En Colombia hablar de agresiones al personal de salud es un tema de actualidad o por lo menos varios medios de comunicación así lo reflejan. “Se agravan agresiones a médicos” diario el colombiano. “Preocupan las agresiones contra los médicos de hospitales públicos” diario el país. “De pacientes frustrados y médicos agredidos” de El Espectador y “¿Por qué algunos pacientes son agresivos con los médicos?” de la revista Semana.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) define violencia laboral como “toda acción, incidente o comportamiento que se aparta de lo razonable, mediante la cual una persona es amenazada, humillada o lesionada por otra en el ejercicio de su actividad profesional o como consecuencia directa de la misma” y a su vez considera que las profesiones relacionadas con el sector servicios, por el estrecho contacto que mantienen con usuarios y clientes tienen un mayor riesgo de sufrir agresiones o actos de violencia por parte de los ciudadanos. Así mismo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que uno de cada seis trabajadores enferma frente a esta situación.
En cifras, el ministerio de la protección social para 2004 sostuvo que la violencia en el trabajo tenia mayor presencia en ciudades como Bogotá, Medellín, Barranquilla y Cali con prevalencias de 0.4% de agresiones físicas, 2.1% para agresiones sexuales y 19.7% por agresión verbal. La Asociación Colombiana de Hospitales y Clínicas (ACHC) en la “encuesta de agresiones en el servicio de urgencias de los hospitales y clínicas” encontró que de cada 100 empleados, 15 son objeto de algún tipo de agresión verbal, física o sexual. Determinó que el 98.7% de los encuestados ha sido víctima de violencia verbal, el 27% de violencia física (el 55.2 % agresiones sin arma, 28.2 % con daños al mobiliario de la institución y 8.3% de los casos con un arma y objeto contundente) y el 1.6% violencia sexual, motivado por el tiempo que los pacientes deben esperar para ser atendidos, desacuerdo con la clasificación de urgencias (triage), entre otros. Una situación a la que se expone todo trabajador de clínicas u hospitales sin importar cargo asistencial y/o administrativo.
¿Hasta qué grado estos datos llevan a pensar que existe la necesidad de contar con médicos, personal de enfermería y de atención en salud que tengan experiencia en defensa personal al momento de garantizar una atención? Solo en servicios de atención de urgencias el personal más agredido son los auxiliares de enfermería (40.8%), seguido por médicos generales (25.6%) y enfermería profesional (16.2%). Pero ¿por qué no se denuncia?, la encuesta de la ACHC señala que el 96.7% de estos trabajadores agredidos no interpuso acciones legales, tan solo el 2.1% acudió ante las autoridades competentes, lo que lleva a deducir que tan solo estos datos son solo una pequeña muestra de lo que verdaderamente es el problema, porque existe un alto subregistro en el país.
Absurdo, ¿dónde queda el respaldo del Derecho Internacional Humanitario (DIH) al personal de salud? Quienes señalan que no se debe atacar al personal médico o sanitario ni sus instalaciones permitiéndoles llevar a cabo su trabajo con el debido respeto. ¿Dónde está el sistema de riesgos laborales?, ¿cuál es el papel del sistema laboral y la responsabilidad de las Aseguradoras de Riesgos Laborales (ARL)? La ley 1562 de 2012 define como accidente de trabajo a “todo suceso repentino que sobrevenga por causa o con ocasión del trabajo, y que produzca en el trabajador una lesión orgánica, perturbación funcional o psiquiátrica, una invalidez o la muerte”. Aquí existe accidente de trabajo. Las cifras y los hechos noticiosos dan fe de que estos trabajadores han presentado lesiones orgánicas, perturbaciones funcionales, psiquiátricas e inclusive invalidez o incapacidad ¿entonces cuál es el amparo de los trabajadores del sector salud? ¿Dónde están las ARL? ¿Dónde está el Estado?
¿Cuál es la raíz del asunto?
El análisis permite tener claro que en las agresiones al personal de salud pagan justos por pecadores. Este sistema de salud colombiano “ha dado papaya”. Para los usuarios el origen de estar “verracos” y “hacer pataleta” tiene que ver con largas esperas, congestiones y colapsos en servicios de atención prioritaria como las urgencias, desconocimiento de clasificaciones en la atención (triage), disponibilidad tardía de citas con especialistas por consulta externa, cancelación de agendas con atenciones a médico general por renuncias de galenos, falta de pago de aseguradoras que llevan a interrumpir tratamientos, entre otras palabras: La pésima respuesta del sistema de salud. No en vano, la Superintendencia Nacional de Salud -Supersalud- ha tenido que aumentar la cobertura en atención por el aumento de quejas de pacientes, pues durante 2016 fueron gestionados de manera efectiva 467.759 casos de presunta negligencia administrativa de las EPS e IPS; y en lo corrido de 2017 han sido radicadas 67.600 peticiones y reclamos.
Y a esto sumar el diagnóstico de la Dra. Marcela Vélez en su reciente entrevista con el diario El Espectador donde expone la vulnerabilidad de gran parte del talento humano que se encuentra trabajando actualmente con jornadas de trabajo extenuantes, contratos sin prestaciones laborales, sin vacaciones y sin derecho a una incapacidad, vinculados a dos o tres empleos diferentes para lograr un salario medianamente decente que permita pagar las deudas que contrajeron para poder formarse. “¿Tras de cotudos con paperas?”
Lo cierto, es que con el criterio de la primacía del bienestar del paciente, lo que se percibe es que los trabajadores de la salud entregan todo, pero la respuesta es contraria, un 80% del personal de salud tiene vínculos de trabajo abusivos, sin garantías, sobrecarga, estrés laboral, entornos poco o nada saludables de los sitios de trabajo por espacios estrechos, congestión, ruido, y lo que faltaba: agresiones por parte de acompañantes y pacientes, siendo irónico que en un país donde se termina el conflicto con grupos al margen de la ley, por el contrario se promueva la agresión con otro ejército, el de las batas blancas cuyo único compromiso va enfocado a una atención con autonomía, beneficencia, no maleficencia y justicia.
«La violencia crea más problemas sociales que los que resuelve.» (Martin Luther King)