Me gusta regalarle diarios a las mujeres. Con frecuencia no se me ocurre otra cosa que regalarle a una adolescente que un diario, listo para ser escrito con sueños, experiencias, deseos.

A mi hija le he regalado libros para aprender a meditar, libros sobre espiritualidad, libros de yoga. Me gusta meterme con ella en el jardín a podar las plantas, a regarlas, a sembrar. La invito a hacer clases de yoga, clases de meditación, la llevo a lecturas de libros.

Quiero mostrarle las cosas que he hecho para desarrollar mi interior, para encontrarle sentido a la vida, para fortalecer el espíritu. Porque después de todos estos años y de haber intentado ser feliz a través de la rumba, los novios y el trabajo, llegué a la realización de que sólo yo puedo lograr mi propia felicidad. Y es gracias a esos momentos en el jardín, a la meditación, a los libros, a la práctica del yoga, al mar, que he logrado fortalecer mi interior. Un camino que nunca termina.

Tener las tetas más grandes, salir en televisión, ser famosa, ser popular, lograr el color perfecto de pelo, conseguirse el novio más papito, vivir en una casa más grande, nade de eso te va a hacer sentir realizada. Puede dar la ilusión de alegría, pero es algo efímero. Quisiera que mi hija lo supiera. Quisiera decírselo a las jóvenes antes de entrar al quirófano a hacerse una cirugía estética innecesaria.

La felicidad se logra también con los pensamientos que almacenamos. Es una decisión que se toma y requiere adoptar actitudes y comportamientos que conduzcan al bienestar. Reprogramar la mente y guardar sólo pensamientos positivos. Hacer algún tipo de actividad física con regularidad, alimentarse con comida saludable, dormir alrededor de ocho horas al día. 

Ya sé que puedo sonar como libro de autoayuda o como pastor evangélico, pero es así. La felicidad se logra, se alcanza, la felicidad se construye todos los días y solo lo puede hacer uno mismo.