En alguna ocasión que el papá de mis hijos cambió un pañal y recibió todo tipo de elogios. “Pero qué padre tan bueno es!”. Me miraron admirados por la suerte que tenía de estar casada con un hombre así. Era como si hubiera llevado a cabo un acto heroico ¡Por cambiar un pañal!

Yo había bañado a los niños, los había vestido, había preparado la comida, les había lavado la ropa y los había llevado al parque. Nada de eso contaba para una expresión de aprecio. Eso es lo mínimo que hace una “buena mamá”.

No sólo se da por hecho que esa es la obligación de la mujer, sino que se espera que lo cumpla a cabalidad, todos los días sin falta y sin quejarse. Y es juzgada si tiene fallas o es considerada una mala madre.

La lista de las “obligaciones” domésticas impuestas exclusivamente a la mujer desde siempre es eterna. Hay que ser mujer y ser mamá para saberlo. No alcanzan las horas del día para llevarlas a cabo y nunca terminan.

Se sobreentiende que el cuidado de los hijos y el manejo de la casa le corresponde a la mujer. No importa si la mujer trabaja fuera o no. Las tareas domésticas siguen siendo nuestra responsabilidad. Eso no se considera trabajo, no es remunerado, no es apreciado y en la gran mayoría de los casos, no es compartido.

¿Hasta cuándo vamos a seguir pensando así? ¿Hasta cuándo vamos a enseñarle a nuestras hijas que deben aprender a cocinar y a limpiar, mientras sus hermanos no están siquiera obligados a levantar el plato de la mesa?

Conozco mujeres que caen en su propia trampa y piensan que ellas lo hacen mejor que sus esposos y se cargan con todas las obligaciones del cuidado de los hijos y las labores del hogar porque “ellos no lo saben hacer”.

No hay que ser científico de la NASA para aprender a cambiar un pañal o preparar una comida. Hay que querer hacerlo. Hay que apreciar que el tiempo y el esfuerzo de la mujer vale lo mismo que el del hombre. Que tenemos el mismo derecho de descansar y de tener tiempo para nosotras.

Otras lo hacen porque están cansadas de pelear y prefieren evitar conflictos y hacerlo todo resignadas, convencidas de que no hay posibilidad de negociar, de que nada va a cambiar de todos modos.

¿Cuándo vamos a dejar de pensar en la mujer como el caballo de carga de la familia? La administradora-cocinera-cuidadora-encargada de la limpieza-coordinadora de horarios-chofer-tutora-etc-etc-etc? Podría escribir mil etc más.

Cada vez hay más mujeres profesionales con posiciones de responsabilidad y cumpliendo horarios de trabajo extenuantes. Pero cuando llegan a la casa, regresan a la Edad de Piedra. La mujer se pone el delantal y asume su posición de sierva mientras el hombre se relaja.

Conozco muy pocos casos donde hay igualdad en la repartición de las tareas domésticas. Reconozco que hay algunos, pero son muy pocos. Y en cuanto a la manera como se posiciona el asunto, se dice que el hombre le está “ayudando” a la mujer. Yo me acuerdo que le pedía al papá de mis hijos “ayuda” con el tono más dulce posible (no era muy dulce), como si en realidad todo el trabajo fuera mi responsabilidad y él estuviera “dándome una mano”. Cayendo en un paracaídas de vez en cuando en mi territorio: la casa y los niños.

¡No es así! Esto que voy a decir es demasiado obvio, pero al parecer no para muchos: las tareas de la casa y los hijos son responsabilidad de la mujer y del hombre (si hablamos de una pareja heterosexual). Limpiar, hacer las compras, mantener la casa, cocinar, criar hijos, vestirlos, bañarlos, darles de comer, hacer las tareas, en fin, todo, absolutamente TODO es obligación de las dos partes. No entiendo cómo esto no es la norma y la regla. ¡Estamos en el siglo XXI!

No hay ninguna evidencia científica que compruebe que la mujer está mejor equipada para las tareas del hogar y la crianza de los niños. Es una tradición con la que hay que terminar si queremos construir una sociedad más justa y equilibrada. Y es la única manera de lograr parejas que funcionen y familias felices.