No soy actriz de Hollywood ni modelo, pero he conocido a varios Harvey Weinsteins en mi vida. He trabajado desde la adolescencia en varias industrias y he tenido que soportar los avances no deseados de hombres con poder a cambio de mantener mi trabajo, avanzar en mi carrera, o la promesa de algo.
Harvey Weinstein, uno de los productores más poderosos de Hollywood, fue acusado por más de 50 mujeres de acoso sexual, e incluso violación en investigaciones publicadas por The New York Times y The New Yorker. Nuevas acusaciones han surgido a raíz del artículo inicial publicado hace dos semanas.
Me di cuenta desde joven que hay que aprender a sobrevivir como se pueda en una cultura machista donde muchos hombres poderosos ven a las mujeres como artículos diseñados para complacerlos. Uno aprende a esquivarlos, a decir no con la mejor sonrisa, sin ofenderlos. Porque uno sabe que eso le puede costar no solo el trabajo, sino la carrera.
Por supuesto que no soy la única. Casi todas las mujeres tenemos historias de horror con algún jefe. Todas nos hemos sentido en algún momento acorraladas, avergonzadas, desesperadas en situaciones terriblemente incómodas. Muchas preferimos no hablar de eso. Estamos supuestas a mantener el secreto, como dijo Gwyneth Paltrow. Son “gajes del oficio”.
Hay que poner la cara al otro día, sonreír y hacer de cuenta que no pasó nada. Porque hay que mantener el trabajo y de todas formas a donde uno vaya, en la profesión que esté, va a enfrentar la misma situación. Eso me lo dijo mi mamá hace más de 30 años porque ella también, por supuesto tuvo que afrontar acoso sexual en más de una ocasión.
La industria del entretenimiento está plagada de depredadores. Lo viví en carne propia en mi carrera de actriz en Colombia y en Los Angeles, donde me di cuenta que tendría que vender mi alma al diablo para triunfar y decidí dejarlo todo y hacer otra cosa. El problema es que el acoso sexual se vive en todas las industrias.
Lo que yo le quiero decir a mi hija es que hay que tener claro que la persona que está actuando mal en ese momento es el agresor y no al contrario. La táctica que utilizan estos depredadores disfrazados de ejecutivos-jefes-profesores-intelectuales-supervisores-etc, es manipular la situación para hacernos creer que somos nosotras las que estamos haciendo algo mal. “No te pongas así. No me hagas quedar mal. Esto es normal. Todas lo hacen”.
No hay nada de qué avergonzarse. Las víctimas de acoso por lo general sentimos vergüenza y culpa. Hay que romper con ese estigma y denunciar al agresor. Dejar el trabajo y buscar otro lo antes posible.
Mi hija a sus 20 años ya ha sido víctima de acoso por parte de algunos clientes del restaurante donde trabajó como mesera. Las meseras dependen de las propinas para vivir y tienen que soportar continuamente desmanes de clientes atrevidos para no perder su trabajo. A mí me pasó lo mismo en Nueva York hace 30 años.
Quedarse callado no es una opción. Hay que hablar del tema. Contárselo a los amigos y a la familia. Buscar ayuda. Denunciar al agresor con la policía, recursos humanos, acudir a un abogado si es posible. Guardar el secreto es la mejor manera de que el abusador continúe a sus anchas haciendo de las suyas.
El abuso de poder y pedir sexo a cambio de oportunidades laborales no es nuevo y existe en todas las profesiones. Es producto de una sociedad que sigue viendo a la mujer como un objeto de placer sin voz ni voto. Por suerte ahora las mujeres están hablando y lo están denunciando. Hay que continuar. Es la única manera de parar el abuso.