Después de muchos años de pensarlo, de debatirme, de no encontrar el valor para hacerlo, de explorar opciones, por fin lo estoy haciendo. ¡Me estoy dejando crecer las canas! Algo tan banal y al mismo tiempo tan definitivo en la vida de una mujer. Que absurdo que las canas sean tan importantes.

El encierro durante la pandemia me ayudó a tomar la decisión. Ir a la peluquería se volvió un riesgo de vida o muerte. Las canas empezaron a crecer y esta vez para quedarse. Aunque no muy complacida decidí intentarlo, mas no sin resistencia.

Mis amigas me miran con horror antes de atreverse a preguntar: “¿Y esas canas?” Una amiga incluso me amenazó con venir a la casa con el tinte y ponérmelo a la fuerza después de ver una foto mía en Facebook. Me imploran que no lo haga. Cada vez que recibo un comentario tengo que armarme de valor para explicar que ya tomé la decisión y no me voy a seguir pintando el pelo. Casi que pido perdón por atreverme. Busco aprobación por romper la regla sagrada del pelo con tinte. No niego que la decisión me asusta. Sé que tener el pelo canoso tiene muchas implicaciones. ¿Le gustaré a alguien así? ¿Qué va a pasar con mi vida laboral? ¿Qué van a pensar de mi?

Se siente como un acto de valor. Casi como un actor heroico, como un desafío. Algo que hace sentir incómodo a los demás. Sobre todo, a las mujeres. ¿Por qué a los hombres les quedan tan bien las canas? ¿Por qué una mujer con canas se ve “descuidada”?

A estas alturas y después de todos los logros de la lucha feminista, las canas nos mantienen atrapadas. Taparlas es nuestra mayor obsesión. Dejarlas salir es una osadía.

A las mujeres no se nos perdona la edad, así como no se nos perdonan muchas otras cosas. Hay que esconder la edad, inyectarnos sustancias tóxicas en la cara, someternos al bisturí para estirar la piel, todo con tal de lucir unos años más jóvenes. El mejor halago que nos pueden hacer es decirnos que nos vemos jóvenes, que no parecemos de nuestra edad. ¿Cuál es el problema con la edad de la mujer? No lo entiendo. Es otro de esos doble estándares que nos pone en desventaja.

Deséenme suerte. Todavía tengo miedo de haber tomado la decisión equivocada. No sé si llegaré al final del camino.