El tener que reinventarse y buscar maneras diferentes de ganarse la vida es una realidad para muchos hoy en día. Ya sea porque la profesión que ejercemos está en crisis, o porque tocó salir del país donde vivíamos, o porque la situación personal cambió, o porque no nos gusta ya hacer lo que hemos hecho durante años. Cada vez más personas estamos en esa transición entre una profesión y otra.

El principal problema que enfrentamos es decidir qué dirección tomar, hacia dónde ir. Empezar de cero después de cierta edad puede parecer abrumador. Emprender un nuevo camino con toda la incertidumbre que conlleva genera ansiedad, no importa la edad. Pero, después de los 40 es mucho más estresante y la razón es que pensamos que para ese momento ya “deberíamos” estar en otro lugar. Ya “deberíamos” haber alcanzado cierto nivel, cierto salario, cierto estatus.

Para las personas de mi generación, el camino parecía claro: estudiar una carrera en la universidad, conseguir trabajo relacionado con los estudios y seguir esa trayectoria para siempre. Pues, las cosas han cambiado y ahora no necesariamente es así.

Si logramos sacarnos de la cabeza el “debería” esto, “debería” lo otro, ya el nivel de estrés bajaría y nos podríamos concentrar en dedicar nuestros esfuerzos a buscar lo que nos gusta hacer y desarrollar nuestro talento y habilidades de manera productiva.

He hablado con personas que han empezado una nueva profesión y manera de ganarse la vida después de los 50 años a partir de un hobbie. La persona a quien le compré unos árboles de bambú me contó que durante años había trabajado en ventas hasta que decidió dedicarse a vender y enseñar sobre el bambú, algo que venía haciendo en su tiempo libre en el jardín de su casa.

En su libro Mi historia, Michelle Obama habla sobre cómo después de años de luchar para ser abogada y de obtener títulos de Princeton y Harvard, las mejores universidades del mundo, se dio cuenta de que eso no era lo que quería hacer con su vida.

En una entrevista con Oprah Winfrey, la ex Primera Dama de los Estados Unidos, habló sobre cómo la pregunta “Qué quieres hacer cuando seas grande” no se le debe preguntar a un niño. Porque la vida es una sucesión de eventos y estamos en constante cambio. Podemos ser muchas cosas, no tenemos que definir lo que vamos a hacer el resto de la vida antes de cumplir los 18 años. Y el haber hecho una carrera en una profesión, no determina lo que vamos a hacer siempre.

El otro problema es tener la identidad ligada a la profesión. Nos identificamos por el trabajo o la profesión, “soy abogada”, “profesora”, etc. En realidad somos un cúmulo de experiencias, ideas, relaciones, sueños (algunos cumplidos, otros no). No sólo somos una profesión. Trabajar no es lo único que le da sentido a nuestra vida.

Hay que darse el permiso de cambiar, de explorar otras posibilidades. Reinventarse cuantas veces sea necesario. Sin pena, sin miedo. Con orgullo y berraquera.