Basta con revisar las cifras de informalidad dadas también por el Dane, quienes reportan que la proporción de trabajadores informales en el trimestre febrero – abril de 2016 fue de 47,5% y que prácticamente da testimonio de una sociedad donde la falta de oportunidades laborales no son un obstáculo, sino más bien una oportunidad para medírsele al “rebusque” buscando de esta manera cubrir los gastos del hogar ya sea desde la casa o saliendo a las calles.
Sí, se ha reducido la tasa de desempleo en Colombia y seguirá bajando, más aun en estos meses de noviembre, diciembre y enero donde muchos desempleados aprovechan el turismo de fin de año para ganarse unos pesos y poder emplearse de alguna manera. Porque entre otras, el Dane también ha revelado que las ramas de actividad que más contribuyen a disminuir las cifras de desempleo son la construcción y el comercio. Sin duda seguirá bajando la cifra de desempleo, pero ¿a qué costo?
Hoy, no todos los trabajadores informales llegarán a recibir una pensión, no todos cotizan, no están afiliados a riesgos laborales y quizás muchos tampoco coticen al régimen contributivo como lo hace un empleado al que contratan con todo lo de ley. ¿Qué significa entonces en Colombia llegar a ser parte de las estadísticas de los empleados si las garantías no son las mismas?
Significa una vergüenza, una vergüenza para un gobierno que sale a los medios creyéndose gestor de cambios y de nuevas oportunidades para el pueblo y que a la final queda mal, porque no ha sido capaz de ponerle el freno a los sistemas de contratación ilegales que en ultimas representan evasión de impuestos para el país, pocos beneficios y bajos sueldos para la trabajadores colombianos quienes finalmente ven en la informalidad oportunidades para salir adelante e independizarse a costa de lo que esto pueda significarles en términos de salud.
Y hay que hablar de salud porque el gobierno no ha querido ver o reconocer que detrás de esos empleos informales existe toda un sinnúmero de determinantes sociales en salud que son un riesgo en la carga de enfermedad por las exposiciones que trae emplearse en las calles o en condiciones donde la calidad del lugar de trabajo para ganar unos pesos no es tenida en cuenta para blindar el bienestar del trabajador.
Mal le queda al gobierno levantar la frente ante este panorama y no preocuparse. ¿Qué acciones al respecto tendrá el ministerio de salud? ¿Qué pensará la cartera de trabajo? Son interrogantes que llevan a decir que el alivio ante estas cifras son algo de forma, porque de fondo existe todo un problema que lleva finalmente a que la población vea en las ventas ambulantes o en el “rebusque” una opción para sobrevivir a cualquier costo. Hoy día para el vendedor informal la vida significa trabajar por unos pesos arriesgando la vida y la salud. Ojalá el gobierno no se quede con la forma.
Y finalmente una paradoja que da muestra de la poca planeación del gobierno, no solo en temas de acuerdos de paz, sino también en la por hoy tan sonada reforma tributaria. Se supone que los asalariados serán la gran porción de contribuyentes de la reforma, pero ante tanta informalidad ¿Será que sacaron bien las cuentas? ¿Lo tuvieron en cuenta?. Se ve a un gobierno que no sabe ni lo que hace, ni lo que dice.