Los resultados de las elecciones en Bolivia no podrían haber sido más contundentes, signados por una altísima participación y enorme ventaja del candidato del MAS ante Carlos Mesa. Las dudas de que el MAS pudiese mantener su presencia en el electorado nacional se han disipado como la neblina a media mañana. Le derecha, atónita, no tuvo otra que aceptar y se prepara para volver a casa.
El presidente electo Luis Arce gobernará con un MAS que mantiene su mayoría en el parlamento. Las condiciones están dadas, por ende, para impulsar su programa de gobierno. La probabilidad de que así sea se acentúa por el tipo de liderazgo que representa el presidente electo. La verdad sea dicha, es refrescante escuchar y observar una persona sensata, razonable, humilde y temperada, con un conocimiento y capacidad técnica en el manejo de las políticas públicas. Tan distinto a los liderazgos de macho alfa, arrogantes y narcisos. Ojalá esto sea un vaticinio del criterio con que los latinoamericanos elegirán a sus candidatos en el siguiente ciclo electoral.
La matriz de políticas públicas propuestas por el candidato significa en gran medida un retorno al modelo económico y social desarrollado por el mismo Luis Arce durante los 14 años de gobierno del MAS, pero con algunas innovaciones y medidas coyunturales que tienen relación con la crisis generada por la pandemia y la mala respuesta del gobierno de transición. El modelo es básicamente retomar la generación de excedentes mediante la explotación de las industrias extractivas, para financiar nuevos rubros como el litio, desarrollar capacidad manufacturera que agregue valor a los recursos naturales e impulsar la productividad agropecuaria. Todo ello con el fin también de aumentar el empleo y por ende el ingreso de los bolivianos.
El mensaje generado por el candidato fue establecer una equivalencia entre ese modelo y el retorno a la estabilidad. Por lo general, uno relaciona el socialismo con un cambio de paradigma y grandes reformas, pero en este caso el mensaje fue volver a la certidumbre y la senda del crecimiento. Mensaje que caló hondo y ciertamente fue ayudado por la crisis de la pandemia y la ingobernabilidad en la que cayó el país después del golpe de estado de octubre del 2019.
La experiencia de esa ingobernabilidad y la crisis de la pandemia también le han dado al discurso del candidato nuevos énfasis. Por ejemplo, la propuesta de sustitución de importaciones a la que es muy adepto Luis Arce tuvo nuevas justificaciones relacionadas con la experiencia de la pandemia, durante la cual los países han sufrido desabastecimiento de insumos claves. También se ha visto un renovado interés en el estímulo al consumo mediante la distribución de bonos para los más necesitados, marcado por el ímpetu keynesiano de dinamizar la economía mediante la demanda inducida. Lo mismo vale para la utilización de la inversión pública como palanca para el crecimiento.
La pregunta de siempre era el financiamiento en un contexto de recesión de entre el 8 y 11 porciento de caída del PBI. Ahí, Arce hace propuestas bastante claras. Renegociar la deuda con los bancos multilaterales, solicitando una suspensión temporal de pagos, renegociar con Brasil el tema de la exportación de hidrocarburos incluyendo en el precio el transporte del producto desde el punto de producción y no a partir del límite fronterizo, error al que habían accedido los representantes del gobierno de transición. La disciplina fiscal también entra en la ecuación, mediante la reducción del gasto corriente del Estado y un impuesto a las grandes fortunas. Estas últimas son definidas como fortunas patrimoniales de personas, no de empresas o sociedades. También se habla de una nueva generación de bonos del Estado, que en su época el gobierno del MAS logró colocar con éxito debido al buen desempeño de la economía.
Finalmente, a lo largo de toda la campaña Arce enfrentó con bastante calma y ecuanimidad el tema de su liderazgo y la sombra de Evo Morales. Reconoció el valor histórico de Evo Morales y su legado, pero también dejaba claro que el que iba a gobernar era él y su compañero de fórmula David Choquehuanca. Sus referencias al MAS dejaban entrever que su candidatura se había forjado mediante negociaciones y acuerdos políticos internos del movimiento, con adhesiones de organizaciones sociales y grupos. De hecho, si ganó Luis Arce, en gran parte, se debe a una lección de unidad que dio el MAS. Arce nunca se dejó arrastrar por las preguntas sobre si permitiría el retorno de Evo, sino que aludía al derecho de todo boliviano a volver, y a la necesidad de que Evo enfrente causas abiertas contra él en temas de derecho privado. También ha sido claro en la renovación de los cuadros del nuevo gobierno, que se nutrirían de nuevos elementos. Así, pues, se abre un camino de esperanza para una Bolivia sufrida y que claramente demostró su apego a la democracia. Le incumbe al presidente electo mantener esa ecuanimidad y sensatez para dar el ejemplo a la política post pandemia en la que entramos en la región.