Durante muchos años no me atreví a decir que era feminista porque pensaba que las feministas eran «marimachos» rabiosas con bigotes. Entonces, pensaba que si yo decía que era feminista, la gente iba a creer que yo tenía problemas.

Por suerte, las cosas han cambiado y ahora ser feminista puede ser hasta chévere. Emma Watson ha hecho mucho por poner el feminismo de moda y explicar qué es ser feminista. La escritora nigeriana Chimamanda Adichie, mi heroína, lo explica muy bien en su libro Todos deberíamos ser feministas. Le regalé ese libro a mi hija y a mi sobrina y quisiera seguir regalándolo.

No escribo un blog sobre feminismo por coincidencia. Quisiera a través de este espacio llegar a mujeres, que como yo, se han sentido perdidas, tal vez derrotadas, en un mundo que parece estar en contra nuestra y lograr que abran los ojos. Ser feministas es el primer paso para tener un vida autónoma y poder lograr lo que queremos.

¿Por qué? Primero, porque tenemos que darnos cuenta que las mujeres tenemos los mismos derechos que los hombres. Derecho a ser felices, a estudiar, a trabajar, a decidir qué hacer con nuestro tiempo, a elegir qué hacer con nuestro cuerpo, a disfrutar de nuestra sexualidad. Derecho a expresar lo que sentimos, nuestros deseos, miedos y aspiraciones sin miedo a ser juzgadas. Derecho sobre nuestro cuerpo, con quién disfrutarlo, cómo vestirnos, cómo mostrarlo o no hacerlo. Es nuestra decisión. No la decisión del hombre a quien amamos, o del hombre con quien nos casamos, o del papá, o del hermano.

Nosotras somos las dueñas de nuestra vida y las que tenemos autoridad única para tomar las decisiones sobre nuestra vida y nuestro cuerpo. Tomemos el timón de nuestras vidas.

El objetivo de la mujer no es casarse, ni ser sexy, ni gustarle a los hombres, ni llegar virgen al matrimonio, ni ser la mejor madre del mundo, ni la mejor hija, ni la mejor nada. Sacrificio no es sinónimo de mujer.

Somos el producto de una sociedad machista, que lleva miles de años inculcándonos mensajes de lo que debe ser una «buena mujer». Ser dóciles, sonreír, vivir en función del marido y de los hijos, ser púdica, ponernos siempre en segundo lugar. Hay que derrumbar esas creencias.

La meta es llegar donde nosotras decidamos que queremos llegar. No seguir lo que está impuesto por la sociedad, la religión, las instituciones, todas a su vez inventadas y regidas por hombres.

Con bigote como Frida, sin pelos en la lengua, o como quieran, las invito a volverse feministas y a sentirse con el derecho y el valor de vivir la vida a manos llenas y con los ojos abiertos.

Me gustaría a través de este espacio crear una comunidad para compartir experiencias y apoyarnos mutuamente.