Uno de mis grandes miedos es el miedo a ser violada. Cuando mi hija empezó a crecer y a desarrollarse, le hablaba mucho de cómo protegerse, qué hacer y qué no para evitar estar en situaciones peligrosas que pudieran terminar en una violación.

Uno de mis consejos fue que no luciera muy provocadora, que usara ropa holgada y tratara de no llamar la atención. Ella por supuesto protestó y me dijo “¿Por qué tengo que cambiar mi manera de vestir? No estoy haciendo nada malo si me pongo unos pantalones apretados”.

Yo le respondí “Porque vivimos en una sociedad donde muchos hombres no se pueden controlar y nos toca a nosotras las mujeres hacernos responsables de la situación y hacer todo lo posible para no provocarlos”.

Al decirlo me daba cuenta de lo absurdo que sonaba todo. Se supone que somos la especie más evolucionada del planeta y que vivimos en el siglo XXI. Pero la mitad de la población (las mujeres) somos responsables de controlar los impulsos de la otra mitad (los hombres). Es absurdo que a estas alturas, las mujeres todavía estemos obligadas a modificar nuestro comportamiento y cómo nos vestimos para no “tentar a los hombres al pecado”.

Al final mi hija y yo no logramos ponernos de acuerdo. Ella se negó a conformarse a vivir con miedo. Se vistió como quiso y salió a la calle.

Este tema ha resurgido a raíz de la oleada de mujeres que se han atrevido a hablar y destapar la olla sucia que es Hollywood y la industria del entretenimiento, y del acoso incesante que sufren las actrices, modelos y cualquier mujer que trabaje en ese medio. No solo en Hollywood, en todas las industrias y en todos los países ocurre lo mismo.

Me doy cuenta de que mi hija tenía razón. No sólo las mujeres bonitas sufren de acoso sexual o son víctimas de violación. Basta con ser mujer para ser el blanco de ataques de hombres que usan el poder para obtener sexo. Poder físico, económico, profesional, o de cualquier tipo.

La solución no es ponerse ropa holgada y hacer todo lo posible por no provocarlos. Hay que cambiar la percepción de que la mujer no tiene derecho sobre su sexualidad. Cambiar la percepción de que la mujer está aquí para complacer los deseos del hombre. Hay que empezar por no callar, denunciar al agresor, no dejarse, no pensar que es normal, no echarnos la culpa. ¡Basta!