromiso de realizar estas exploraciones desde la sostenibilidad.