De 2017 a 2019 América Latina vivió un número inusualmente alto de elecciones en un período de tiempo relativamente corto. En Sudamérica, las alternativas políticas no fueron demasiado extremas. Argentina, Uruguay, Paraguay, Ecuador y Colombia, todos fueron escenarios con alternativas finalistas de centro izquierda y centro derecha. La opción de izquierda más evidente fue probablemente Gustavo Petro en Colombia. Sin embargo, aunque su posicionamiento estaba relacionado con la justicia social y la redistribución, en términos del espectro izquierda-derecha más global, no podría caracterizarse como una alternativa extrema. Sí representaba una cultura política muy crítica de la política tradicional de Colombia, pero en lo sustantivo era reformista. A la derecha, en cambio, sí surgió un valor atípico. Jair Bolsonaro de Brasil. Un candidato con rasgos neofascistas y propuestas de política neoliberal muy extremas, con una retórica anti-establishment.
En 2021 se va reiniciar ese ciclo electoral, empezando con Ecuador en febrero 2021, y ya están anunciados los precandidatos. La pregunta clave es: ¿de qué modo la pandemia afectará la política? A continuación los elementos claves que, pensamos, hay que considerar.
El liderazgo. La pandemia ha puesto a prueba a todos los líderes. Los niveles de aprobación estarán inextricablemente vinculados a su capacidad de responder eficazmente, reduciendo la profundidad del impacto, gestionando las variables de salud pública y económica de la mejor manera posible. No creemos que la prueba sea un retorno a niveles de crecimiento de expansión y crecimiento económico, sino más bien poder argumentar que las bases fueron echadas como para retomar la senda del crecimiento.
Las clases medias. El discurso político del superciclo de elecciones se refería a las «nuevas clases medias» y la necesidad de mitigar su vulnerabilidad para que puedan mantener los logros obtenidos durante los ciclos económicos y políticos anteriores. La pandemia es exactamente el tipo de evento más pernicioso para esa nueva clase media y su vulnerabilidad será puesta a prueba. ¿Cómo afectará eso su comportamiento electoral? ¿Se desplazarán a la izquierda o seguirán las filosofías individualistas predicadas por los pastores neopentecostales, entre otros?
La desigualdad no puede esperar. Muchas de las precauciones de salud pública relacionadas con los cambios de comportamiento no han sido posibles implementarlas en los barrios marginales, con viviendas de una sola habitación y falta de infraestructura de agua y saneamiento. Las grandes extensiones urbanas metropolitanas, con alta densidad de población, han sido las áreas más afectadas. La infraestructura de salud pública ha sido lamentablemente inadecuada para atender la creciente cantidad de casos de personas con síntomas graves. Durante el superciclo era un tema difícil. La pandemia, sin embargo, lo ha colocado como un tema central, y con él la discusión sobre gastos/inversiones sociales.
La importancia de lo público. Ha habido intensas discusiones sobre financiamiento e intervenciones estatales. En general, la pandemia ha fortalecido la importancia de lo «público». El hecho de que el virus sea contagioso y la presencia de una gran cantidad de casos es una amenaza para la población en su conjunto, ha cambiado el razonamiento sobre el interés general o el bien común. La idea de que el bienestar general de la sociedad es, al final, una ventaja para el bienestar individual de uno ha golpeado fuertemente el sentimiento público, proporcionando una narrativa más sólida sobre los méritos del interés colectivo y la inclusión.
Deuda y desarrollo. La financiación de la emergencia de salud pública se ha basado principalmente en la priorización y reasignación presupuestaria y la deuda pública. Con respecto a esto último, la crisis ha sido extremadamente dura para aquellos países que ya enfrentaban situaciones financieras críticas. Los casos de Argentina y Ecuador son probablemente los más problemáticos. La negociación que está teniendo lugar entre Argentina y sus acreedores es probablemente una de las negociaciones más cruciales en esa área. No obstante, la coyuntura también es un buen momento para reflexionar sobre los méritos de aquellos países que han mantenido un equilibrio fiscal saludable con bajo endeudamiento, como el caso de Paraguay.
La confiabilidad de la globalización. La pandemia ha provocado nuevos cuestionamientos sobre la globalización y la dinámica multilateral. Con respecto a esto último, ha sido triste ver una ausencia casi completa de integración/coordinación regional en torno a la respuesta a la pandemia. El multilateralismo regional ha sufrido de la misma manera que lo ha hecho a nivel mundial. Queda por ver si una vez que los escenarios nacionales se estabilicen, habrá una reaparición del multilateralismo, tanto regional como global. La pandemia causó una sensación general de ansiedad sobre cuán confiable es la división internacional del trabajo existente. La competencia por los suministros básicos para poder proteger a los trabajadores de la salud y tratar a los pacientes de covid en las UCI, y la constatación de que los países no tenían la capacidad de producir esos suministros lo suficientemente rápido como para cubrir las necesidades urgentes, fue un claro recordatorio de cuán riesgosa podría ser la interdependencia.
No postergar los grandes cambios. Lamentablemente, los problemas relacionados con los aspectos más transformadores, principalmente la cuestión del desarrollo sostenible, pueden sufrir otro aplazamiento preocupante. Esto es algo que debe ser monitoreado de cerca. Con suerte, la pandemia acentuará la comprensión de que ésta no es más que una pequeña muestra de otras amenazas transnacionales, que acechan detrás de los múltiples impactos de patrones de producción y consumo insostenibles.
Sin ayuda externa. Finalmente, podemos decir que la mayoría de los países están atrapados en la trampa de ser países de ingreso medio, demasiado ricos para obtener ayuda, demasiado pobres para financiar sus esfuerzos para superar el desafío. Los recursos financieros, intelectuales, políticos, humanos y sociales deberán provenir de sus propios esfuerzos. La mayor parte del trabajo depende del desempeño de los gobiernos, la sociedad civil, las comunidades y el sector privado. Una articulación política de estos factores es esencial. Como hemos dicho, los liderazgos se están poniendo a prueba, y la supervivencia de los actuales titulares dependerá de cómo les vaya en la prueba.